Contra la corriente. John C. Lennox
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—En este contexto, podemos entender por qué nuestros poetas frecuentemente expresaban satisfacción al pensar que un día Dios intervendrá para juzgar el mundo. Escucha esto:
Alégrense los cielos, y gócese la tierra; brame el mar y su plenitud. Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento, delante de Jehová que vino; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad (Salmos 96:11-13).
—El poeta imagina como se regocija la creación al saber que un día Dios entrará en la historia para dar Su última sentencia. ¿No deberíamos alegrarnos?
—Pero a mí no me gusta la idea de un juicio final —dice Nabu—. No estoy seguro de que quiera rendirle cuentas a un dios, y menos al tuyo. Porque si hay un solo Dios, y es santo como dices, ¡tú también estarás en problemas! Después de todo, no eres perfecto, ¿verdad?
(En su famoso libro Los hermanos Karamazov, el novelista ruso Fiódor Dostoyevski escribió: «Si Dios no existe, todo está permitido.» Por supuesto, Dostoyevski no sugiere que un ateo no pueda ser moral porque algunas veces los ateos aleccionan moralmente a cristianos profesos. Lo que expresa es que, si no hay Dios, entonces la moral no es necesaria. Muchos pensadores contemporáneos no están de acuerdo y proponen que podemos encontrar una moral aceptable en aspectos de la biología o incluso que la misma viene determinada por nuestros genes. Mis razones para cuestionar esta proposición se encuentran en otros trabajos [2011, páginas 97-114]).
—Creo que, en este sentido, tendrás que conversar con Ananías —señala Daniel—, porque mi nombre solo expresa una faceta de Dios.
—Correcto —dice Ananías—, el mío significa «el Señor muestra gracia.»
—¿Qué es la gracia? —pregunta Adapa.
—La gracia es la pura generosidad que Dios expresa al darnos lo que no merecemos. Por ejemplo, en el sitio de Jerusalén Nabucodonosor me perdonó la vida mientras que otros murieron. ¿Crees que yo merecía su perdón? ¿Merecía tener una familia maravillosa, mientras que otros han tenido experiencias trágicas en sus hogares? De hecho, ¿merezco tener nuevos amigos como tú aquí en Babilonia? Veo estas, y muchas otras cosas, como una expresión de la gracia de Dios.
—¡Un momento!, lo que Daniel explicaba, ¿no es completamente diferente? ¿Daniel adora al dios-juez y tú adoras al dios-gracia? Ustedes tienen diferentes dioses, igual que nosotros.
—¡No, ¡para nada! —aclaran al unísono—. Solo hay un Dios, piénsalo de esta manera. Nosotros declaramos que los seres humanos están hechos a la imagen de Dios, lo que significa que uno puede aprender sobre Él con solo mirar a los seres humanos. Nosotros somos personas, y Dios también lo es. Mira, piensa en alguien a quien respetas; esa persona está llena de matices, no es inflexible o monótona. Posee diferentes características: puede ser graciosa pero firme a la vez, ¿no es así? Lo que queremos expresar es que nuestros nombres reflejan la amplitud del carácter del único Dios verdadero. Espero que así lo entiendas mejor.
—Creo que es mi turno —dice Misael—, porque mi nombre se relaciona con la singularidad de Dios. Significa: «¿Quién es como Dios?» Por supuesto que la interrogante tiene una respuesta negativa: «Nadie es como Dios. Él es único.» Creo que mis padres lo tomaron de un pasaje del profeta Isaías: ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? (Isaías 40:18). Así protestó contra el politeísmo y defendió la fe en el único Dios verdadero.
—¿Y tú, Azarías? Dinos, ¿qué significa tu nombre?
—Significa: «el Señor ayuda» —responde—. Mis padres me lo pusieron para expresar su gratitud a Dios por la ayuda que les había dado en vida. Pero no solo mis padres se sintieron así. Nosotros la hemos experimentado personalmente. Su palabra ha sido nuestro salvavidas. Por ejemplo: Jeremías no solo profetizó que Nabucodonosor nos invadiría y que deportaría a muchos de nosotros, sino también por qué debía suceder. Gracias a eso pudimos enfrentar la situación. De hecho, cuando hago un recuento de nuestras vidas, veo que Dios nos ayuda a través de Su trato con nosotros por medio de la Palabra, cuando escuchamos Su voz.
