El feudo, la comarca y la feria. Javier Díaz-Albertini-Figueras

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El feudo, la comarca y la feria - Javier Díaz-Albertini-Figueras

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sometido a una regulación específica por parte de la Administración Pública, propietaria o que posee la facultad de dominio de suelo, y que garantiza su accesibilidad a todos y fija las condiciones de su utilización y de instalación de actividades. El espacio público moderno proviene de la separación formal (legal) entre la propiedad privada urbana […] y la propiedad pública […], que normalmente supone reservar este suelo libre de construcciones (excepto equipamientos colectivos y servicios públicos) y cuyo destino son usos sociales característicos de la vida urbana (esparcimiento, actos colectivos, movilidad, actividades culturales y a veces comerciales, referentes simbólicos monumentales, etc.). (pp. 12-13)

      El mismo autor, sin embargo, enfatiza que el espacio público también tiene una dimensión sociocultural, porque es el lugar de contacto, de expresión de la comunidad, de encuentro entre conocidos y extraños. De ahí que pueda existir y crearse espacio público sin que lo sea jurídicamente, como cuando los ciudadanos se apropian de algún local abandonado, del espacio entre edificios, de las estaciones de buses, trenes o subterráneos, lo cual muestra que «l o público es el uso y no el estatuto jurídico» (Borja, 2001, p. 13)5. Es por ello que Loukaitou-Sideris y Ehrenfeucht (2012) recomiendan que la «publicidad» debe ser evaluada en el transcurso del tiempo, porque las actividades que ocurren en un determinado espacio pueden variar y con ello aumenta o disminuye la función pública. Por ejemplo, como se verá más adelante, el espacio del centro comercial es de acceso público, pero las actividades están restringidas por un reglamento interno (no se puede montar bicicleta, hacer una demostración, filmar, entre otros). Sin embargo, los púberes, adolescentes y adultos jóvenes han estado apropiándose de sus pasillos, alamedas, escaleras, patios de comida, y transformándolos en lugares de encuentro alternativos a los parques.

      Blakely (2006) insiste en la centralidad del acceso universal. Considera que, en una ciudad, la élite no solo se distingue por quienes la conforman, sino también por aquellos a los que logra excluir. Ocurre así porque el carácter excluyente nace del estatus social que detenta, pero asociado a la distancia físico-social que establece con respecto a los demás. Esto es inevitable en cualquier ciudad democrática, en la cual las personas pueden decidir con quiénes se juntan y asocian. No obstante, la ciudad moderna también se construyó sobre procesos que han debilitado y parcialmente diluido esta distancia, siendo uno de los esenciales la conformación del espacio público; aspecto que cobra, además, enorme importancia al disminuir el espacio privado del que se dispone (fenómeno que afecta a todos los sectores). Como se mencionó antes, las personas se vuelcan hacia la calle y a compartir bienes públicos. En el proceso de compartir se vuelven parte de la comunidad, se transforman en ciudadanos (Blakely, 2006).

      La accesibilidad característica del espacio público no se limita a poder llegar y entrar a él, o sea, no se define en términos puramente físicos. También tiene que estar acompañada de lo que Akkar (2005) denomina el acceso «simbólico»: hasta qué punto el tipo de personas presentes, la disposición del espacio, los signos, las señales, las ordenanzas y el mobiliario resultan ser un estímulo o impedimento al uso por parte de los diversos grupos que conforman la ciudad. Por ejemplo, en muchas ciudades están aumentando, como mobiliario, bancas diseñadas de tal manera que las personas no puedan sentarse cómodamente o que limitan enormemente la posición del cuerpo y el poder compartir el espacio con otra persona.

