Caracterización agroecológica y resiliencia de sistemas citrícolas en el departamento del Meta, Colombia. José Alejandro Cleves-Leguízamo

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Caracterización agroecológica y resiliencia de sistemas citrícolas en el departamento del Meta, Colombia - José Alejandro Cleves-Leguízamo

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y Valbuena, 2019; IPCC, 2007).

      Variabilidad climática (VC)

      La variabilidad climática (VC) se define como las fluctuaciones del clima durante periodos de tiempo relativamente cortos. Se mide por las desviaciones estadísticas de una variable meteorológica con relación a su promedio en un mismo periodo de tiempo, diferencia que se denomina “anomalía” (Montealegre, 2010a, 2010b; Pabón, 1997).

      La VC responde, entre otros fenómenos, al establecimiento y desarrollo de oscilaciones o fluctuaciones atmosféricas que pueden afectar amplias y lejanas regiones del planeta. Esta característica, llamada teleconexión, describe la estructura espacial de la VC y ayuda a entenderla en un amplio rango de escalas tanto espaciales como temporales (Ruiz, 2008).

      En América Latina, la VC ha impactado diferentes regiones, lo cual se evidencia con el incremento de la ocurrencia e intensidad de eventos climáticos extremos, cada vez más frecuentes e intensos. En Colombia, por su ubicación en la zona de influencia directa del calentamiento de las aguas del océano Pacífico, el impacto es mucho más significativo que en cualquier otro país de la región, afectando severamente los procesos productivos (Altieri et al., 2012; FAO, 2011; Instituto Nacional de Ciencia Agrícola [Inca] y Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, 2012; IPCC, 2001; Leblanc, Russo, Cueva y Subia, 2006; Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2011; Rodríguez, 2007).

      La VC y el CC se manifiestan por el incremento considerable de inundaciones, sequías, deslizamientos y pérdida de suelos (entre otros).

      La agricultura colombiana, en especial la de los pequeños productores, tiene una alta dependencia de las condiciones ambientales locales, que inciden sobre la fisiología de las especies cultivadas, la eficiencia de los sistemas productivos y la reducción del componente de subsistencia si no se dispone de medidas de mitigación adecuadas (Altieri y Nicholls, 2008; Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales [Ideam], Agropecuaria Somos Campo [Asocampo] y Asociación de Cabildos Genaro Sánchez; Cardona, 2010; Pabón, 2011).

      Escalas de la VC

      Las escalas de la VC incluyen variaciones temporales como estacional (escala semanal), intraestacional (escala mensual), interanual (escala anual, asociada a la ocurrencia de los eventos ENOS o ENSO —por sus siglas en inglés— El Niño-Oscilación del Sur) e interdecadal (escala multianual), que son las de mayor importancia en la determinación y modulación de los procesos atmosféricos (Ideam, 2005; Montealegre, 2010a, 2012; Montealegre y Pabón, 2000; National Oceanic and Atmospheric Administration [NOAA], 2003; Pabón y Hurtado, 2002; Rojas, 2011).

      La VC, valorada en escala interanual, está asociada con fenómenos locales como heladas, sequías, precipitaciones extremas, aumento en frecuencias e intensidad de huracanes, tornados y ventiscas que generan igualmente procesos de remoción en masa (derrumbes, avalanchas, coladas de barro), inundaciones y otros desastres (IPCC, 2001).

      Incidencia de la vc en el sector agropecuario

      El sector agropecuario es altamente sensible a cambios en los factores climáticos que impactan de manera diversa la base ecosistémica, la economía y la sociedad en general y que afectan principalmente a las poblaciones más pobres y vulnerables.

      Los efectos más significativos de las variaciones climáticas sobre el componente ecosistémico de los agroecosistemas se expresan en pérdida de la materia orgánica, disminución de la capacidad de almacenamiento de agua en el suelo, disminución de la cobertura vegetal, aumento de la erosión, proliferación de insectos plaga, diseminación de enfermedades, afectación de la fisiología de las plantas, disminución de los rendimientos, pérdidas de las cosechas natas y contaminación ambiental por el uso exagerado de insumos de síntesis química para su control (Álzate et al. 2021; Cai et al. 2018; Sánchez, Jiménez, Martínez, Pinilla y Fischer, 2019).