—Disculpen —dice Nabu—, pero eso me parece inconsistente. Es una interpretación bastante subjetiva de las cosas. Quizás debo señalar que mi nombre es el del dios patrón de la ciencia y que, curiosamente, yo soy un científico. Ustedes afirman que los seres humanos estamos hechos a la imagen de Dios. Pero, pudiera ser al revés. En la universidad tenemos un profesor de psicología que nos ha enseñado que todos los dioses son en esencia proyecciones de nuestras propias ideas; por eso todos poseen una humanidad profunda y predecible, no existen de forma autónoma. Por cierto, a los sacerdotes no les gustan esas conversaciones; así que él se cuida mucho de lo que dice en público. Es difícil oponerse a los modelos establecidos.
—Es más, cuando afirmas que tu Dios te ayuda, yo mismo pudiera decir que Nabu me ha ayudado a convertirme en un científico y a obtener resultados relevantes en mis exámenes; o que Istar me ha ayudado a conseguir una novia estupenda. ¿Dónde está la diferencia en lo que dices? No puedes eludir la interrogante. ¿Cómo sabes que Dios te ayuda? ¿Cómo puedes asegurar que no estás acomodando tus experiencias para que apoyen tus creencias?
—¡Guau, no se te escapa nada! — responde Azarías—. Tu pregunta está plenamente justificada. Sin embargo, es una espada de doble filo. Supongamos que te preguntara cómo sabes que la impresionante novia que mencionaste te ama. No importa cuántos argumentos me des, yo siempre podría rebatirlos. Es imposible obtener las pruebas del amor por medio de las matemáticas, como Ananías pretende hacerlo. Pero la percepción sí es posible, ¿no es cierto? Si te observo a ti y a tu novia durante un tiempo, creo que podría asegurar si te ama o no. Entonces, ¿por qué no nos observas con atención durante los próximos meses? Si no logras percibir que Dios está con nosotros y que nos ayuda en nuestra vida diaria, entonces no tendrá sentido que lo afirmemos. Pero espero que logres ver, a través de nosotros, que Dios es real.
La oportunidad de usar sus nombres para iniciar una conversación no duraría mucho, si alguna vez la tuvieron. Enseguida, Aspenaz, el funcionario a cargo de los estudiantes, hizo una reunión con los extranjeros y allí les informó que, para facilitar su integración a la sociedad, les pondrían nombres babilónicos. Los nombres extranjeros estaban terminantemente prohibidos.
Ya incluso los habían elegido. Daniel se llamaría Belsasar (Balat su ussur), que significa «Que Bel (Marduk) proteja su vida» o también, «príncipe de Bel» (algo que resulta intrigante). A Ananías le pusieron Sadrac, que significa «mandato de Aku» (el dios-luna); y a Azarías lo llamaron Abed-nego, que se traduce como «servidor de Nabu» (el hijo de Marduk). Nabu o Nebo forma parte del nombre Nabucodonosor (Nabu kudurri usur); así que, Azarías y Daniel tenían nombres que formaban parte del nombre del emperador. Pero con Misael fueron más crueles. Su nombre babilónico se parecía al suyo en hebreo, pero lo que hacía era parodiarlo lingüísticamente. Le pusieron Mesac, que significa: «¿Quién es como Aku (el dios de la luna)?» No permitieron de ninguna manera que Misael usara en público el concepto de la singularidad del único Dios verdadero. Es probable que los jóvenes amigos usaron alguna que otra vez sus nombres cuando conversaban y es posible que se los explicaran a otros; pero, por supuesto, debían ser cuidadosos. Babilonia quería arrojar al olvido sus nombres y sus significados. (Se ha sugerido que Daniel deletrea de forma incorrecta algunos de estos nombres babilónicos, como si dijera: «En realidad no importa cómo me llamen, no pueden cambiar mi identidad».)
Cambiar sus nombres era una acción estratégica. Fue un primer intento de ingeniería social, encaminado a eliminar distinciones inconvenientes y homogeneizar