Anatomía de las emociones. Carles Frigola
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6.Durante la última década se han logrado los récords de actividad de tornados y huracanes, apareciendo por todo el planeta inundaciones, tsunamis, tormentas y nevadas totalmente imprevisibles. La última nevada, en abril de 2010 en la Costa Brava, que dejó sin luz a más de 300 mil abonados. La última devastación del huracán Irma en el Caribe y en Texas en septiembre de 2017. El invierno pasado (2020) sufrimos el impacto del huracán Gloria en Cataluña del que todavía nos estamos recuperando y la copiosa nevada que paralizó la ciudad de Madrid a principios del 2021.
7.Los incendios forestales, tanto en extensión como en el número de casos fortuitos o provocados, están aumentando en casi todos los países. El 1986 se destruyó prácticamente toda la flora de la montaña de Montserrat y el verano de 1998 se quemó parte de la Cataluña central. El 2003 se quemó la Albera y las llamas llegaron hasta Llançà. El 2009 murieron cinco bomberos de la Generalitat en el incendio de Horta de Sant Joan. Otros incendios de grandes dimensiones en Australia y San Francisco, que duraron semanas, han sido noticia. Los últimos más recientes y más cercanos en Portugal en junio de ٢٠٠١٧ y en ٢٠١٩.
8.La Fundación Lahey de Boston ha detectado una nube de aire sucio como una zarpa que se extiende desde Canadá hasta Cuba, consistente en pequeñas partículas de contaminación que se mantienen en suspensión por medio de «una fuerza física mucho más grande que la misma gravedad terrestre». Según la misma fundación, esta nube de polución es resistente a la influencia de cualquier fenómeno, incluso a las tormentas más fuertes.
9.La mayoría de los países de la Tierra han padecido la plaga de la sequía, la más severa de los últimos diez años. Existe la creencia de que este desafortunado fenómeno se hará aún más grande y afectará a más territorios. En la primavera del 2008 Cataluña sufrió la sequía más grave de su historia reciente y tuvo graves problemas con el agua. Fuimos conscientes por primera vez de la necesidad de una gestión pública del agua.
10.El agujero de ozono en la Antártida preocupa seriamente a los científicos por sus consecuencias imprevisibles. Por otro lado, los rayos ultravioletas son muy peligrosos para el organismo humano, porque causan diversas alteraciones de la piel. El deshielo está provocando el aumento de gas metano que va subiendo hacia la superficie terrestre y en 2017 se ha desprendido un iceberg del tamaño de la isla de Mallorca.
11.La lluvia o la nieve ácidas están cayendo en la mayor parte de las zonas de la tierra. En los últimos años, las estadísticas han descrito un valor de acidez anual que sobrepasa el pH4, con valores entre 2,1 y 5 pH durante tormentas aisladas. Estas cifras representan un incremento cien veces superior al valor existente tan sólo unas décadas atrás.
12.Los partos quirúrgicos y las cesáreas, lejos de ser una excepción se han convertido en protocolo rutinario de los hospitales, auténticas factorías de producir nacimientos con cesárea en serie y con mortalidades perinatales «inexplicables». El parto natural es una excepción. De cuatro partos hospitalarios, uno es con cesárea. Todo tiende a ser artificial, incluyendo nuestra bienvenida a este mundo.
13.Según investigaciones de la Universidad de Tokai (Japón), existe una corrección estadística significativa entre las pruebas nucleares subterráneas (China, India, EUA, Francia, Corea del Norte en 2017, etc.) y los terremotos en áreas muy pobladas del planeta (Haití, Chile, Italia, Chiapas en 2017, etc.). Entre 1960 y 1996, Francia realizó 210 pruebas nucleares subterráneas en el Pacífico. La posible relación entre la prueba nuclear de Corea del Norte y el terremoto en Chiapas en México al cabo de cuatro días (septiembre de ٢٠١٧) podría corroborar esta hipótesis.