      Por su parte, en el componente cultural tales efectos se visibilizan en la trashumancia, la pérdida de recursos genéticos locales y cambios en las dietas alimenticias; en los últimos años, se han reportado afectaciones por la incidencia de efectos ambientales adversos, asociados con variaciones en los patrones normales de distribución de las lluvias en cuanto a cantidad, frecuencia e intensidad, además de la ocurrencia de altas temperaturas (Boshell, 2008; Cleves-Leguízamo, Toro y Martínez, 2016; Haggag, Saber, Abouziena, Hoballah y Zaghloul, 2016; Magrin, 2007).

      Resiliencia de los agroecosistemas

      La resiliencia es un concepto de amplio uso en el análisis de los problemas ambientales y se define en el contexto del estudio de los agroecosistemas como la capacidad del sistema agrícola de interactuar con una “onda” o disturbio de naturaleza ecosistémico o cultural, adaptarse, recuperarse y retornar a un estado funcional y estructural. Los límites en los que se mueve un sistema son los márgenes de la resiliencia y están acordes con el flujo de las condiciones ambientales. El análisis del nivel de vulnerabilidad sirve para proponer medidas tendientes a aumentar la resiliencia y persistencia de los agroecosistemas en el tiempo (Ángel, 1996, 1997; Córdoba, Hortúa y León, 2020; Kochhar y Gujral, 2021).

      La implementación de medidas de mitigación o de adaptación en referencia a las condiciones ecosistémicas locales y a las apropiaciones culturales de los agricultores aumenta la sostenibilidad de los agroecosistemas (Alomar y Albajes, 2005; Altieri, 1994, 1999; Ángel, 2003; Landis, Wratten y Gurr, 2000; Nicholls, Parrilla y Altieri, 2001; Van der Putten, Vet, Harvey y Wackers, 2001). Nicholls (2013) considera que los sistemas agrícolas diversificados son agroecosistemas complejos y presentan mayor integralidad y capacidad de resiliencia ante la ocurrencia de eventos climáticos extremos.

      El estado de la estructura y la función de los ecosistemas determinarán la magnitud de respuesta a los disturbios. Los sistemas agrícolas diversificados y por ende complejos están en capacidad de adaptarse y resistir los efectos de los eventos climáticos y, por lo tanto, la diversificación de los cultivos es una estrategia a largo plazo para proteger a los agricultores de los efectos ambientales asociados con la VC y el CC (González, 2018; León, 2010a; Nicholls y Altieri, 2011, 2012a).

      Se considera que hay dos tipos de resiliencia: i) la inherente o propia del sistema y ii) la social o adquirida, que incluyen no solo la aplicación de avances tecnológicos sino también las apropiaciones culturales generadas por los propios agricultores para adaptarse al medio biofísico. Esta resiliencia implica introducir modificaciones en las prácticas de manejo y está condicionada por la actitud, capacitación y disponibilidad de recursos económicos, logísticos y de capacitación de los agricultores (Kaly, Pratt y Mitchell, 2004).

      Teniendo en cuenta la complejidad de la resiliencia y la robustez del modelo requerido para su cuantificación, esta se ha medido en forma indirecta a través de la vulnerabilidad (susceptibilidad al cambio generado por el disturbio), integrando el análisis de las interrelaciones entre los ecosistemas y la sociedad. Este concepto se asocia a factores físicos, socioeconómicos y ecosistémicos, definiendo la exposición del sistema a los impactos e incidiendo en la capacidad de soporte a las necesidades de los agricultores (EVI, 2008; IPCC, 2001, 2007, 2013; Toro, Requena y Zamorano, 2012). La vulnerabilidad y la resiliencia son inversamente proporcionales: un sistema aumenta su vulnerabilidad en la medida en que disminuya su resiliencia (Kaly et al., 2004; Pratt, Kaly y Mitchell, 2004) (figura 3).

      

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