Un llamado a destacarse. Elena G. de White

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Un llamado a destacarse - Elena G. de White

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las llenaron hasta el borde.

       –Ahora saquen un poco y llévenlo al encargado del banquete –les dijo Jesús.

       Así lo hicieron. El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio y le dijo:

       –Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.

       Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

       Juan 2:1-11.

      * * * *

      Una agitación reprimida parecía dominar a los participantes que, animadamente pero en voz baja, conversaban en pequeños grupos acerca de Jesús.

      María estaba orgullosa de su Hijo. Poco tiempo antes, había escuchado el relato del bautismo de Jesús en el río Jordán, realizado por Juan el Bautista, y eso le había traído a la mente hermosos recuerdos. Desde el día en que escuchó la anunciación del ángel en su casa de Nazaret, ella había atesorado cada evidencia de que Jesús era el Mesías. Su vida de constante generosidad y desinterés la había convencido de que ningún otro podía ser el Mesías. Sin embargo, todavía tenía algunas dudas y sufría desengaños; por eso, deseaba que llegase el momento de la revelación de su divinidad. Por ese entonces, la muerte ya había separado a José de María, con quien había compartido el misterio del nacimiento de Jesús. Así que ella no tenía en quién confiar; y las últimas semanas habían sido especialmente difíciles.

      Al lado de la puerta había seis grandes vasijas de piedra, y Jesús ordenó que las llenaren de agua. Y, como los invitados debían ser atendidos inmediatamente, dijo a los siervos que el encargado probara un poco de su contenido. Cuando lo hicieron, en vez del agua con que habían llenado las tinajas, ¡encontraron vino! Casi nadie supo que el vino original se había agotado, pero cuando el encargado de la fiesta probó lo que los siervos trajeron, reconoció que era el mejor vino que había saboreado en toda la boda. Volviéndose al novio, le dijo: “Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora” (Juan 2:10).

      12 El Deseado de todas las gentes, p. 118.

      13 Ibíd., p. 119.

      14 Ibíd., pp. 119, 120.

      15 Ibíd., p. 121.

      16 Ibíd., pp. 122, 123.

      Capítulo 4

       Puedes volver a casa en cualquier momento

       Un hombre tenía dos hijos –continuó Jesús–. El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia.

       Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros”. Así que emprendió el viaje y se fue a su padre.

       Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”. Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.

       Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la

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