Enfrentándonos con todos estos datos, nos encontramos delante de dos caminos a seguir. O bien pensar que estos fenómenos poseen cualidades diversas y que no tienen nada en común. O bien, sintetizar estos hechos a través deun enfoque funcional, buscando un principio común unificador (PCF) tal como sugiere Wilhelm Reich. Los discípulos y los continuadores de su trabajo a través de la American College of Orgonomy venimos publicando desde 1969 nuestras investigaciones en The Journal of Orgonomy.
Los médicos orgonomistas y otros investigadores buscamos un principio común funcional (PCF) para todos estos hechos observados, así como en otras informaciones similares disponibles. Hemos llegado a relacionar el desierto emocional de nuestra civilización actual con la aparición de una nueva energía desconocida hasta la fecha, que llamamos ORANUR (Orgonomic Antinuclear Radiation/Radiación Orgonómica Antinuclear), y con las causas que la están produciendo.
La Enfermedad Oranur. El origen de la covid-19
Cuando la energía cósmica que impregna todo el planeta está expuesta a ciertas influencias perturbadoras, se producen en ella una serie de cambios en su estado original que dan como resultado una fuerte transformación de la misma. Esta energía cósmica que Wilhelm Reich llamó energía orgónica, cambia hacia un estado de excitación muy elevado y alterado llamado ORANUR (Orgonomic Antinuclear Radiation).
Entre los elementos que irritan esta energía cósmica, el más perturbador encontrado hasta hoy día es la radioactividad. También son causa de su alteración agentes como los rayos X, las microondas, las luces fluorescentes, las pantallas de ordenador, los rayos laser, el radar, o las líneas de muy alta tensión (MAT). Aunque la forma más perturbadora es la radioactividad. En este sentido, el Efecto ORANUR es claramente demostrable en el hecho de exponer concentraciones altas de energía orgónica con pequeñas cantidades de radioactividad, tal como lo comprobó Wilhelm Reich en su Experimento Oranur, llevado a término entre los años 1950 y 1953, en su laboratorio de Orgonon en Maine (EUA).
El Efecto Oranur también puede tener lugar cuando coexisten concentraciones naturales de energía orgónica atmosférica junto con grandes cantidades de materiales radioactivos libres. Este fue el caso de las pruebas nucleares en la atmósfera (China, India, EUA, Francia, etc. durante la década de 1960-1970), o también en el efecto resultante de la catástrofe de Chernóbil y Fukushima, que desplegó su influencia negativa sobre gran parte de Europa y de Asia. En ambos casos, los efectos del ORANUR en la atmósfera, en las plantas y en el resto de los seres vivos, son cualitativamente hablando, muy parecidos.
Actualmente, muchas personas padecen una sensación de enfermedad o malestar crónico de difícil diagnóstico y que algunos médicos la engloban dentro de lo que llaman vulgarmente «estrés». Lo que ocurre en realidad es que desde los accidentes nucleares de Chernóbil y Fukushima (con niveles altos de ORANUR en todo el planeta), los organismos más debilitados, desde el punto de vista energético, empiezan a desarrollar diversos síntomas como: cansancio, fatiga crónica, dolores y problemas musculares, vértigo, náuseas, irritación de la conjuntiva, sensación de presión en la cabeza o en el pecho, manchas e intensos picores en la piel, palidez y frío alternados con estados de acaloramiento, irritabilidad, temblores, necesidad de tomar medidas rápidas para airearse o moverse, cianosis, deposiciones blandas o líquidas, reacciones de tipo leucémico en los análisis de sangre, edemas en las piernas, amnesia, depresiones sin motivo, postración, etc. Todos estos síntomas, cada vez más frecuentes y alarmantes, que padece la población, están causados por el Efecto Oranur.
El Efecto Oranur tiene tres fases bien diferenciadas. Inicialmente, se detecta en el organismo humano una fase preliminar de sobreexcitación y nerviosismo, que da paso a una segunda fase de paralización y depresión y a una tercera fase de deshidratación y muerte de los sistemas corporales afectados.
La segunda y tercera fase son debidas a la transformación de la energía orgónica del planeta (también en el ser humano) en una forma muerta de energía llamada