Sociedad y complejidad. Del discurso al modelo. Manuel Antonio Vivanco Arancibia
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Un postulado básico de la complejidad es que la complejidad de los fenómenos exige una mirada compleja para describirlos y explicarlos. Un enfoque reduccionista y analítico los mutila en tanto fenómenos complejos.
El reduccionismo ha dominado buena parte de la historia de la ciencia contemporánea. Su papel en el desarrollo de la ciencia es relevante y seguramente ha sido una etapa necesaria e inevitable. Sin embargo, enfrentado a la complejidad de sistemas formados por múltiples elementos en interacción no lineal resulta insuficiente. Para la aproximación reduccionista, la sociedad, el cerebro o un ecosistema son ininteligibles en tanto sistemas complejos.
El fundamento mismo de la realidad no es simple. Lo contradictorio, borroso, impredecible son atributos a considerar para una justa representación de la realidad.
Respetar la complejidad fenoménica implica articular: todo y partes, uno y múltiple, orden y desorden, objeto y entorno, entropía y neguentropía, continuo y discontinuo, determinado y aleatorio, abstracto y concreto, ego y alter, preciso e impreciso, complementario y antagonista.
La complejidad –según Izuzquiza (1990)– es muchas veces identificada por Luhmann con el concepto de realidad. La realidad es la misma complejidad y la máxima complejidad posible. En la tesitura de que lo real es complejo por extensión se concluye que lo complejo es real.
En este contexto la frase de Morin (cito de memoria) la complejidad de lo real es insimplificable.
¿Paradigma emergente de la complejidad?
Se usa el término paradigma en un sentido laxo como de hecho lo utilizó Kuhn (1971). Según Mastermann (1994) le asigna cuarenta acepciones distintas en las 267 páginas de La Estructura de las Revoluciones Científicas.
Resulta difícil asociar el paradigma emergente de la complejidad con la polisémica noción de paradigma definida por Kuhn. Producto de un desarrollo inorgánico no se ha gestado una comunidad científica con una cosmovisión compartida y perspectivas ontológicas y epistemológicas consensuadas. La complejidad es una caja de herramientas con una variedad de dispositivos analíticos y metodológicos que permiten abordar temas que resultan imposibles de tratar desde la racionalidad clásica.
La noción de revolución científica desarrollada por Kuhn difícilmente aplica a una comunidad de practicantes que teniendo más coincidencias que diferencias no acumula hacia un horizonte de sentido, ni promueve un canon común único.
En general, cada miembro parte desde cero aun en dominios conlindantes. La presencia de orden y desorden en los sistemas es tematizada por Prigogine (estructura disipativa), Von Foerster (order from noise), Kaufmann (el orden es gratis), Morrow (extropía), Atlan (hasard organisateur) y More (orden sin ordenadores) sin existir ninguna referencia mutua. Morin, Capra y Lazlo son ideólogos de la complejidad con una profusa producción en la que todos se ignoran entre sí. Atlan trabaja la noción de autoorganización en paralelo a Maturana y Varela sin ninguna cita cruzada. Wolfram escribe la obra capital sobre autómatas celulares en un ladrillo de 1197 páginas cumpliendo la singular proeza de no realizar referencia a autor alguno.
¿Qué tiene en común la entrada discursiva de Morin, Jantsch, Capra, Rosen, Roszak con el enfoque experimental de Kauffman, Wolfram, Langton, Holland? Son cooptados por el paradigma emergente de la complejidad en virtud de que despliegan nuevas claves de intelección. No todos ellos comparten los mismos supuestos ontológicos, estructuras cognitivas y normas de procedimiento. Los discursivos enfatizan en aspectos lógicos y los experimentales en dispositivos instrumentales.
El paradigma emergente de la complejidad es una intuición del mundo alternativa a la visión simplificadora del paradigma clásico, pero no tiene un programa para imponerse como paradigma de reemplazo.
La complejidad no tiene una agenda y no es una doctrina. No existe una comunidad homogénea de científicos que tematice la complejidad en los mismos términos. Tampoco existen estructuras formales intencionadas a establecer nuevas coordenadas de comprensión.
La noción de paisaje mental (mindscape) de Maruyama es un buen descriptor del paradigma emergente. Desde esta entrada el paradigma se asocia más con un ethos que con un programa de investigación o una matriz disciplinar.
La complejidad es un punto de vista y una forma de mirar. Sus categorías analíticas son el dispositivo que mira en esta mirada, en virtud de lo cual el paradigma complejo deviene en una noción de segundo orden: una forma de mirar la forma de mirar.
I. El paradigma emergente de la complejidad
Dios no está muerto: está vivo, saludable y trabajando en un proyecto menos ambicioso. Graffiti, Londres, 1975 –La vida es muy extraña –dijo Jeremy. –¿Comparada con qué? –replicó la araña. Moss en Men Who Play God. Penguin, 1970, pág. 256.
1. Tematizando la complejidad
1.1. Complejidades
La complejidad en sí misma no es ni buena ni mala. No resulta evidente si abunda poco o mucho.
La capacidad explicativa de sus conceptos y algoritmos se está jugando en estos momentos. Particularmente en las ciencias de la vida. Sin embargo, la prueba veritativa será validada en las ciencias sociales, que son las disciplinas más refractarias a sus dispositivos teóricos y metodológicos.
Pese a su inmadurez, ha acumulado un listado de ditirambos que es provocador.
Merry (1995), un saber a la altura de los tiempos, una genuina nueva ciencia.
McGlade (2003), la gran idea del momento.
Wolfram (2002), una nueva clase de ciencia.
Sprott (1993), la próxima gran revolución científica.
Strogatz (2003), un giro en la concepción del mundo.
Dentt (1999), un modelo que cambió la dirección de la ciencia para siempre.
La historia de la complejidad ha sido documentada por Gleick (1987), Waldorp (1992), Hayles (2000), Lewin (2002). Relativo a ciencias sociales amerita señalar los textos de Cilliers (2000), Byrne (1998), Sawyer (2005), Smith et al. (2006). El nexo complejidad y sociología es estudiado por De Eve et al. (1997), Kiel et al. (2004) y King (2000).
A propósito de la su pertinencia en el ámbito de las ciencias sociales, las interpretaciones son diversas:
Lee (1997), desde una perspectiva posmoderna, califica el paradigma complejo como un enfoque no moderno.
Complejidad es el concepto clave en los enfoques no modernos que modelan procesos de cambio en distintos campos de investigación. Otro concepto central es autoorganización.
Byrne (1998) señala que las ciencias de la complejidad pertenecen a un programa moderno de investigación:
La complejidad refiere a temas fundamentales, no es positivista ni reduccionista. Es parte integrante de un programa moderno y pertenece a la historia de ese programa.