Vida de san Pedro. Antonio Marcos García
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Criterio de discontinuidad, disimilitud, de originalidad o de irreductibilidad dual: Tienen visos de mayor historicidad aquellos dichos y hechos de Jesús que no pueden derivarse del judaísmo de la época ni de la Iglesia primitiva posterior a Él. Este es el criterio estrella de la New Quest.
Criterio de testimonio múltiple: Hace referencia a aquellos materiales que están atestiguados en más de una fuente literaria independiente (Mc, Q, M, L, Pablo, Juan) y en más de una forma o género literario. Por ejemplo, no hay duda de que Jesús habló del reino de Dios como tema fundamental de su predicación, algo que se encuentra atestiguado en todas las fuentes.
Criterio de coherencia: Presupone los tres anteriores y afirma que otros dichos y hechos de Jesús encuentran su veracidad histórica en la medida en que se manifiestan conformes o encajan bien en la base de datos preliminar.
Criterio de rechazo y ejecución: No se encarga de establecer primariamente si tal o cual dicho o hecho de Jesús es histórico, sino que dirige la reflexión al esencial punto del desenlace violento de la vida de Jesús. Este criterio nos orienta hacia un determinante fundamental del evangelio: el conflicto. Un Jesús que no provoque con su predicación y forma de vida el rechazo, la irritación y la confrontación de las autoridades no es el Jesús de la historia.
Por último, y como conclusión de todo lo expuesto acerca de esta tercera búsqueda, queremos ofrecer los esenciales resultados a los que ha llegado la investigación y que pueden ser compartidos por la fe cristiana. Este retrato robot de Jesús lo hacemos inspirándonos en la reflexión de Theissen y Merz antes citada[39].
Según estos autores, Jesús es hijo de José y de su mujer María, nacido en Nazaret. Tiene una elemental formación judía y familiaridad con la tradición religiosa de su pueblo. En su actividad pública es llamado Rabí. Se encuentra unido al movimiento del Bautista que llama a la conversión y propone el bautismo en el Jordán frente al juicio inminente de Dios. El Bautista ofrece, mediante este bautismo, el perdón de los pecados contra un judaísmo oficial que aparece como inútil. Jesús es bautizado por Juan, aunque se presenta en escena de modo independiente al Bautista pero con un mensaje análogo que acentúa de modo predominante la gracia y la misericordia divina. Jesús se muestra como predicador itinerante que recorre toda Palestina y es seguido de gente sencilla del pueblo, en la seguridad de que el fin del mundo es inminente. Junto a las gentes que lo acompañan también aparecen mujeres, algo insólito para la época. María Magdalena ocupa entre ellas una posición particular. Así, Jesús es considerado loco por su misma familia.
Al centro del mensaje de Jesús está el Dios hebreo, con un fuerte acento ético en su predicación. Cada uno debe elegir ante la oferta del Reino de los pobres, ganarse o perderse. Jesús se encuentra en comunión con los publicanos y pecadores. Tiene tal capacidad de persuasión que levanta la adhesión de las masas gracias a su manera de hablar en parábolas, haciendo muy asequible su mensaje. Al mismo tiempo, es un curandero carismático que realiza signos indicativos de la cercanía del reino de Dios. Tiene una aproximación liberal a la Torá y acentúa sus grandes líneas, especialmente el mandamiento del amor a Dios y a los demás, radicalizado con la invitación al amor también a los enemigos y a los extranjeros. Relativiza el sábado y el reino de Dios aparece abierto a judíos y paganos. Critica fuertemente el Templo, que ya había sido deslegitimado indirectamente por el Bautista, con el agravante de que Jesús afirma que Dios lo destruirá. De esta manera, provoca a la clase aristócrata. En los últimos días de su vida sustituye el culto del Templo por la cena. En el huerto aparece un Jesús inseguro que oscila entre la esperanza de que su Padre actúe y el miedo a la muerte. Judas, uno de sus discípulos, lo delata y Jesús es arrestado por los aristócratas que arguyen como acusación su crítica al Templo. Esta acusación, ante la autoridad romana, se convierte en política. Frente a Pilato, Jesús no toma distancia de sus acusaciones y es condenado como agitador político en abril del año 30. Sus discípulos lo abandonan, excepto algunos que acuden a la crucifixión desde la lejanía. Después los discípulos aparecen convencidos de que Jesús está vivo y refuerzan la esperaza de que Dios ha actuado. De esta manera, los seguidores interpretan toda la historia anterior y ven en Él la encarnación de un mesianismo de sufrimiento. Durante el primer siglo, este nuevo movimiento se separa de la religión madre.
