Los papiros de la madre Teresa de Jesús. José Vicente Rodríguez Rodríguez
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Esta es Teresa de Jesús, a la que en el primer capítulo presentamos como «una voz para nuestro tiempo», y proclamamos que el mejor homenaje que le podemos ofrecer será que la escuchemos y la sigamos.
Finalmente, si algo puedo desear a este retoño de mi pluma en la tarde de la vida y cuando ya estoy con un pie en el estribo, es que ayude a lo que ella señala en las claves de su conversabilidad: que nadie se atemorice ni amedrente de la virtud. ¿No ha gritado ella tantas veces que en el camino de la oración «no hay nada que temer»? (V 8, 5; 8, 8; 11, 12, etc). Así echo a volar este mi benjamín para que se vaya buscando lectores amigos de la Madre Teresa, que han de ser «amigos fuertes de Dios» (V 15, 5).
José Vicente Rodríguez
Toledo, primavera de 2015
Siglas de las obras de santa Teresa
CE, Camino de perfección, primera redacción, códice El Escorial.
CV, Camino de perfección, segunda redacción, códice Valladolid.
Cta, Cartas.
E, Exclamaciones.
F, Las Fundaciones.
M, Las Moradas o Castillo interior. Número antepuesto: la morada; pospuestos: capítulo, n. marginal.
MC, Meditaciones sobre los Cantares.
P, Poesías.
R, Relaciones (o Cuentas de conciencia).
V, Libro de la vida.
Me sirvo de: Obras completas, ed. de Espiritualidad, Madrid 2000; Cartas, Monte Carmelo, Burgos 1997, y Relaciones o Cuentas de conciencia, en Obras completas, Monte Carmelo, Burgos 2014.
Otras siglas
BMC, Biblioteca Mística Carmelitana (Burgos).
Diccionario, T. Álvarez, Diccionario de santa Teresa, Monte Carmelo, Burgos 20062.
Efrén-Otger, Efrén de la Madre de Dios-Otger Steggink, Tiempo y vida de santa Teresa, BAC, Madrid 1996.
Escolias, Jerónimo Gracián, Escolias a la vida de santa Teresa, del P. Ribera, Instituto histórico teresiano, Roma 1982.
MH, Andrés de la Encarnación, Memorias Historiales, 3 vols. Salamanca 1993.
MHCT, Monumenta Historica Carmeli Teresiani: Documenta primigenia, 3 vols; Roma 1973-1977.
Peregrinación de Anastasio, Jerónimo Gracián, Peregrinación de Anastasio, Roma 2001.
Capítulo 1. Santa Teresa de Jesús, una voz para nuestro tiempo
Bien entendía que era Dios, mas no podía entender cómo obraba aquí (V 16, 2).
Santa Teresa siempre estaba asombrada por la acción de Dios en su persona, en la historia de su vida. Ella, tan poca cosa como sentía que era; tantas veces enferma, débil de verdad, físicamente. Hasta nuestros días llega su poderosísima voz y su Palabra. Voz que se llenó de Dios y que vivía de ella, porque la fuente de la que bebía era hermosa y quería que todos la conocieran; la fuente, no a ella. Muy a pesar suyo (se sentía indigna), ella, la mujer Teresa de Jesús, quedó vestida de la hermosura de Dios. Sus ojos nos llevan a mirar la vida de hoy, con sus retos y desafíos; como ella lo hizo en su tiempo, poniendo sus ojos en la vida, nos enseña a mirar a Dios. Teresa habla con Dios y con nosotros, siempre, desde la vida.
¿Cómo construyó Teresa esta fecunda relación con Dios, cómo bebía de esta fuente?
La gran lección que nos deja es que el tesoro de Dios no es solo para unos pocos, es para todos. Por eso nos dejó su vida y sus obras. Teresa quiso vivir y vivió, con sentido propio y singularidad de mujer, su oración, su experiencia con Jesús. Entendía que la relación personal con Jesús no podía estar solo en manos de clérigos y varones: las mujeres también podían, y debían. Quería que ellas pudiesen rezar en libertad, según su amor y su conciencia; desde sus deseos y, a solas ellas mismas, con Dios. Lo llamó oración mental, que estaba entonces más bien prohibida para ellas. Quiso también que las mujeres de sus conventos se formaran leyendo y que fueran cultas. Les dio voz, y ella impregnó nuestra historia con su palabra. Todo ello era un desafío para la Iglesia de entonces. También para la de hoy, que se rinde ante ella, en celebraciones, ¿pero alcanzarán a la mujer Teresa de Jesús que habló con Dios?
Entabló con Jesús de Nazaret una particular y extraordinaria relación. Teresa dejó que el Evangelio moldeara su vida. Así se convirtió en Teresa de Jesús. Ella nos devuelve el Evangelio a los cristianos en el siglo XXI, y lo pone delante de todos como forma de vida y relación con Dios. Se lo brinda también a los no cristianos. Tantos que buscan saber quiénes son y conocerse mejor, ahora que tanto se prodigan los cursos de autoconocimiento. Teresa de Jesús hace casi 500 años ya explicaba la riqueza del conocimiento interior, fundamental para unas relaciones cordiales con los hombres y las mujeres y para el encuentro con Dios. Conocimiento al que llama a sus monjas y frailes continuamente si quieren vivir de verdad la vida. Para ello les enseña, nos enseña, su método de oración, de relación con Dios, y su experiencia con el evangelio; y cómo debían tratarse entre sí sus monjas. Para orar, recomendaba como muy importante, mirar y saber «quiénes somos y ante quién estamos». Todo un ejercicio de interiorización, autoconocimiento y entrada en la realidad que somos cada uno y por tanto en la realidad de Dios.
Realismo de santa Teresa
Santa Teresa era muy realista, andaba con los pies en la tierra, aunque nos parezca que estaba siempre en el cielo, con sus arrobamientos. Conocía bien a los humanos y sus necesidades. Ella no quería una relación íntima con Dios, única y personal al margen de los hermanos. Siempre recordaba que «la calidad de la relación con Dios se medía por el amor a los hermanos». Y no era amor abstracto, universal. Era amor bien concreto. No podemos ir solos al encuentro con Dios, sin dejarnos acompañar del sufrimiento y de las necesidades actuales de tantos hombres y mujeres. Para orar, Teresa de Jesús nos invita a situarnos en la realidad que somos, no en la que queremos ser fuera de propósito; y, desde esa realidad precaria o no, hablarle a Dios, con el Evangelio delante, Jesús te va enseñando quién eres, con suavidad y dulzura te señala tus heridas y también por dónde herimos cada uno. Ella entiende que «sin ruido de palabras te va enseñando este divino Maestro» (CV 25, 2).
En el Evangelio va descubriendo cómo Dios ama la debilidad. Ella sentía profundamente esa debilidad, quizá sus enfermedades y dolencias contribuyeron mucho más a su encuentro con Jesús. No en vano el primer interés de Jesús por los humanos en el Evangelio es la salud.
Santa Teresa de Jesús se sentía débil y poco segura, como tantos de nosotros. Le decía a Dios «no pongáis tesoro semejante adonde no está perdida del todo la codicia de las consolaciones de la vida» (V 18, 4). Con el Evangelio y los avatares de su vida labró su humildad. En su relación con Dios aprendía de Dios y de sí misma. Pero a diferencia de los cursos exprés de autoconocimiento, esta experiencia plenífica, porque no es algo puramente intelectual y teórico, ya que incluye una relación