Políticas públicas y regulación en las tecnologías disruptivas. Группа авторов

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2003).

      Reddick y Boucher (2002), citados por Rodríguez (2006), indicaron que la relación entre los ingresos de una persona y el acceso a internet es la siguiente: a mayor ingreso, mayor probabilidad de que una persona sea usuaria de la red y mayor el promedio de ingresos de una sociedad. Es interesante analizar eso de la mano con la diferenciación que se ve en términos de uso de internet al comparar a quienes tienen altos ingresos con quienes no: el primer grupo utiliza esta herramienta particularmente en asuntos relacionados con sus negocios, en contraste con quienes tienen un bajo nivel de ingresos, que suelen emplear esta red con fines relacionados con el ocio y redes sociales, como lo evidencia Alfonso (2020), convirtiéndose así internet en un bien inferior para las personas que tienen ingresos inferiores, que son quienes emplean esta red en actividades inferiores, principalmente.

      Asimismo, como es lógico, el poder adquisitivo de los individuos condiciona la posibilidad que tienen de acceder a las TIC y, además, la calidad de la conectividad o de los equipos que utilizan quienes logran acceder a ellos suele ser menor en caso de tener ingresos bajos. Al respecto, indica Constaín (2019a), exministra del MinTIC, que, pese a que ha habido una mejora en la prestación de los servicios TIC en los últimos diez años, en Colombia la penetración de estos en estrato 1 es del 21,7%, mientras que en el estrato 6 es del 98%. En ese mismo sentido, el Departamento Nacional de Planeación (2017) indicó que para ese año había servicio de Internet solo en menos del 20% de hogares estrato 1, en alrededor de 46% para los pertenecientes a estratos 2 y 3, y de más del 70% en los estratos más altos2.

      Para dimensionar el tamaño de la brecha económica que actualmente existe en el país que, como se dijo, es causante de la brecha digital, también es preciso traer a colación las estadísticas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2018a), que corresponden al censo más reciente realizado en Colombia. De acuerdo con las mismas, en Colombia hay 45,5 millones de habitantes, de los que en 2018 un 19,6% son considerados pobres de acuerdo con el Índice de Pobreza Multidimensional3, el 27% se encuentra en condiciones de pobreza monetaria4 y el 7,2%, en pobreza extrema5.

      Así pues, se evidencia que, a nivel general, existe una relación directa entre la brecha económica y la digital (donde esta última puede ser más grande) y, particularmente en el caso colombiano, este escenario tiene el agravante de las cifras de pobreza y desigualdad que se mencionaron, que amplifican y dan cuenta de la dimensión de la brecha digital. En ese sentido, se concluye que, para lograr disminuir la brecha digital, es imperativo trabajar en la reducción de la desigualdad económica y pobreza que hay en el país.

      2. LA BRECHA DIGITAL Y EL GÉNERO

      Frente a este factor, debe hablarse de dos asuntos relevantes en los que se ha evidenciado el género como un aspecto amplificador de la brecha: por un lado, se encuentran los temas relacionados con el acceso, uso y apropiación de las TIC y, por otra parte, se encuentran las barreras para pertenecer y trabajar en este sector cuando se es mujer.

      Respecto al primero de los aspectos, es oportuno indicar que aunque existen encuestas recientes hechas por el MinTIC en la materia, tal como lo afirma Botero (2019), estas no son del todo precisas para definir la dimensión de la brecha digital para las mujeres, si se tiene en cuenta que solo el 20% de las encuestadas pertenecían a poblaciones rurales o grupos vulnerables; hecha esa observación, se pueden destacar del sondeo realizado por el MinTIC (2018a) las siguientes cifras en materia de utilización de las TIC por las mujeres: existe un 19% de mujeres que aún no han logrado acceder a las TIC, el 42% de ellas no tiene un computador (de escritorio o portátil) y de la mayoría de mujeres que tienen el acceso, un 87% usa internet principalmente para acceder a redes sociales.

