La leyenda negra en los personajes de la historia de España. Javier Leralta

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La leyenda negra en los personajes de la historia de España - Javier Leralta

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formaron parte de su vida? Posiblemente, sobre todo si se dispone de una información previa sobre sus hazañas y leyendas. La recreación imaginaria y la ambientación interior que hacemos de unos hechos después de leer sus andanzas ayudan mucho a comprender las historias narradas en la obra. Un objeto o un escenario por sí solo no aporta más información que la meramente visual y técnica; en cambio, esos datos pueden resultar emocionantes y divulgativos si nos acercamos a ellos con información previa. La suma de varios objetos y lugares conectados entre sí por medio de un personaje histórico sí ofrece un valor añadido a su biografía y al conocimiento de su obra.

      El Camino del Cid, por ejemplo, es una ruta histórica, literaria, paisajística y legendaria que evoca una época y las peripecias que atravesó Rodrigo Díaz de Vivar a lo largo del siglo XI según la tradición escrita. Si a los lugares por donde pasó camino del destierro, le sumamos la ambientación que supone el contacto directo con los elementos que formaron parte de su vida, el conocimiento sobre el personaje en cuestión se enriquece mucho más y la lectura de su historia se disfruta con mayor intensidad, con mayor implicación si cabe. Existe, pues, una interacción entre la vida del personaje, sus huellas visibles y la inquietud del lector por profundizar en la leyenda de cada protagonista.

      La intención de este libro es, por tanto, buscar la complicidad del lector, invitándole a conocer los lugares frecuentados por las personas que dan vida a los capítulos. Siempre he pensado que la historia hay que vivirla con intensidad, con todos los sentidos si es posible, y que una buena manera de entenderla y disfrutarla es paseando por sus recuerdos a través de todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance: museos, yacimientos arqueológicos, conventos, templos, palacios, fortalezas, bibliotecas, pueblos y ciudades, paisajes, caminos, música, literatura, pintura, cine y así hasta completar el maravilloso circuito del túnel del tiempo. La historia hay que tocarla y por eso creo que el mejor complemento de un libro de divulgación de estas características es viajar en el tiempo a través de sus huellas. Afortunadamente este país tiene un rico patrimonio que permite reencontrarnos con ella, a veces en las mejores condiciones posibles, circunstancia que es de agradecer.

      Estas rutas solo pretenden servir de ambientación para conocer mejor a los personajes a través de sus mundos, de aquellos lugares que frecuentaron, objetos que manejaron, villas donde residieron e hicieron justicia, dependencias que utilizaron, tierras donde lucharon y murieron y sepulturas que les cobijaron. En algunas rutas se ofrece la posibilidad de mirar a los protagonistas a los ojos, cara a cara, a través de los retratos y pinturas historicistas que nos han dejado los artistas; obras que también le ayudarán a conocer mejor al personaje e incluso a entender su leyenda negra en el lugar de los hechos.

      Cada lugar de referencia viene acompañado de varias direcciones web para preparar la ruta con acierto y buena información. Pistas para seguir profundizando en el apasionante mundo de la historia. Me gustaría indicar que en la mayoría de los casos las rutas y recorridos propuestos son solamente un resumen orientativo de los lugares que conservan algún recuerdo de los protagonistas del libro, a partir de los cuales cada lector puede añadir a su gusto otros escenarios a medida que vaya recopilando más información. Aunque el libro tiene una estructura cronológica –del siglo XI al XVII– por razones de orden temporal, la obra se puede abrir por cualquier capítulo y leerse a la carta, a capricho, a trozos, a gusto de lector.

      Quiero terminar este preámbulo con una sugerencia para completar la ambientación de la vida de cada personaje. En todas las cortes citadas la música formaba parte del arte de vivir de los nobles y, afortunadamente, tenemos muy buenos testimonios sonoros gracias al espléndido trabajo de grandes especialistas en música antigua y popular como Jordi Savall (www.jordisavall.es), Luis Delgado (www.luisdelgado.net), Joaquín Díaz (www.funjdiaz.net) y Eduardo Paniagua (www.pneumapaniagua.es) entre otros artistas. En la discografía de todos ellos podemos encontrar una maravillosa ambientación musical para acompañar la lectura de cada capítulo.

