El pueblo judío en la historia. Juan Pedro Cavero Coll
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Era Gran Bretaña, sin embargo, quien gobernaba Palestina. Aunque desde 1944, en pleno Holocausto, miles de judíos participaron con el ejército inglés en frentes de guerra contra los países del Eje, Gran Bretaña continuó impidiendo la entrada de judíos en Palestina ―también en su propio territorio―, limitándola a 1.500 personas tras la llegada al poder del nuevo gobierno laborista. El rechazo progresivo por miembros del Yishuv a la política inglesa impulsó la formación de grupos judíos armados clandestinos, dispuestos a emplear medios violentos para acabar con el dominio británico y frenar la presión árabe.
Bandas extremistas y militantes eran la Organización Militar Nacional de Israel (Irgún Zwaí Leumí Be Israel), fundada en 1931 por disidentes de la Haganah, y desde 1940 los Luchadores por la Libertad de Israel (Lohamey Herut Israel, o Leji), grupo procedente del Irgún y dirigido al principio por Abrahán Stern (por eso los británicos también denominaban Stern al grupo). Tales bandas, insatisfechas con la estrategia de fomentar la inmigración ilegal desarrollada por las instituciones judías, optaron por la violencia. En respuesta a la represión del ejército inglés, en 1946 el Irgún hizo explotar las sedes administrativas civiles y militares del Mandato británico de Palestina, situadas en el hotel Rey David de Jerusalén, provocando la muerte de 91 personas de varias nacionalidades ―incluidos ingleses, árabes y judíos― e hiriendo a otras 46. El atentado careció del apoyo de las instituciones judías en Palestina y fue muy criticado por los dirigentes sionistas.
A pesar de la presión interior, el mayor impulso para la fundación de un estado judío independiente llegó de fuera. Como adelantamos, el Holocausto fue la prueba principal de la necesidad de resolver urgentemente el «problema judío» ―que era sobre todo, a la vista de los escasos apoyos, un «problema para los judíos»― de la manera menos mala: con un estado propio. «Sin Hitler, Israel no existiría», llegó a escribir el historiador alemán Sebastian Haffner; aunque también es cierto ―añadimos nosotros― que, si los deseos del dictador nazi se hubieran cumplido, no habrían quedado judíos para fundarlo. Entre otros, George Steiner recuerda esa relación entre el Holocausto y el nacimiento del estado israelí:
«Shoah es el viento negro de la matanza. Pero Ben Gurión lo dijo claramente: el estado de Israel surgió de la catástrofe de la Europa judía. Y aunque todavía no se comprenden los detalles (los archivos todavía no están abiertos), si la Unión Soviética de Stalin reconoce a Israel inmediatamente (como los Estados Unidos) es porque la Segunda guerra mundial había creado una situación única, singular, que permitía que este estado aspirara a la legitimidad.»
El gran problema de esa decisión era que, en parte de esas tierras, se encontraba ya una población asentada. Esta, sin embargo, nunca gozó de autonomía política porque, como indicamos, a su secular dependencia del Imperio otomano había sucedido el dominio británico. Pero Gran Bretaña se vio superada por los acontecimientos, mostrándose incapaz de controlar el clima de violencia creado por algunos ingleses, árabes y judíos. El 14 de febrero de 1947 el gobierno británico, enfrentado con los intereses de ambas partes en conflicto, hizo público por medio de su ministro de asuntos exteriores Ernest Bevin su propósito de «remitir el problema en su conjunto a las Naciones Unidas».
La Asamblea General, en su primer período extraordinario de sesiones (abril de 1947), decidió constituir una Comisión Especial para Palestina (United Nations Special Committee on Palestine, UNSCOP). La mayoría de sus 11 miembros propuso dividir Palestina en un estado árabe y otro judío, reservando Jerusalén a la jurisdicción internacional. Poco después, una subcomisión redujo escasamente la parte asignada al futuro estado judío. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 181 (II) por 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. En virtud de dicha resolución, Palestina quedó dividida en tres partes: el 56,4% para un estado judío, el 42,9% para un estado árabe y el 0,7% ―correspondiente a Jerusalén― declarado «zona internacional» y administrada por las Naciones Unidas. Además, la ONU fijó el fin del Mandato británico a mediados de mayo de 1948.
