Un llamado a destacarse. Elena G. de White

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Un llamado a destacarse - Elena G. de White

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gran precio. En el hombre, engañado y arruinado por el pecado, vio las posibilidades de la redención.2

       Cuando era pequeña, tenía fascinación por las perlas. Admiraba sus bordes suaves y su brillo delicado.

       Pensaba que eran más hermosas que los diamantes o que los rubíes. Así que, no me sorprendió que Elena de White comparara a nuestro Salvador con una perla. Pero, no me esperaba lo que ella dijo acerca de que Jesús vio en la humanidad perdida esa “perla de gran precio”. ¿Cómo pudo ver algo hermoso en mí? Entonces, mientras leía esas elocuentes ilustraciones, comprendí la esencia de la salvación. Cristo no me busca porque estoy perdida. No desea salvarme porque se siente obligado a hacerlo. Me regala la salvación porque me ama.

       La Sra. de White habló reflexivamente acerca de Cristo como el “comerciante celestial”. Al leer sus escritos, cada día me alegro en la humanidad, porque Jesús encontró en nuestro viejo y desarreglado mundo las valiosas perlas que estuvo buscando, y porque él vio una perla en mí.

       Jennifer, 22 años.

      * * * *

      El comienzo

       El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto.

       Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

       Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel” (que significa “Dios con nosotros”).

       Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.

       Mateo 1:18-25.

       En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: “No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

       De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:

       “Gloria a Dios en las alturas,

       y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.

       Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer”.

       Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él, y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.

       Lucas 2:8-20 .

      * * * *

      Los ángeles se habían maravillado del glorioso plan de redención. Con atención, miraban cómo el pueblo de Dios iba a recibir a su Hijo. El Rey de gloria se rebajó para ser como los humanos. El ambiente que lo rodeó en la Tierra fue tosco y dañino. Disimuló su gloria para que nadie se sintiera atraído por lo majestuoso de su persona, y evitó toda ostentación externa.

      El decreto del Imperio Romano para censar al pueblo que vivía en su gran territorio, incluía a los habitantes de las colinas de Galilea. Los ángeles protegieron a José y a María en el viaje hacia el sur, desde Nazaret hasta Belén. Cuando llegaron allí, estaban muy cansados. Como no tenían dónde quedarse, recorrieron la angosta calle principal desde la puerta de la ciudad hasta el otro extremo, buscando inútilmente un lugar para pasar la noche. La posada estaba repleta y no había sitio para ellos. Finalmente, pudieron refugiarse en una vulgar construcción donde dormían los animales y, ahí, nació el Redentor del mundo.

      Al desaparecer los ángeles, la luz se desvaneció y las tinieblas volvieron a invadir las colinas de Belén. Pero, en la memoria de los pastores quedó grabado el cuadro más resplandeciente que los ojos humanos hayan contemplado alguna vez. Cuando reaccionaron, exclamaron: “ ‘Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer’. Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre” (Luc. 2:15, 16).

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