Reglas insensatas. Freddy Escobar Rozas
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Los conceptos poseen una estructura definitoria, pues contemplan las condiciones necesarias y suficientes para su aplicación (Margolis y Laurence, 1999, p. 9). El concepto de “soltera”, por ejemplo, especifica las condiciones necesarias y suficientes para su aplicación: “mujer”, “adulta” y “no casada”.
Los conceptos poseen dos elementos: (i) el contenido y (ii) la forma. El primero corresponde al referente representado (p.e. una acción). El segundo corresponde al símbolo empleado para exponer al referente en cuestión (Gardner, 2006, p. 11). Por consiguiente, es posible que las mismas ideas sean expuestas a través de distintas formas: palabras, números, diagramas, gráficas, etc.
Por ejemplo, la idea económica de “acción negligente”3 puede ser presentada de dos formas:
Palabras:
“No adoptar la precaución X con el fin evitar el evento Y, a pesar de que el costo de tal precaución es menor a la pérdida (esperada) producida por tal evento”.
Fórmula:
“B < PL
Donde:
B = costo;
P = probabilidad de pérdida (en ausencia de precaución);
L = magnitud de la pérdida”
No existe certeza respecto al origen de los conceptos. Algunos sostienen que son innatos. Otros, por el contrario, sostienen que son adquiridos. Los primeros afirman que existen dos tipos de conceptos: (i) aquellos que pueden ser descompuestos; y, (ii) aquellos que no pueden ser descompuestos. El concepto complejo de “cuadrado negro” puede ser descompuesto en dos conceptos simples: “cuadrado” y “negro”. Los conceptos simples de “cuadrado” y negro” no pueden, en cambio, ser descompuestos. Según los defensores del “nativismo”, si existen unidades mentales que no pueden ser descompuestas, esas unidades han de ser innatas. Su aplicación efectiva depende, sin embargo, de que la sensación y la percepción “liberen” esas unidades mentales de su “estado de hibernación”. Los segundos afirman que los conceptos son polisémicos. El concepto de “construcción” puede referirse a un evento (p.e. “la construcción tomará varios meses”), a un proceso (p.e. “la construcción será compleja”) o a un resultado (p.e. “la construcción estará situada en la Av. X”). Según los defensores del empirismo, si los conceptos poseen diferentes sentidos y si esos sentidos se emplean en función de cada contexto, su origen solo puede ser convencional (Pinker, 2007, pp. 93 y ss.)4.
Tampoco existe certeza respecto a la relación entre los conceptos y las palabras (o, en general, los símbolos). Algunos consideran que, si bien los conceptos generalmente se expresan en palabras, aquéllos son independientes de éstas. Existe, por tanto, un “lenguaje de los pensamientos” autónomo e independiente. Otros, por el contrario, consideran que los conceptos se encuentran influenciados directamente por las palabras y los símbolos. El sentido concreto de los conceptos empleados depende de las palabras y de los símbolos elegidos. No existe, por consiguiente, un “lenguaje de los pensamientos” que sea autónomo e independiente: el “lenguaje de los pensamientos” es el “lenguaje de las palabras” (Pinker, 2007, p. 125).
2. FUNCIONES
Los conceptos, en tanto representaciones mentales, conforman el sustrato sobre el que se desarrollan los procesos cognitivos5. Los conceptos, en consecuencia, permiten categorizar, memorizar, razonar, decidir, etc.6.
La literatura cognitiva sugiere que los conceptos cumplen, cuando menos, tres funciones fundamentales.
La primera función consiste en facilitar la “esquematización” de la realidad. Los conceptos describen referentes (acciones, emociones, eventos, objetos, propiedades, seres, situaciones) en términos de “clases”, esto es, en términos que toman en consideración, no las características particulares de, por ejemplo, los objetos A1, A2, A3 (…) AN, sino las características (relevantes) comunes de dichos objetos7. El concepto de perro, por ejemplo, describe características (relevantes) comunes de determinados animales8. Ese concepto no toma en consideración las infinitas características particulares de cada uno de los animales que conforman la “clase”.
La “esquematización” de la realidad resulta beneficiosa por dos razones. Primera: incentiva la capacidad de razonar en términos abstractos9. Segunda: permite comprender las complejidades de la realidad en función de un número limitado de componentes10.
La segunda función consiste en promover la creación y organización de bancos de información sobre experiencias y, por lo tanto, el desarrollo de la memoria. Los conceptos permiten (a) clasificar las situaciones que constantemente se experimentan; y, (b) almacenar de manera sistematizada el conocimiento desarrollado en tales situaciones11. De este modo, si en el futuro se presentan esas situaciones, las personas pueden emplear el conocimiento almacenado12.
La tercera función consiste en promover la eficiencia cognitiva. Los conceptos permiten razonar en términos abstractos sobre los referentes (p.e. sentimientos). En otras palabras, los conceptos permiten razonar en términos “ideales”, que suprimen las múltiples (y generalmente complejas) características diferenciadoras de acciones, emociones, eventos, objetos, propiedades o situaciones13. Al reducir de manera sensible (a) tanto los niveles de información como (b) los niveles de complejidad de los referentes, los conceptos permiten la producción de conocimiento al menor costo posible14. Las personas, en consecuencia, logran entender los aspectos relevantes de los referentes sin necesidad de procesar enormes cantidades de información irrelevante15.
3. BARRERAS
En teoría los conceptos cumplen diversas funciones que “facilitan” el desarrollo eficiente de los procesos cognitivos. En realidad, sin embargo, los conceptos poseen una eficacia funcional limitada. Veamos por qué.
Las representaciones mentales, por un lado, no pueden capturar con precisión la totalidad de las características que poseen los referentes. El concepto de amor, por ejemplo, no puede capturar con precisión la totalidad de las características que posee ese sentimiento ni sus diversos “grados de intensidad”16.
El mismo concepto puede generar construcciones opuestas:
Abraham Lincoln, in a speech at Baltimore in 1864, recognized both the difficulty of defining ‘freedom’ and the fact that the Civil War between the North and the South was based, in a way, on a misunderstanding related to that word. ‘The world’, he said, ‘has never had a good definition of the word liberty’ (…) In using the same word, we do not mean the same thing (Leoni, 1991, p. 25).
Las representaciones mentales, por otro lado, son “contextuales” por dos razones. Primera: usualmente emplean palabras y éstas son, per se, contextuales17. Imaginemos que B indica a C lo siguiente: “debes estar a las 7.00 pm”. ¿Puede C presentarse a las 7:15 pm? La respuesta es: “depende”. Si B es el profesor de historia que dictará la conferencia, es obvio que C no puede presentarse a esa hora. En cambio, si B es el amigo que ofrecerá una fiesta, es obvio que C sí puede presentarse a esa hora. El contexto, por tanto, determina el sentido de las palabras empleadas por B. Segunda: usualmente se realizan en determinado ambiente situacional (p.e. negociación de un contrato, resolución de disputa arbitral). Ese ambiente, sin embargo, no es “neutral”; ese ambiente genera “narrativas opuestas”18. ¿Por qué? Pues porque las personas tienen relación con, o interés en, ese ambiente (p.e. parte que negocia el contrato, árbitro que resuelve la disputa) y, en base a tal relación o interés, deciden resaltar unos aspectos e ignorar otros19 (“emotional framing effect”)20.
Aplicados en el plano de la realidad social,