El pueblo judío en la historia. Juan Pedro Cavero Coll

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El pueblo judío en la historia - Juan Pedro Cavero Coll

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ONU aprobó la Resolución 338, que instó al cese de las hostilidades y a la aplicación de la Resolución 242 (1973). Israel aceptó el alto el fuego siempre que los árabes también lo cumplieran y hubiese intercambio de prisioneros. Pero la guerra prosiguió, porque Egipto tardó varias horas en responder afirmativamente a la demanda de la ONU y porque Siria optó por continuarla.

      A petición de Egipto, cuya situación bélica empeoró con rapidez, el Consejo de Seguridad se reunió de nuevo. El 23 de octubre se aprobó la Resolución 339 (1973), que reafirmó la anterior. A falta de acuerdo entre la Unión Soviética y Estados Unidos, la primera de esas superpotencias partidaria de cesar el fuego, como quería el presidente egipcio Anwar el-Sadat, y la segunda opuesta a ello, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió otra vez. El nuevo proyecto de resolución, respaldado el día 24 por un grupo de terceros estados, reiteraba la petición de alto el fuego y solicitaba al secretario general de la ONU el aumento de observadores internacionales y el envío de fuerzas de emergencia a la región. En esa fecha Siria aceptó el alto el fuego, finalizando la guerra. Al día siguiente (25 de octubre) el proyecto patrocinado por esos países fue aprobado como Resolución 340 del Consejo de Seguridad. Se creó entonces la segunda Fuerza de Emergencia de Naciones Unidas (FENU-II) para mantener la paz, que supervisó la retirada de tropas.

      Había terminado la conflagración, pero el balance de las bajas humanas y las pérdidas económicas fue lo suficientemente importante en ambos bandos para que ninguno pudiera proclamarse vencedor. Además, creció como nunca el descontento de la población israelí, se temió la posibilidad de tener que devolver los territorios ocupados en 1967, el país quedó sumido en una crisis política y 25 países africanos rompieron las relaciones diplomáticas con Israel.

      Balance de la guerra árabe-israelí de 1973

      • Siria: 30.000 bajas (entre 11.000 y 12.000 muertos) soportadas por Siria e Iraq, 500 prisioneros, 180 aviones perdidos, cerca de 1.000 vehículos blindados destruidos o capturados y 8 barcos lanza-cohetes hundidos.

      • Egipto: 25.000 bajas (de ellas, casi 8.000 muertos), 8.000 prisioneros, 250 aviones perdidos, 500 carros de combate destruidos o capturados por Israel y 4 lanchas lanza-cohetes hundidas.

      • Israel: 6.000 bajas (de ellas, 2.521 muertos: 609 oficiales, 1.154 suboficiales y 758 soldados), 120 aviones perdidos, 620 vehículos blindados destruidos y 600 prisioneros capturados por los árabes.

      La guerra de 1973 contribuyó sin embargo al prestigio internacional de la OLP. En 1974 la OLP fue reconocida representante de los palestinos por la Liga Árabe. Y en septiembre del mismo año 56 estados miembros de Naciones Unidas pidieron que la «cuestión de Palestina» se incluyera en el programa de la Asamblea General, en el que continúa desde entonces tras aprobarse la propuesta. Igualmente la Asamblea General aprobó la Resolución 3236 (XXIX), de 22 de noviembre de 1974, en la que se reafirmaron los derechos del pueblo palestino a la libre determinación, a la independencia y soberanía nacionales, así como al regreso de los refugiados a sus hogares y a recuperar sus bienes. Su contenido, desde entonces, se ha ratificado anualmente.

      El mismo día, la Asamblea General decidió mediante una nueva Resolución [3237 (XXIX)] invitar a la OLP a participar en sus reuniones «en calidad de observadora», categoría que se extendió después a las demás instituciones de Naciones Unidas. A pesar del apoyo internacional al pueblo palestino, Israel siguió negándose a reconocer sus derechos, entre otras razones porque ni los representantes palestinos (la OLP) ni la mayoría de los estados árabes aceptaban la existencia del estado judío, decidida desde 1947 por la ONU.