      De todos los maestros citados he elegido al madrileño Eduardo Paniagua para completar el ciclo emocional del libro. Se trata de uno de los grandes especialistas en música medieval, arábigo-andaluza y de las tres culturas, laureado con múltiples premios gracias a su trabajo de investigación y hermanamiento a través de la música. Recomiendo leer cualquier capítulo acompañado de la excelente música recopilada en su vasta discografía que abarca desde la España del Cid hasta la Conquista de Granada en lo que se refiere al ámbito del libro. Para la España de Juana la Loca, Felipe II y Carlos II existen muy buenas obras de música renacentista (ver música borgoñona y de la Capilla Real) y barroca que pueden utilizarse para acompañar la lectura de los últimos capítulos como las de Juan de la Encina, Cristóbal de Morales y sobre todo el ciego Antonio de Cabezón, músico favorito de Felipe II al que acompañó toda su vida.

      Termino con dos apuntes que conviene anotar: las páginas web de Radio Clásica (www.rtve.es) y www.musicaantigua.com pueden ayudar para completar el apartado de documentación, y el programa musical Spotify puede ser una buena herramienta informática para tener la oportunidad de escuchar todas las propuestas musicales sugeridas.

      El capítulo primero se puede abrir escuchando de fondo los Romances del Cid de Joaquín Díaz, completados con la recopilación España del Cid. Para la lectura del capítulo de Ramiro II se pueden elegir varios álbumes como Tres Culturas y Octoechos Latino. El capítulo de Alfonso X es el más complejo por el minucioso trabajo realizado con las Cantigas, desmenuzadas por territorios. De todas ellas propongo escuchar las de Toledo, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, Jerez, Santa María del Puerto más una obra de tiempos de su abuelo Alfonso VIII, Trovadores en Castilla. De todas formas, cualquier elección siempre será un acierto. Para el capítulo de Fernando IV el Emplazado puede ayudar la audición del disco Al Ála Al Andalusiyya por la fuerte vinculación que tuvo el monarca castellano con el viejo Al Andalus.

      La misma vinculación con el sur peninsular tuvo Pedro el Cruel y por ello se sugieren los trabajos La felicidad cumplida, Alcázar de Sevilla y Poemas de la Alhambra. Este último álbum también es recomendable para seguir las vidas de Juan II y sobre todo la de Enrique IV, fanático de la cultura nazarí. Los temas de La conquista de Granada, El oficio de la toma de Granada, Zambra de moriscos y Tesoros de Al Andalus completan las recomendaciones de los capítulos sexto, séptimo y octavo pertenecientes al siglo XV. Quisiera añadir algunas sugerencias para el capítulo de Juana la Loca: Juana I de Castilla, Misteris de Dolor y Si no os hubiera mirado. La lectura de la vida del príncipe Carlos puede estar acompañada por la ópera Don Carlo de Verdi y para cerrar la primera parte del libro (capítulo de Carlos el Hechizado) me recomiendan la música de Cristóbal Galán, responsable de la capilla de las Descalzas Reales y de la Capilla Real del monarca, más los álbumes La Rosa de la Alhambra y Canciones de amor y de guerra.

      Javier Leralta

      “Dios, qué buen vasallo, si tuviese un buen señor”.

      Comentario de las gentes de Burgos al pasar Rodrigo por la ciudad de camino al destierro según el Poema de Mío Cid.

      Alfonso VI (?1040-Toledo, 1109), rey de León, Castilla y Galicia; hijo segundo de Fernando I de León y doña Sancha. Conquistó la taifa de Toledo en 1085 extendiendo la frontera cristiana del Duero al Tajo. Su leyenda negra está relacionada con la posible participación en la muerte de su hermano Sancho II, rey de Castilla, ocurrida junto a la muralla de Zamora. Este episodio sangriento obligó al Cid a tomarle juramento en la iglesia burgalesa de Santa

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