Contra la corriente. John C. Lennox

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Contra la corriente - John C. Lennox

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verdad, mandamiento, dogma, fe, conciencia, moralidad, pecado, castidad, caridad, justicia, autoridad, marido, esposa; mientras que otras palabras y conceptos ocupan el centro: derechos, no discriminación, elección, igualdad de género, pluralidad, diversidad cultural.

      Estos cambios profundos surgen de una descomposición postmoderna de la verdad, que pretende desplazar la verdad del terreno objetivo hacia el subjetivo, y así relativizarla de manera efectiva. El Cardenal Ratzinger, antes de convertirse en el Papa Benedicto XVI, advirtió sobre la «dictadura del relativismo» en la sociedad europea al afirmar:

      Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja solo como medida última al propio yo y sus apetencias.6

      Suena paradójico, pero no lo es. La presión se hará evidente desde el mismo momento en que cuestionemos cualquier aspecto de este relativismo; por ejemplo, tenemos que aprobar todos los estilos de vida. El derecho a elegir va primero que todo lo demás, incluyendo la tradición y la revelación divina. Este es el único absoluto en un mar de relativismo, aunque sea algo contradictorio.

      Hemos observado que el posmodernismo contiene la evidente autocontradicción de que «no hay verdad absoluta» pero que declara esto como una verdad absoluta; así que no es sorprendente que su lenguaje sea tan confuso. De hecho, el posmodernismo medra en la ambivalencia lingüística. Su propósito es eliminar cualquier objetividad de nuestra aprehensión de la «realidad» y reducirlo todo a un texto que debemos interpretar y en el que cada interpretación es válida siempre que no aborde el terreno de los valores.

      Jürgen Habermas (de hecho, un ateo) ha advertido claramente los peligros del cambio de una base moral judeo-cristiana a una base posmoderna (2006, páginas 150-151):

      El igualitarismo universalista, del que derivan los ideales de libertad y una vida colectiva solidaria, la conducción autónoma de la vida y la emancipación, la conciencia moral individual, los derechos humanos y la democracia, es el legado directo de la ética judía de la justicia y la ética cristiana del amor.

      Este legado ha sido objeto de una constante apropiación e interpretación crítica, sin sufrir transformaciones sustanciales. Al día de hoy no existe ninguna alternativa a él. Y a la luz de los desafíos actuales de una constelación posnacional, seguimos alimentándonos de esa fuente. Todo lo demás son chácharas postmodernas.

      ¡Sí, una «Babel» posmoderna!

      CAPÍTULO 5

      LA RESOLUCIÓN Y LA PROTESTA

      Daniel 1

      Es probable que Daniel y sus amigos no tuvieran oportunidad de protestar contra los nombres paganos que se les dieron. No sabemos, ya que el asunto pasa inadvertido. Pero observamos con interés y descubrimos en qué momento los tres jóvenes comienzan a plantar su bandera de testimonio a Dios en la universidad de Babilonia. No se tarda en llegar.

      Un estudiante de santidad

      Daniel nos relata que los estudiantes de élite, como él y sus amigos, fueron entrenados durante tres años en un amplio plan de estudio que incluía las lenguas y literatura de los babilonios. El gobierno no escatimó en los gastos, y ya que la cultura babilónica le daba un alto valor a la apariencia física, a los estudiantes se les asignó el mejor alimento, de hecho, la misma comida que se le servía al emperador. Como estudiantes al fin, para ellos aquella comida representaba un gran beneficio de haber sido seleccionados para el curso. Es cierto que estos cuatro cautivos de una ciudad empobrecida producto de un sitio, nunca antes habían visto nada comparado a esa calidad de alimentos: estaba más allá de los sueños de aquellos acostumbrados a las raciones de guerra.

      Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, con el vino que él bebía (Daniel 1:8).

      El descontento con la comida que se sirve en el colegio no es nada nuevo. Numerosas generaciones de estudiantes han encontrado mucho de qué hablar sobre la cantidad o calidad de los alimentos del comedor de su escuela. De seguro este no era el caso aquí. La comida era de suprema calidad, traída de la propia cocina del emperador. Era comida de mesa presidencial. Entonces, ¿por qué Daniel decidió no comerla?

      Su propia explicación es que no quería «contaminarse». Hablamos de una resolución interior, en el corazón y la mente, que precedió a su acción exterior. Se levantó en correspondencia con las convicciones bíblicas de Daniel sobre la santidad. Este concepto tiene tanto aspectos positivos como negativos. En lo positivo, santidad es dedicación y compromiso con Dios. Como sabemos, Daniel quería vivir a la luz de lo que los utensilios de oro del templo representaban, la gloria y la santidad de Dios.

      En la segunda mitad del capítulo uno de este libro, vemos como Daniel claramente entendió que, para testificar de la gloria y santidad de Dios, necesitaba asegurarse de que su carácter y personalidad fueran moldeados por esa santidad. Eso significaría que debía evitar contaminarse. Antes de tratar de identificar lo que esto involucraba de forma precisa, debemos detenernos a pensar en esta decisión, ya que es crucial para comprender la calidad y el poder del posterior testimonio de Daniel. Fue una decisión que tomó en su corazón antes de que hiciera algo. En una famosa declaración, el apóstol Pedro expresó que los cristianos deben caracterizarse por estar prestos para dialogar: Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros (1 Pedro 3:15).

      Al menos esta es la parte que siempre se cita. Sin embargo, como aparece aquí, la cita está incompleta pues no tiene verbo directo. Aquí está la oración completa (versículos 14-16):

       Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

      La declaración completa de Pedro nos ayuda a analizar no solo por qué Daniel tomó su decisión sino también cómo la llevó a cabo. Lo primero que se debe notar es que el contexto es temor. En los tiempos de Pedro existía temor a una reacción hostil y quizás violenta contra el mensaje cristiano. De seguro, el temor no estaba lejos de las mentes de Daniel y sus amigos. Como ya hemos visto, conformidad era el nombre del juego en Babilonia, nadie querría atraer la atención por tener algún distintivo religioso. Sin embargo, los estudiantes estaban pensando hacer un movimiento que, por lo menos, provocaría interrogantes, y quién sabe qué más. Tiene que haber sido un momento difícil. Aun si nunca hemos experimentado hostilidad violenta, el temor es algo que podemos identificar con facilidad si hemos hecho algún intento de expresar de manera pública nuestra fe.

      ¿Qué fue lo que fortaleció los corazones y mentes de Daniel y sus amigos, que tuvieron el coraje para vencer el temor natural a lo desconocido? Con seguridad fue el hecho de que apartaron a Dios como santo en sus corazones. Ellos habían puesto a Dios como el único director de sus vidas. Eso es exactamente lo que Pedro expresa que debemos hacer. Para combatir nuestras ansiedades y prepararnos para dar respuesta a aquellos que pregunten, en primer lugar, debemos poner a Cristo como Señor en nuestros corazones. De hecho, ¿cómo puede haber convicción y poder en nuestro evangelismo sino es así? Ciertamente, es por lógica espiritual elemental que si deseamos persuadir a otros de que Dios es real y de que es posible tener una relación viva y significativa con Él, nosotros debemos ser en lo personal fieles a Dios y a Su Hijo, y ajustar nuestras vidas para ser consistentes con nuestra confesión cristiana fundamental, «Jesucristo es Señor». Daniel sabía

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