      Como consecuencia de los hechos anteriores aumentó la inestabilidad en Oriente Próximo, aunque más en unos lugares que en otros. El empeoramiento fue especialmente intenso en la frontera entre Israel y el Líbano, cuya inmigración de palestinos procedentes de Jordania creció desde 1970. Dos años después, en represalia por las incursiones palestinas en su territorio, el ejército israelí atacó los campamentos de refugiados palestinos en el Líbano. El gobierno de este país solicitó entonces la mediación de la ONU para acabar las hostilidades, operación que fue supervisada por observadores militares internacionales de Naciones Unidas. A pesar de ello, entre marzo y junio de 1978 el ejército de Israel invadió el Líbano y desde entonces la frontera entre ambos países siguió siendo inestable.

      Gracias a la mediación diplomática norteamericana, las negociaciones entre árabes e israelíes produjeron entretanto algunas satisfacciones. Aunque la intransigencia del gobierno sirio imposibilitaba cualquier avance con ese país, la actitud conciliadora de los egipcios dio sus frutos en 1977 con la visita de Anwar el-Sadat a Jerusalén. En septiembre de 1978, bajo el amparo de Estados Unidos y con la total oposición de numerosos estados árabes y de la OLP, Egipto e Israel concertaron los históricos acuerdos de Camp David, en virtud de los cuales se firmó un tratado de paz entre ambos países (marzo de 1979). Egipto reconoció el derecho de Israel a existir y ofreció estabilidad en la frontera; a cambio, el estado judío se retiró del Sinaí (abril de 1982). Israel también aceptó en Camp David iniciar conversaciones con Jordania y los palestinos para el autogobierno de los habitantes de Cisjordania y Gaza por un periodo de cinco años previo a un acuerdo definitivo, así como un tratado de paz jordano-israelí. Sin embargo, la negativa de los dirigentes palestinos convirtió este proyecto en un fracaso.

      A pesar de ello, los Acuerdos de Camp David probaron que era posible el entendimiento entre árabes y judíos. Aun así, el problema principal seguía siendo la cuestión palestina. ¿Por qué Israel se negaba a un estado palestino? Parte de esa culpa correspondía a la OLP, opuesta a posturas conciliadoras y cada vez más fuerte. Esta entidad ya disponía de mayores ingresos, porque las ayudas de estados árabes aumentaron tras el alza en los precios del petróleo; además su posición política era más fuerte porque, entre otras razones, Arafat consiguió más apoyos de países del Tercer Mundo difundiendo las ventajas del idealismo socializante. En ese momento, desde luego, el robustecimiento de la OLP fue perjudicial para la paz, porque a juicio de Arafat la afirmación de los palestinos como pueblo implicaba necesariamente la destrucción de Israel, incitando a la guerra y al terrorismo como medios eficaces para conseguirlo.

      Entretanto las difíciles condiciones de vida de los campamentos de refugiados palestinos en los territorios ocupados por Israel ―que tampoco los grandes capitales árabes se esforzaron demasiado por mejorar―, el crecimiento de asentamientos judíos en fronteras no reconocidas por nadie y la necesidad del petróleo árabe para el desarrollo económico condujeron a un casi total aislamiento internacional de Israel. Este, empeñado en usar todos los medios a su alcance para subsistir, siguió recurriendo en ocasiones a la expansión territorial para reforzar su seguridad, práctica que también comenzaron a cuestionar muchos judíos de la diáspora.

      Para eliminar la infraestructura de la OLP, suprimir esa amenaza cerca de sus fronteras y responder al intento de secuestro de su embajador en Gran Bretaña por el grupo terrorista dirigido por el palestino Abú Nidal, en 1982 el gobierno de Israel ordenó a su ejército invadir el Líbano. Durante más de dos meses Beirut fue asediada y las falanges libanesas aliadas de Israel asesinaron a cientos de civiles palestinos en los campos de refugiados de Shatila y Sabra. El gobierno israelí trató de justificar ante su opinión pública la invasión denominándola «Operación Paz para la Galilea», porque así lo consideraba. Por eso, a pesar de la petición de la ONU para que se retirara [Resolución 509 (1982)], el ejército israelí permaneció en Líbano como fuerza invasora hasta 1985, año en que emprendió su repliegue.

      De todos modos, en la zona libanesa fronteriza con Israel se instaló el llamado «Ejército del Líbano meridional», aliado del estado judío y asesorado por fuerzas de defensa de Israel asentadas en el territorio. Dicho espacio libanés fue considerado «zona de seguridad» por Israel que, en repetidas ocasiones, ha asegurado que no tiene el menor interés en apropiarse de territorios o recursos libaneses, sino que solo quiere garantizar la seguridad en su frontera septentrional. A pesar de ello, las reiteradas provocaciones

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