Camino de héroes. Anji Carmelo

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Camino de héroes - Anji Carmelo Roure

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      Cada capítulo es independiente de los demás en el sentido de que puede leerse para trabajar ese tema puntualmente. No son correlativos, porque el duelo es así, tan pronto nos podemos encontrar con momentos álgidos y llevaderos, como con momentos de bajada total y desesperación.

      Dejad que os acompañe en el camino para suavizar vuestro dolor una vez más. Mis intenciones siempre son las mismas, aliviar. Mi maleta está repleta de los mejores sentimientos para ayudaros a identificar los vuestros, conocerlos para aceptarlos y poder expresar y llorar cuando haga falta.

      Reencuentro

      He librado mi duelo.

      He abrazado mi dolor.

      He abierto un espacio enorme,

      esperando que me devolvieras

      mi corazón,

      con tu retorno.

      Nos encontramos una vez más buscando puertas que podamos abrir para entrar en ese espacio tranquilo, ese espacio que nos permite ser nosotros. Ese lugar que esta más allá del sufrimiento, del ardor insoportable de emociones dolorosas.

      Hemos recorrido un largo camino, ahondando en lo más profundo de nuestro ser y hemos encontrado fuentes apacibles, promesas de amaneceres. Pero también nos hemos encontrado con mañanas que se han oscurecido en un instante y que nos han dejado en medio de días negros, buscando rendijas para volver a encontrar esa luz que es alivio de todo pesar.

      Ha habido momentos de encuentro y otros de pérdida total y esto nos ha servido para ver que nada es permanente. Nada es seguro, excepto el amor que sentimos y que se va fortaleciendo con el paso de cada día, cado segundo.

      Somos supervivientes de lo que sabíamos no tenía solución y la hemos hallado. Estamos aquí y no necesitamos otra prueba. Hemos pasado por lo impasable y nos encontramos al otro lado de aquel pasillo estrecho y oscuro que no daba pistas de cuan largo iba a ser ni cuantas puertas iba a ofrecernos. Hemos atravesado muros de pesar para llegar aquí. Y hemos aprendido a través del dolor, de la rabia, de culpabilidades interminables, del perdón, del aislamiento.

      Todo esto hemos logrado y aún nos falta un poco más. No nos conformamos con lo que tenemos, queremos seguir buscando el sentido que se amplía con cada reto conquistado. Estamos en un compromiso con nuestro ser querido y con nosotros, que renovamos cada día y que sólo nos exige ser fieles a nosotros mismos. Un compromiso que nos mantiene despiertos, que nos pide que no nos descuidemos.

      Recorramos entonces un poco más de camino juntos. Yo os ofrezco mi mano como todos vosotros me lo habéis hecho allí donde nos hemos encontrado. Una y otra vez, vuestra búsqueda me ha inspirado a seguir penetrando en las puertas cerradas del demasiado sentir. En esos espacios que se esconden porque temen ser traicionados por la incomprensión, por el conformismo, por esa salida fácil que les ha dado la espalda una y otra vez buscando lo cómodo.

      Gracias por compartir, gracias por vuestro apoyo, gracias por vuestras sonrisas que sé, vienen de vuestro corazón y sobre todo gracias por ser héroes. Sin vosotros para compartir el camino, todo esto no tendría sentido.

      Queremos ser héroes

      ¿Qué haces con las

      mañanas que vienen

      con su continuo

      interrogante?

      Mañanas que

      se posan delicadamente

      al lado de tu despertar

      y te exigen con

      su fragilidad que

      les des vida

      porque conoces la muerte,

      que no aceptan

      leyendas evasivas

      y que vibran con urgencia

      porque han de continuar

      su eterno interrogante.

      Y sigues sin saber

      que hacer

      porque los interrogantes

      son demasiado

      exigentes

      y porque sólo te queda

      tu despertar

      para que vuelva a nacer

      la vida.

      Durante el periodo de duelo se viven distintas etapas: shock... dolor insoportable... dolor mezclado con momentos de no-dolor... recuperación... y un montón de situaciones donde nos encontramos tocando el pozo negro del vacío y remontando en sendas tonalidades de grises hasta alcanzar esa claridad que no logramos concebir desde el eclipse.

      Después de esos interminables instantes que nos arrancan de la lógica y cordura de lo que fue nuestra vida, cuando el dolor se vuelve un poquito soportable y podemos empezar a estar presentes en nuestra propia vida, es vital que nos vivamos de la forma más consciente posible, intentando saber qué emociones necesitan ser expresadas y tratando de reconocer en qué momento del proceso nos vamos encontrando.

      Cuando la pérdida es reciente, incluso muy al principio, cuando la mayoría de las personas se pueden encontrar muy, muy mal, algunas personas (especialmente los que creen que tienen que ser fuertes no permitiéndose el hundimiento que suele ser normal) pueden acceder a una fuerza que ocultará la desesperación de la pérdida.

      Muchas veces esto pasa si se trata de la pérdida de una persona que ha sufrido mucho y que ha tenido un proceso largo. Bajo estas circunstancias, el sentimiento puede ser de alivio ya que se siente que esa persona no va a sufrir más. También puede sentir la necesidad de ser tan fuerte ante el dolor de la propia pérdida, como lo había sido la persona que se ha ido ante el dolor de su enfermedad.

      Sea por la razón que sea, se vive como un hecho heroico frente a una gran catástrofe.

      Cuando esto sucede es importante saber que en cualquier momento esa fortaleza puede doblegarse ante el vacío que deja la ausencia en la actividad diaria, en la rutina antes tan poco valorada y que ahora se echa de menos como si se tratara del tesoro mayor. Es en el día a día cuando la no-presencia amaina poco a poco cualquier fuerza, por muy sólida que parezca.

      Esto no significa que se está dando un paso hacia atrás. No. Es debido al hecho de que la vida que continúa sin esa persona que se quería tanto, es altamente inaguantable, incluso para los héroes más fuertes.

      El hecho de no poder hablar, contar con, escuchar, encontrar, ver, tocar... va a causar una serie de estremecimientos constantes. Las faltas mil que se manifiestan a lo largo del día: su llamada a media mañana, su voz saludando o preguntando o incluso quejándose cuando llegamos a casa, su aroma en el pasillo, ausencias que se van sumando una tras otra hasta que empezamos a darnos cuenta que nos faltan como si se tratara del único soporte que nos sostiene aquí en la tierra.

      Y muy, muy dentro de nosotros, un hueco va creciendo, cada vez que nos sorprendemos esperando

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