Contra la corriente. John C. Lennox

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Contra la corriente - John C. Lennox

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es el pensamiento de Babilonia al del mundo contemporáneo. La idea de que la masa-energía es primitiva, y de que todo deriva de ella, es la esencia del reduccionismo materialista que pretende dominar la sociedad occidental. Según tal punto de vista, la masa-energía está sujeta a las leyes naturales (de dondequiera que provengan, una cuestión que se olvida con facilidad, y que los materialistas deberían examinar) y debe tener la capacidad innata de producir todo lo que vemos a nuestro alrededor, incluyendo la vida, el cerebro, la mente humana y la idea de Dios, ya que, en tal hipótesis, Dios, como tal, no existe.

      ¿No es irónico que aquellos que invalidan a Dios les atribuyen poderes creativos a procesos materiales fortuitos y sin dirección? Por supuesto, en el mundo cerrado del materialista reduccionista no es posible una explicación alternativa. Como dice Richard Lewontin, genetista de Harvard, no podemos dejar que un pie divino cruce la puerta:

      No es que los métodos y las instituciones de la ciencia nos obliguen a aceptar una explicación materialista del mundo fenomenológico, sino, por el contrario, que nosotros estamos forzados por nuestra adherencia a priori a las causas materiales para crear un aparato de investigación y una serie de conceptos que producen explicaciones materialistas sin importar qué tanto vayan en contra de la intuición, sin importar qué tan místicas sean para el que no ha sido iniciado. Más allá de eso, el materialismo es un absoluto, pues no podemos dejar que un pie divino cruce la puerta.9

      Debemos reconocer la honestidad de Lewontin. Afirma que su materialismo es a priori, es decir, cree en el materialismo antes de hacer ciencia. Lejos de afirmar que su materialismo deriva de su ciencia, está abiertamente preparado para aplicarlo a la misma y permitir que lo primero influya en lo último.

      Esta convicción materialista es tan fuerte en muchos científicos que, aun cuando encontraran evidencias de una inteligencia superior en el universo, optarían por decir que tal inteligencia no puede ser, por supuesto, sobrenatural, sino natural, producto de fuerzas naturales fortuitas y sin dirección, igual que todo lo demás. Por ejemplo, Paul Davies sostiene que la delicada sintonía del universo demuestra la actividad de algún tipo de inteligencia superior. Basado en el hecho de que las principales constantes físicas del cosmos tienen que permanecer dentro de una tolerancia en extremo delicada para que la vida sea posible, el científico afirma (1988, pág. 203):

      Parece como si alguien sintonizara finamente los números de la naturaleza para hacer el universo… La impresión del diseño es irresistible.

      Sin embargo, cuando se le pregunta sobre la naturaleza de esa inteligencia, Davies sostiene que en última instancia es parte de la materia del universo; es decir, aunque puede ser una inteligencia sobrehumana, no es sobrenatural. Su razonamiento no se diferencia mucho del de los antiguos babilonios.

      Comprender la cosmovisión a nuestro alrededor

      Así que, a primera vista, el mundo de Babilonia nos parece lejano; sin embargo, cuando reflexionamos, vemos que Daniel estaba rodeado de una cosmovisión muy similar al naturalismo de hoy en día, y por su profunda lealtad a Dios, estaba decidido a oponerle resistencia. No obstante, debemos tener en cuenta que en realidad él no protesta contra la educación en la universidad de Babilonia. Claramente se dedicó a sus estudios y podemos imaginar que disfrutó su curso universitario. Él y sus amigos pusieron tanta energía en el aprendizaje de las lenguas, la literatura, la filosofía, la ciencia, la economía, la historia y todas las demás asignaturas, que fueron alumnos destacados y terminaron con los más altos títulos académicos, muy por encima de los demás. Daniel no protestó como un espectador ajeno al sistema: protestó dentro del mismo.

      Es importante tenerlo en cuenta, más aún, cuando escuchamos el término «literatura apocalíptica» que se utiliza para el Libro de Daniel. La descripción tiende a dar la idea de un salvaje e irracional profeta de la condenación, quien les advertía a las personas que escaparan de la sociedad, que se enclaustraran como monjes o como ermitaños a esperar el cataclismo inminente y destructor el cual marcaría el fin de la historia. Bueno, si eso es lo que significa «apocalíptico», entonces no se aplica ni a Daniel ni a sus amigos. No negamos que este profeta anuncia muchos acontecimientos futuros en su libro, algunos de sombría trascendencia. Pero, lejos de llevarlo a huir de la sociedad y de la responsabilidad, la revelación que recibió sobre el futuro lo llevó a vivir una vida profesional plena, en los niveles más altos de la administración imperial. Su comprensión de Dios no lo hizo desarrollar una mentalidad atrasada, sino desarrollarse de forma completa y prominente en la sociedad babilónica.

      Es importante notar que la comprensión de Daniel no representaba una posición de compromiso: era del todo bíblica. Estaba bien familiarizado con los escritos de Jeremías, un profeta que no solo había predicho el exilio babilónico, sino que además había escrito una carta a los líderes de los judíos deportados:

       Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió de Jerusalén a los ancianos que habían quedado de los que fueron transportados, y a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo de Jerusalén a Babilonia (después que salió el rey Jeconías, la reina, los del palacio, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los artífices y los ingenieros de Jerusalén), por mano de Elasa hijo de Safán y de Gemarías hijo de Hilcías, a quienes envió Sedequías rey de Judá a Babilonia, a Nabucodonosor rey de Babilonia. Decía: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas, y habitadlas; y plantad huertos, y comed del fruto de ellos. Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis. Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros adivinos; ni atendáis a los sueños que soñáis. Porque falsamente os profetizan ellos en mi nombre; no los envié, ha dicho Jehová.

      Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar (Jeremías 29:1-14).

      He mencionado una extensa porción de la carta para dejar claro que Daniel sabía su contenido, ya que cita lo predicho sobre la duración del exilio en Daniel 9. No sabemos cuándo fue consciente de todos los detalles de este mensaje, pero es indiscutible que obró poderosamente en su espíritu. El mensaje de Jeremías permanece vigente en nuestros tiempos, cuando nos enfrentamos a la actual invasión de Babilonia. En efecto, tales palabras resultan un inmenso apoyo para esos jóvenes de cuna cristiana que entran a cursar los altos estudios. Como embajadores de nuestro Rey celestial nos animan a perseguir el bienestar de la «ciudad» primero en la universidad y luego en el mundo exterior.

      Precisamos detenernos por un momento, porque algunos dirán que el Salmo 137 nos habla de una reacción bastante diferente ante Babilonia:

      Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños? Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén

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