¿Cómo reaccionaron a estas decisiones las partes más implicadas? Aunque Jerusalén quedó fuera del control judío, el organismo judío aceptó la resolución. No ocurrió igual con los dirigentes árabes que, de inmediato, promovieron un ataque sistemático contra los judíos y sus intereses. Gran Bretaña, que tampoco quedó contenta, declaró su disconformidad con el dictamen de la ONU. Tras la aprobación del texto de Naciones Unidas, la lucha armada se intensificó y se generalizó el clima de violencia. El Plan de Partición de Palestina quedó sometido a los resultados de los enfrentamientos entre árabes y judíos, sin fuerzas internacionales que intervinieran para hacerlo cumplir.
El 14 de mayo de 1948 Gran Bretaña renunció a su Mandato sobre Palestina y retiró sus tropas. El mismo día David Ben Gurión, máximo representante de la comunidad judía, leyó en Tel Aviv el Documento de Independencia que declaraba «el establecimiento de un estado judío en Palestina, que será denominado estado de Israel». Unos 650 mil judíos vivían entonces en el nuevo país, así como y 1.300.000 árabes. Para los primeros las palabras de Ben Gurión suponían el cumplimiento de un sueño y para muchos, además, la oportunidad de superar las vejaciones nazis.
Tras casi dos milenios, la Tierra Prometida del pueblo judío volvió a ser realidad. Como afirma el escritor argentino Mario Satz, «con la creación del estado judío, aquellos que quisieron y pudieron hacerlo se deslizaron de la coordenada del tiempo a la del espacio». Para ellos comenzó entonces una etapa nueva, en la que desde el principio pudieron percatarse de la dificultad de resolver el que sigue siendo el mayor problema de los israelíes: el rechazo de quienes ocupaban antes parte de esas tierras.
Mucho sufrimiento hasta la paz
El 14 de mayo de 1948 el Consejo Nacional, que representaba a la comunidad judía en Palestina, proclamó la creación del estado de Israel en el territorio asignado por la Resolución 181 (II) de 29 de noviembre de 1947, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Muchos palestinos y varios estados árabes opuestos a la resolución de la ONU iniciaron sus ataques para acabar con Israel. Desde entonces, el conflicto árabe-israelí acompaña la existencia de millones de habitantes de la zona. La negativa de los dirigentes árabes a reconocer la nueva situación política degeneró en una espiral de violencia continua, tan perjudicial para los ciudadanos de Israel y el desarrollo de su país como para los habitantes de los estados limítrofes y sus economías.
Horas después de su nacimiento, los israelíes hubieron de enfrentarse a las tropas dirigidas por el mufti de Jerusalén y a los ejércitos de Egipto, Jordania, Siria, Arabia Saudí, Iraq y Líbano. A pesar de la escasez de recursos y de la inferioridad numérica, las defensas israelíes rechazaron los ataques y controlaron nuevos territorios, entre los que se encontraban algunos asignados al estado árabe en el Plan de Partición de 1947. Según la ONU, cerca de 750 mil palestinos abandonaron sus tierras y se convirtieron en refugiados. En 1949 la ONU consiguió el cese de las hostilidades, tras la firma por separado de acuerdos de armisticio entre Israel y los países árabes implicados a excepción de Iraq, que rehusó la negociación. Uno de los enclaves ocupados por Israel fue la parte oeste de Jerusalén, convertida desde diciembre de ese año (1949) en capital del estado, quedando la zona oriental de la ciudad en poder de Jordania. Excepto unos meses, esta situación territorial se mantuvo hasta la guerra de 1967.
El 29 de octubre de 1956 Israel inició la segunda guerra árabe-israelí, también llamada Campaña del Sinaí. La crisis que condujo al conflicto comenzó tras la orden del panarabista egipcio Abdel Nasser de cerrar el canal de Suez y los estrechos de Tirán, para convertir Israel en un gueto sin intercambios con el exterior. Además de esta decisión, la acumulación en los países árabes de armas procedentes de la Unión Soviética, la firma de una alianza militar entre Egipto, Jordania y Siria, y el deseo de Gran Bretaña y Francia de vengarse contra Nasser por el cierre del canal de Suez impulsaron al primer ministro israelí Ben Gurión a pactar en secreto con esos dos países europeos. Israel