      Por otra parte, en cuanto a la pertenencia al sector por parte de las mujeres debe resaltarse que su participación es mínima. A manera de ejemplo, puede decirse que, según el Observatorio TI, en 2015 la participación de las mujeres en la industria de las tecnologías de la información fue de 39% (contra el 61% de hombres), tendencia que se repite cuando se analiza el porcentaje de mujeres que ocupan cargos estratégicos y cuando se ve que solo el 11% de las personas que trabajan en seguridad digital son mujeres (MinTIC, 2018b), estadísticas que pueden leerse de la mano con cifras mundiales que indican que solo el 22% de personas que trabajan en temas de Inteligencia Artificial pertenecen al género femenino.

      Hay pocas mujeres en Colombia que estudian carreras relacionadas con este campo; estudios de la Universidad Nacional de Colombia (2015) indican que:

      De los estudiantes admitidos entre el segundo semestre de 2007 y 2014 al pregrado Ingeniería Mecánica en la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín), 1.215 corresponden a hombres y 99 a mujeres, lo que equivale al 92% y 7%, respectivamente. Y en Ingeniería de Sistemas e Informática las cifras no distan mucho: 1.237 (91%) de hombres y 123 (9%) de mujeres admitidos en el mismo lapso... por otro lado, de los graduados de la Universidad de Antioquia entre 2004 y 2014 en la Facultad de Ingeniería, las mujeres representan el 33% (1.881) y los hombres el 67% (3.770).

      Todas las cifras mencionadas contrastan fuertemente con el déficit de 62.000 profesionales que hay en Colombia en este sector (MinTIC, 2019) y con el 61% de mujeres del país que dicen que estarían interesadas en asistir a cursos de formación en TIC, también se contraponen con la cifra que indica que el 43% de las adolescentes ha pensado estudiar sistemas o una carrera relacionada con las TIC, pero muchas de ellas desisten argumentando que donde viven no hay oferta de esas carreras o que consideran que hay estereotipos que indican que “esas son carreras para hombres” (MinTIC, 2018a).

      Por lo anterior, para cerrar la brecha digital es necesario que se trabaje en los dos aspectos mencionados, en aras de incluir a las mujeres en las políticas destinadas al acceso, apropiación y trabajo de las mujeres en el sector TIC, máxime si se tiene en cuenta que esto, como lo afirma el Observatorio de Igualdad de Género para Latinoamérica y el Caribe (2013), es un proceso que permite a las mujeres ser parte activa de la sociedad, empoderándolas, brindándoles beneficios como la productividad en el trabajo y disminución de costos en el campo de la salud y educación, que deben ser asuntos de los cuales puedan obtener provecho todos los géneros.

      3. LA BRECHA DIGITAL Y EL NIVEL EDUCATIVO

      El nivel educativo de un individuo condiciona su posibilidad de acceder a las TIC, la manera de hacerlo y el nivel de desenvolvimiento que pueda tener en ellas, lo que a su vez constituye una limitante para el acceso a la información y al conocimiento al que se puede llegar por medio de estas tecnologías.

      Se ha hablado de analfabetismo digital para hacer referencia a la ausencia de capacidades que permiten el uso y apropiación de las TIC y el acceso a los diferentes beneficios que de ellas se derivan, lo que suele ir ligado directamente con el nivel de educación que ha tenido una persona en estos asuntos.

      Lo anterior resulta preocupante si se tiene en cuenta la brecha educativa que hay actualmente en Colombia: 56 de cada 100 colombianos no han culminado su secundaria, siendo 7,3 el promedio de años de escolaridad en el país, lo que es grave si se tiene en cuenta que, de conformidad con la CEPAL, culminar el bachillerato constituye el umbral mínimo para aspirar a niveles de bienestar y desarrollo a lo largo de la vida. Además, de quienes culminan ese nivel de estudio, solo el 38% continúa su camino hacia la educación superior de acuerdo con la información dada por esta organización, y de aquellos que se gradúan de un pregrado, solo 3 de cada 10 culminan un posgrado y únicamente 16 personas por cada millón de habitantes terminan un doctorado, siendo así Colombia uno de los países con menor porcentaje de adultos con estudios universitarios, pese a ser uno de los que pertenecen al grupo donde este tipo de estudios generan más ganancias (NinezYA, 2018; Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 2019; Adecco, 2016; El Espectador, 2019; Comisión Económica para América Latina y El Caribe –CEPAL–, 2013).

      Esa brecha educativa tiene un impacto directo

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