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       1.2.2 Visibilidad y transparencia

      Una segunda característica de lo público es su visibilidad y transparencia (Rabotnikof, 2008), mientras que lo privado y, más aún, lo íntimo, tiende a estar parcial o totalmente oculto de la mirada del resto de la sociedad. Por esta razón, el espacio público es el ámbito donde los ciudadanos formulan asuntos de interés general (Iazzetta, 2008) y también es el escenario propicio para expresar preocupaciones y demandas políticas. La línea divisoria entre la esfera privada y la pública es tenue y se encuentra en constante debate y conflicto político. Un ejemplo claro al respecto fue la intensa lucha de los grupos feministas para que el ámbito doméstico (espacio privado familiar-conyugal) estuviera abierto al escrutinio y debate público. Estudios y testimonios mostraban que, detrás de la privacidad doméstica, se encontraban casos frecuentes de abusos, maltratos y violencia intrafamiliar. Su ocultamiento era refrendado por la inacción de las instituciones estatales y las culturas complacientes que repetían que los «trapitos sucios se lavan en casa». De ahí que surgieran iniciativas e instituciones que hicieron «públicos» los derechos de las mujeres y de los niños, niñas y adolescentes como espacios de defensa y promoción del bienestar de todos los integrantes de la familia.

      En cuanto a la política, el espacio ha resultado esencial en las luchas democráticas. La burguesía y los trabajadores se adueñaron de calles y plazas en su enfrentamiento contra la aristocracia. Le arrebataron a la monarquía el espacio público, el cual, según Foucault (2002), era el ámbito donde esta expresaba su poder y lo ejercía7. Para Salcedo (2002):

      En la sociedad renacentista la idea de una esfera pública estaba incompleta. La burguesía estaba aún integrada a la estructura tradicional del poder y acomodaba sus demandas a las condiciones políticas de la sociedad. La aparición de la esfera pública requería del cuestionamiento burgués a la forma de gobierno. Una vez que este desafío se presenta, aparecen nuevas instituciones (y también espacios), que se convierten en centros de poder democrático y ciudadanía: conferencias, espectáculos públicos, salones y prensa escrita. (p. 5)

      El espacio público, que los monarcas ilustrados construyeron, embellecieron y expandieron como parte del discurso modernizador que buscaba legitimarlos ante la burguesía, terminó siendo un lugar de encuentro, discusión y consolidación de voluntades democráticas. Las fuerzas democráticas, entonces, se apropiaron del espacio y ello fue fundamental en el derrocamiento de las monarquías. Sin embargo, los gobiernos burgueses pronto descubrirían que las calles y los parques también podían ser apropiados por otros sectores, continuando así los conflictos de poder sobre la base de las diferencias de clase social. En términos políticos, las calles se transformaron en el espacio de la política de oposición manifestada por el proletariado y otros sectores excluidos. Según Salcedo (2002), ahí nace un acuerdo implícito entre la burguesía y las organizaciones obreras, por el cual las calles se constituyeron en parte de la estrategia política de los sectores menos favorecidos. A pesar de que esto podría generar conflictos, en términos generales, favorecía una forma de expresión democrática que en la mayoría de los casos no significaba un peligro para el poder, sino que brindaba legitimidad al sistema democrático.

      Para Iazzetta (2008), lo público no solo consiste en ser el ámbito de expresión y encuentro ciudadano, sino que también se construye sobre las capacidades colectivas que el Estado debe garantizar para conformar un espacio común y compartido8. Además de la universalidad en el acceso y uso de lo público, la acción estatal tiene que garantizar la igualdad ante la ley y la equidad en oportunidades. Pero estas garantías no son suficientes si los mismos ciudadanos y ciudadanas no tienen la capacidad de ejercerlos. Por eso, otra importante capacidad colectiva está relacionada con la vigencia de los derechos y el potencial de ejercerlos, lo cual implica que el Estado debe ser un promotor activo de las condiciones que fortalecen la democracia vía la educación de calidad, el funcionamiento apropiado de sus instituciones y una renovada capacidad de sanción cuando fuera necesaria. Akkar (2005) denomina esto como el «acceso a la información y a la discusión» en la determinación de los espacios públicos.

       1.2.3 Multifuncionalidad

      Una tercera característica del espacio público es su multifuncionalidad. Como se explicó antes, el espacio público es determinado por el uso que le dan los ciudadanos y ciudadanas, dentro de los límites impuestos

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