5. Conclusión: ¿El Jesús histórico, el Cristo de la fe o el Jesucristo real?
La monumental obra de J. P. Meier, Un judío marginal, comienza su cabalgadura con una constatación metodológica fundamental: «El Jesús histórico no es el Jesús real. El Jesús real no es el Jesús histórico»[40]. La distinción entre «histórico» y «real» se presenta al autor norteamericano como fundamental para establecer los límites por los que tiene que discurrir el debate. El Jesús real nunca podrá quedar reducido al Jesús histórico porque, como para cualquier individuo del pasado, la ciencia histórica está imposibilitada para agotar la riqueza de una persona. Esto se hace especialmente dificultoso para un personaje que vivió en la Palestina del siglo I y que mantuvo la mayor parte de su vida en la cotidianidad de una aldea, innominada para la historia universal, llamada Nazaret. De ahí que los pocos datos que nos son conocidos de la vida pública de Jesús hagan de las sucesivas investigaciones histórico-críticas reconstrucciones abstractas.
Ahora bien, aunque nos parece acertada la distinción entre histórico y real, Meier no llega a establecer unas conclusiones que nos resulten enteramente satisfactorias. En efecto, dicha distinción parece que se mueve en el ámbito cuantitativo, es decir, el Jesús real no es accesible porque es imposible históricamente recomponer la totalidad de sus dichos y obras. Sin embargo, el problema fundamental de toda la investigación histórica sobre Jesús tiene su clave de bóveda no en el ámbito cuantitativo, sino específicamente cualitativo. O de otra manera, la razón y los diversos instrumentales que ella reelabore para su justo uso nunca podrán agotar la totalidad del conocimiento. En este sentido, reivindicamos las posibilidades cognitivas del amor o de la fe[41]. Por ello, y al contrario de lo que opina Meier[42], los evangelios sí pretenden presentarnos al Jesús real porque ellos no interpretan esa realidad como acumulación cuantitativa de datos, sino como una experiencia vital que ha ganado el corazón y que es reconocible sólo en la fe. Creemos que aquí Meier confunde al Jesús real con el Jesús total. Indudablemente que el Jesús real no equivale al Jesús total que, por estar inserto en el ámbito del misterio, siempre mantendrá una infinita distancia del sujeto creyente.
Así pues, la polémica ilustrada acerca de la continuidad o discontinuidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe sólo puede ser «superada» en la medida en que el discurso teológico rechace las condiciones previas que se imponen a dicho debate. Desde este presupuesto, la ciencia histórica no puede reducir la realidad en virtud del purismo del método, sino que tendrá que estar continuamente en un tentativo de búsqueda que no acabe reduciendo la inabarcable riqueza de la vida[43]. Por ejemplo, si preguntáramos si ha existido alguna vez en la historia un hombre que haya amado sin reservas, de modo incondicional y universal… el historiador se vería sobrepasado por la naturaleza misma de la pregunta. Pero, al mismo tiempo, la certeza de un amor que se haya manifestado realmente sólo podrá ser percibida a través de un hecho verificable en la historia y, en este sentido, entra en el campo de los objetos propios de esta disciplina. Ahora bien, la naturaleza del objeto propuesto impondrá a la ciencia histórica una reubicación de su método. Así, la pregunta por la existencia de un amor incondicionado tropieza con la imposibilidad de una verificación objetiva del mismo y empuja a la investigación histórica a un cambio de perspectiva.