Disrupción tecnológica, transformación y sociedad . Группа авторов
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– Únicamente el 20% del total de e-waste producido a nivel mundial ha sido sometido a procesos de recolección y reciclaje adecuados (Baldé et al., 2017: 4).
– En Colombia durante 2016 se produjeron 275.000 toneladas de e-waste, equivalentes a 5,6 k/h (Baldé et al., 2017: 103).
– Un reciente informe de las Naciones Unidas estima que para 2030 la producción mundial de e-waste será de 75 millones de toneladas y de 111 millones de toneladas para 2050 (Parajuly, 2019: 19).
Son relevantes estas estadísticas al tener en cuenta que un producto electrónico que deja de servir y se convierte en desecho generalmente contiene, entre otros, plástico, vidrio, ácidos, plomo, mercurio, oro, plata, arsénico, bromo, berilio, aluminio, cromo, cobre, cadmio, litio, selenio, níquel, titanio y zinc (Vega, 2012: 57; Fernández, 2014: 4-6), que resultan altamente tóxicos para el medioambiente, las plantas, los animales y los seres humanos (Parajuly, 2019: 13).
Además de los criterios esgrimidos, destaca un estudio realizado en Alemania por la Universidad de Bonn y el Instituto Oeko, en el cual se investigó la vida útil de productos tales como electrodomésticos de gran tamaño (neveras, lavavajillas, lavadoras, etc.), electrodomésticos de pequeño tamaño (tostadoras, sandwicheras, hornos microondas, etc.) y productos electrónicos de consumo y productos electrónicos de comunicación, concluyendo que en la mayoría de productos –dentro de los primeros cinco años de uso– se había aumentado la tasa de reemplazo por defectos técnicos, pasando de un 3,5 a un 8,3%, al comparar datos de los años 2004 y 2012 (Prakash et al., 2016: 24)57.
Adicionalmente a la contaminación generada por los productos cuya vida útil ha caducado, la obsolescencia programada genera contaminación con la producción y fabricación de bienes. Al respecto Robayo (2017: 372) señala:
Para satisfacer el actual consumo desaforado de productos eléctricos y electrónicos, producto muchas veces de una demanda creada de modo artificial por la reducción voluntaria de la vida útil de estos productos, es necesaria la excavación de grandes extensiones de tierra, la deforestación y eliminación de la naturaleza, y la destrucción de tierras fértiles, con el fin de explotar los recursos naturales que se encuentran en el subsuelo terrestre. Tres grandes consecuencias se derivan de estas prácticas extractivas salvajes: […] extinción de recursos naturales no renovables como los minerales y los metales; […] deforestación y extinción de la biodiversidad […] contaminación que se genera con ocasión de la explotación de recursos minerales, cuyos procesos precisan de sustancias altamente contaminantes como el cianuro, el arsénico y el mercurio […].
Debido a la vida útil limitada de los bienes manufacturados, y a su creciente consumo, se ha generado un aumento significativo en la depredación de los recursos naturales, según expone un dictamen del Comité Económico y Social Europeo (2014) con estadísticas vigentes hasta el año 2013:
– Para 2013 el consumo anual de materias primas en la Unión Europea era de aproximadamente 60.000 millones de toneladas, lo que equivalía a cerca de un 50% más de recursos naturales que treinta años atrás (Unión Europea Comité Eco Económico y Social Europeo, 2014, num. 2.8.).
– De acuerdo con los niveles conocidos desde 1999, se estima que con una tasa de crecimiento anual de producción primaria del 2%, las reservas de cobre, plomo, níquel, plata, estaño y cinc no durarían más de treinta años, y las de aluminio y hierro entre sesenta y ochenta años (Unión Europea Comité Eco Económico y Social Europeo, 2014, num. 2.8.)
– La vida útil de los electrodomésticos es de seis a ocho años, mientras que veinte años atrás oscilaba entre diez y doce años (Unión Europea Comité Eco Económico y Social Europeo, 2014, num. 2.11).
Lo expuesto da cuenta de la incidencia negativa de la obsolescencia programada en el medio ambiente: por un lado, genera un aumento en el consumo de los recursos naturales, y por otro, causa contaminación cuando los productos devienen obsoletos y se convierten en desechos que, de no ser reciclados y tratados debidamente, devienen factores altamente contaminantes.
Es evidente que la dinámica expuesta debe ser contenida. El formato tradicional de los negocios en un marco como el actual, de crecimiento y disrupción tecnológica, debe evolucionar hacia un modelo de economía circular que ya ha empezado a ser promovido por sistemas de gran relevancia e influencia internacional como el europeo.
El fundamento medioambiental es la piedra angular de los argumentos que sustentan la iniciativa antedicha, basada principalmente en articular un catálogo de estrategias que favorezcan la extensión de la “usabilidad” de los potenciales desechos, antes de que siquiera puedan concebirse como tal, en virtud de la capacidad que les debe ser intrínseca de poder cumplir el objetivo originario para el cual fueron concebidos, durar el mayor tiempo posible. Así, de acuerdo con Bocken et al. (2016), las estrategias del diseño circular de los productos son58:
– El diseño emocional, enfocado en generar confianza y satisfacción en el consumidor;
– El diseño de durabilidad, aplicado a los productos con el objetivo de extender al máximo su vida útil;
– El diseño de estandarización y compatibilidad, enfocado en que los accesorios de los productos sean compaginables entre sí, modulables y multifuncionales;
Diseño de reparación, conducente a que la decisión de refacción de sus productos por parte del consumidor, sea de fácil ejecución;
– El diseño de actualización y adaptabilidad, dirigido a que los bienes de consumo incorporen en términos internos las características necesarias para adaptarse a las necesidades de actualización que surjan del desarrollo propio de la técnica, y
– El diseño de desmontaje y montaje, orientado a que los componentes de los productos puedan ser acoplados, sustituidos y desarticulados, sin que aquello provoque un imperativo desecho.
La aplicación completa y reflexiva de las mencionadas estrategias requiere de una labor de reeducación que aún está en fase primaria. Los programas de responsabilidad social corporativa de las empresas han emergido como un instrumento de comprobación de la consciencia de las compañías acerca de los múltiples aspectos que se ven impactados con el ejercicio que ellas hacen de los negocios, así como con la contribución que deben realizar a través de sus actividades, a facetas económicas, sociales y medioambientales.
Si bien los programas de responsabilidad social corporativa representan un avance hacia la consolidación de un sistema equilibrado con capacidad de concatenar adecuadamente los objetivos económicos con los de otras naturalezas “transversales”, no configuran instrumentos suficientes para combatir conductas como la obsolescencia programada, que repercuten directamente en la sostenibilidad del planeta.
Razón por la cual no constituye un verdadero riesgo manifestar en este punto que a la economía circular, y a los programas de responsabilidad social corporativa es necesario adherir un cambio de enfoque de los negocios, con base en el cual la adquisición de productos ceda ante el acceso a los servicios y a las funcionalidades –al uso– que prestan esos bienes.
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