Anatomía de las emociones. Carles Frigola

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Anatomía de las emociones - Carles Frigola Laertes

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controlados, como durante la práctica de una actividad deportiva. Más correcto sería trabajarlo psicoanalíticamente (W. Reich). Estudiar por qué esta parte animal —agresiva sana— rompe la armonía. Cuestionar los valores, probablemente obsoletos, que cuadriculan de forma sagaz nuestro tejido social y que aún decretan nuestra forma de vida.

      El delito de odio está castigado en el Código Penal, igual que el fomento de la violencia entre grupos o personas por motivos de etnia, racistas, ideológicos o religiosos. Por otra parte, sentir odio genuino y expresarlo de una forma pacífica y creativa, como las narices rojas de los payasos o los gags humorísticos y las letras de las canciones de los raperos, no tendrían que ser considerados un delito. Aquí entraríamos en el campo de la psicopolítica y la utilización partidista del odio para fines de represión y de control social.

      La envidia

      Definiríamos la envidia como una forma de ataque y odio, entre otras formas de ataque existentes, que nace de un estado mental fantasioso. En esta fantasía nace un sentimiento destructivo que nos impulsa a atacar a un objeto: vecino, compañero de trabajo, jefe, hermano, etc. Hay que subrayar que esta agresión es diferente de la que se puede sentir hacia un rival. Esta agresión destructiva puede tener la forma violenta de posesión y control.

      M. Klein describe la envidia como un ataque destructivo a un objeto bueno, no al objeto malo. Su postura sostiene que es de origen innato, de nuevo, sin género. Un instinto de arruinar a una persona precisamente por su bondad. De intenciones hostiles hacia un sujeto, expresado desde su fantasía, desde un estado mental de confusión y conflicto. Parece ser que esta fantasía agresiva es innata. O bien, se da en la primera infancia donde el primer objeto envidiado, por tanto, que se quiere destruir es el pecho de la madre por las frustraciones recibidas.

      Es una sensación de confusión entre aquello que es bueno y aquello que no lo es; ante uno mismo y en el mundo externo más cercano. Recordemos que existe confusión cuando no hay la suficiente distancia entre el yo y el objeto de amor.

      Por ejemplo, en el enamoramiento fácilmente nos podemos confundir con la otra persona. Klein mantiene que la envidia llega como un obstáculo mayor en el desarrollo de un carácter sano. Es importante no olvidar que innato no quiere decir inmodificable pues, en el curso del desarrollo normal del niño la modifica suficientemente como para tener una psique de evolución sana.

      Por otra parte, los psicoanalistas sostenemos que el bien no puede existir de forma aislada. De aquí la ambivalencia en los objetos, que son buenos y malos a la vez. Establecemos un vínculo entre los objetos que son más difíciles de tolerar, los cuales a pesar de sus cualidades positivas son vividos como humillantes, con la aparición de sentimientos de inferioridad. El ser envidioso no tolera la bondad del objeto. Esta singular forma de vivir un hecho positivo de forma angustiosa y dolorosa es debido a viejas experiencias, siempre a nivel inconsciente.

      W. Bion propone que es el vínculo entre objetos aquello que es envidiado. Por ejemplo: la envidia de un niño pequeño mirando a su madre con un nuevo niño en sus brazos es fácil de reconocer.

      La envidia también provoca las identificaciones proyectivas: creer que las cualidades buenas de otra persona son las propias. De nuevo, fruto de la confusión. La envidia tiene la tendencia a establecer relaciones hostiles con un objeto bueno. Atacar a quien da satisfacción. Esto es debido a vivir en un estado mental infantil y confusional. A creerse omnipotente, idealizándose uno mismo. La envidia no tiene fin. Se podría describir como un sentimiento de insatisfacción eterna. Una voracidad que puede tener como consecuencia una acumulación de objetos echados a perder, experiencias negativas, frustrantes. Provocando más voracidad y más ansia de apoderarse de un nuevo objeto bueno para calmar la angustia interna que no para de empeorar.

      ¿Qué no es la envidia? Cuando los amigos cercanos nos copian actitudes nuestras de una manera repetida y sistemática. Por ejemplo: comprar una bicicleta, unos zapatos, un vestido prácticamente idénticos al nuestro.

      ¿De qué depende que envidiemos unos objetos u otros? ¿Por qué uno llega a envidiar? La vergüenza y la envidia se originan en las comparaciones. La envidia es producida por un sentimiento vergonzoso de inferioridad. Parece ser que la superioridad y la inferioridad vienen a ser los temas importantes ya que son los elementos claves de una lucha competitiva infantil.

      ¿Cómo deconstruir esta fantasía llamada envidia? En primer lugar es necesario discriminar entre los estados psíquicos buenos y malos. Realizando esta separación sin un odio excesivo. Si el odio es excesivo hace que se prolongue el estado confusional y envidioso. Si el niño no puede salvar de sus ataques destructivos al objeto bueno, no tendrá una experiencia positiva de aquel objeto y no lo podrá introyectar adecuadamente. Es decir, no tendrá un buen referente para futuras situaciones. No podrá tener el orden interno necesario para sus nuevas experiencias.

      Los elementos de la envidia pueden ser modulados poco a poco pasando por diferentes espectros de intensidad. Como por ejemplo, un estado persecutorio, llegando a los celos incontrolables. Esto deja lugar a la admiración por la misma persona por la que sentimos celos e inferioridad, hasta finalmente desembocar en un estado de competencia más franca y más sana en la persona envidiada desde un principio.

      ¿Es sano negarse la envidia a uno mismo? Quizás nos ayudaría, siempre desde la separación del objeto, la cual nos permite confrontar mejor la realidad psíquica, aceptarla como algo que ha de ser tolerado y poder seguir viviendo. Acogerla como una forma de hacer frente a nuestros verdaderos deseos. Reflexionar sobre aquello que uno envidia. La consciencia real de aquello que se desea lleva a una situación emocional incómoda. Demanda mucha energía psíquica y una gran determinación. Hay que saber «sólo» si uno mismo está dispuesto a hacer este dantesco esfuerzo a cambio de construir el propio yo. ¿Existe mayor recompensa o un final más satisfactorio?

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