El silencio es la música del alma. Manuel José Fernández Márquez

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El silencio es la música del alma - Manuel José Fernández Márquez Fe e Imagen

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paz infinita, dentro y fuera,

      silencio infinito y eterno, ahora,

      quietud amorosa del alma en su presencia,

      comunión íntima que nos hace uno a los dos.

      Quietud, silencio, calma infinita…

      8. Leyendo a los místicos 1

      «Son muchos los que andan buscando constantemente, pero sólo encuentran los que permanecen en constante silencio...

      El hombre que se complace en la abundancia de palabras, aunque diga cosas admirables, está vacío por dentro.

      Si amas la verdad, sé amante del silencio.

      El silencio, como la luz del sol, te iluminará en Dios y te librará de los fantasmas de la ignorancia.

      El silencio te unirá con el propio Dios...

      Más que cualquier otra cosa, ama el silencio, que habrá de darte un fruto que ninguna lengua humana es capaz de describir.

      Al principio hemos de violentarnos a nosotros mismos para permanecer silenciosos, pero luego nace algo en nosotros que nos arrastra al silencio.

      Ojalá te haga Dios experimentar ese «algo».

      Si lo logras, una luz inefable te iluminará... y, al cabo de un tiempo, una indecible dulzura nacerá en tu corazón, y el cuerpo se verá casi obligado a permanecer en silencio.»

      Isaac de Nínive, un monje sirio.

      Citado por A. de Mello,

      Contacto con Dios, págs. 53-54, Sal Terrae.

      9. Miedo al silencio

      Tenemos muchos miedos. Es humano tener miedos: al dolor, a la soledad, al futuro, al qué dirán, al fracaso, al absurdo...

      Pero sobre todo tenemos miedo al silencio. No sabemos qué hacer con el silencio.

      No sabemos a dónde nos acabará llevando.

      No sabemos a qué mundo desconocido nos acabará conduciendo.

      El silencio nos lleva a una experiencia de soledad...

      El silencio como soledad nos lleva a situarnos ante nosotros mismos, desnudos, sin ropajes ni artificios, solos ante nuestra cruda y bella realidad.

      A esta soledad, sin nadie que nos arrope, sin nadie que nos comprenda o proteja; a esta soledad le tenemos miedo. Nos cuesta vernos tal como somos y aceptarnos tal como somos...

      Por eso, una razón para huir del silencio es nuestro miedo a la soledad, miedo a nosotros mismos, miedo a encontrarnos con nuestra propia realidad.

      Si tenemos paciencia y afrontamos ese miedo a la soledad sin buscar compensaciones, recuperaremos el paraíso perdido, descubriendo la riqueza de vivir y existir tal como somos; recuperaremos el paraíso perdido y encontraremos el hogar, nuestro hogar. Un hogar lleno de vida y de paz. La vida y la paz que brota del silencio, la vida y la paz que da el amor del corazón, la vida y la paz que da la luz de Dios, iluminando nuestra mente y nuestro corazón.

      Si tenemos paciencia y vivimos el miedo a la soledad más allá de ella, encontraremos el valor del silencio en su pleno sentido: encontraremos nuestra comunión con nosotros mismos, con Dios y con toda la creación.

      10. Señor, todo es sonido silencioso

      Señor, todo es y no-es infinito.

      todo es y respira el aliento eterno,

      todo es sonido silencioso,

      eco de tu música silenciosa y divina.

      Señor, palabra es tu silencio

      en mi corazón,

      silencio amoroso es tu caricia,

      llenando de paz el hondón de mi alma.

      Señor, sumergido en tu quietud

      callada y amorosa,

      vislumbro tu eterna presencia

      en un mar sin orillas y sin música.

      Señor, silencio y quietud es todo,

      amor y ternura es tu presencia.

      Señor, silencio, hecho palabra inefable,

      es tu voz misteriosa en mi alma.

      Señor todo es sonido silencioso,

      presencia callada, beso del cielo,

      envuelto en tu abrazo amoroso

      me dejo todo yo en tu alma.

      11. Leyendo a los místicos 2

      Es preciso recuperar el silencio

      «Lo hemos expulsado de las ciudades.

      En el campo, en el monte, en la orilla del mar

      es acosado por aparatos de estridente potencia.

      Todo y todos se esfuerzan por ahogar su silencio.

      Por eso es preciso crear islas de silencio

      en torno a nosotros y en nuestras ocupaciones.

      Islas para defendernos; islas para recuperarnos.

      El silencio no nos engaña con propuestas fantásticas,

      no nos distrae con milagros imposibles,

      no nos cansa con estrépito fastidioso.

      Es preciso repatriar el silencio que hemos desterrado.

      Ese silencio que aporta calma, da paz y hace crecer

      la sabiduría.

      Los momentos más grandes de la vida humana

      son siempre momentos de profundo silencio.

      Los momentos más grandes del arte, de la ciencia,

      de la creatividad, son momentos de absoluto silencio.

      De cuando en cuando tenemos que retirarnos al interior

      de nosotros mismos, y en el silencio, descubrir la verdad

      y dirigir con seguridad el timón de nuestra vida.

      Hay que crear islas de silencio en medio de las ocupaciones

      más absorbentes para no ser arrastrados,

      para ser dueños de las cosas y no dejarnos triturar por ellas.

      Dios quiere que seamos dueños de

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