Fidelidad, guerra y castigo. Sergio Villamarín Gómez

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Fidelidad, guerra y castigo - Sergio Villamarín Gómez

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resservant-se el assignar la cantitat que serà menester per a ocurrir al reparo de este fet quant los tres estaments, ecclesiàstich, militar y real del present regne hauran nomenat elets per a este effecte, y juntament ab ses señories designaran y señalaran la cantitat.

      El objetivo era que los insurrectos catalanes «…no pretenguen infectar lo present Regne, e introduhir en aquell lo contagi de la solevació en los ànimos inquiets, que seria la ruina…». La resolución debería esperar a la reunión con los estamentos para dotarse de contenido, validez legal y viabilidad económica. Con todo, adelantándose a ellos los responsables de la Generalitat –sin vacilaciones ni discrepancias– ratificaron su compromiso en la defensa del orden establecido. Paradójicamente, los mismos que recibirán y colaborarán con los austracistas cuando entren en Valencia pocos meses después.71

      El 10 de octubre tuvo lugar la reunión con los electos.72 Estos consentían en el caso inopinado y le asignaban 5.000 libras de derechos nuevos para el regimiento de caballería del marqués de Pozoblanco –con órdenes de permanecer en el reino tras la petición de las instancias valencianas– y la defensa de Vinaròs.73 Para salvaguardar los derechos de Generalitat y estamentos ante el anómalo procedimiento de adopción, incluyeron expresamente en la resolución que ésta no sirviese de precedente, ni pudiese usarse en otra circunstancia; se debió a la necesidad del momento y la obligación de satisfacer con urgencia los servicios del rey. De cualquier modo, y aunque desconozcamos si existían intenciones previas de los electos estamentales, la iniciativa de la Generalitat había iniciado la defensa.

      Mientras, continuaron despachando correos solicitando tropas que garantizasen la defensa del reino y armando a las pocas disponibles. Sancho Chavarría, teniente coronel de las guardias del monarca, recibió 30 fusiles con sus respectivas bayonetas. El 22 de octubre, acordaron entregar a José Monflorit 2.000 libras de las 5.000 asignadas al caso inopinado de Tortosa. Este acuerdo se produjo a petición del virrey para, cumpliendo lo acordado, satisfacer las necesidades de mantenimiento del regimiento de caballería del marqués de Pozoblanco. El 7 de noviembre de 1705, se nombraron nuevos artilleros para la guardia de la casa de las armas, ya que, a causa del tiempo y las lluvias, los anteriores habían contraído enfermedades que les impedían continuar la labor que desarrollaban desde agosto. A los enfermos se unieron como bajas los artilleros enviados a cumplir el servicio del rey a ciudades como Gandia, Peníscola, Dénia o Vinaròs.74 A su vez, proseguían las peticiones a Madrid para intentar influir en unas decisiones bélicas que hasta ahora solo parecían favorecer la indefensión del reino valenciano.75 La última, la orden del mariscal jefe del ejército borbónico Tserclaes-Tilly a Nebot de abandonar Dénia, fue seriamente contestada también por electos, motivando una rectificación mediante una tardía orden real que llegó a Valencia en un correo del 10 de noviembre, cuando Nebot ya se encontraba en Gandia.76

      Pese al avance austracista hacia el norte desde Dénia seguían sin llegar socorros militares, lo que obligó al virrey a realizar a los diputados una nueva petición económica. Monflorit debería asistir ahora al regimiento del marqués de Pozoblanco. Esta vez la petición era de 1.500 libras, a obtener del caso inopinado de Tortosa y Vinaròs. Se había pasado de una rebelión comarcal con fuerte apoyo popular pero absolutamente controlada con un único regimiento, a un conflicto en extensión a toda la geografía valenciana, con lo que, además de amenazar la posición de la capital, entorpecía enormemente la respuesta de unas administraciones desbordadas. Y buen ejemplo de ello es la misma Generalitat que veía peligrar, cuando no desaparecer, el cobro de sus tributos, que sostenían al escasísimo ejército borbónico del reino. Juan Portillo de Villafranca y Soler, credenciero de los derechos del general, generoso, capitán de caballos y comandante de las compañías de la costa de la ciudad de Orihuela se vio obligado a delegar en su cargo «… per les continuades occupacions en servisi de Sa Magestad, que Déu guarde, per a el socorro de la ciutat de Alacant defensa de aquelles costes, pasajes de les armades enemigues, captures de gent sediciosa…».77

      Mermados los ingresos, no debe extrañarnos que los fondos dispuestos para hacer frente a los casos inopinados de Dénia, Vinaròs y Tortosa se agotasen a mediados de noviembre. De la última partida dispuesta para Dénia daban cuenta los diputados el 16 de dicho mes, cuando decidieron el pago a José Vicente Torres Eximeno de las últimas 1.700 libras para mantenimiento de los 200 caballos de Rafael Nebot.78 Los fondos del caso inopinado de Vinaròs y Tortosa se agotaban el 19 de noviembre, al entregar 446 libras y 12 sueldos del dinero que estaba en la Taula de Canvis a cuenta de las 1.500 pendientes de entrega.79 Es entonces cuando la junta estamental –electos de la costa– responsable de la defensa costera decide actuar, acordaron aportar nuevos fondos.80 Así lo comunicaron a los diputados en la reunión que mantuvieron el 25 de noviembre en que acordaron cargar 12.000 libras de censal sobre los derechos nuevos para hacer frente a los gastos del caso inopinado de Tortosa y la defensa de los confines del reino. El dinero recaudado se utilizará en pagar a los soldados que el monarca prometió enviar, en lugar del tercio que el reino mantenía en Cádiz.81

      La tardía constatación de la existencia del conflicto armado en Valencia, provocó un cambio en el gobierno militar del reino con el nombramiento del duque de Arcos como virrey. Relevo bien recibido por algunas instituciones, como el ayuntamiento de la capital,82 pero inútil por sí mismo en el alivio de la angustiosa realidad militar borbónica, carente de efectivos en suelo valenciano. Tal vez por ello el 7 de diciembre se desarrolló una nueva reunión entre diputados y electos de los estamentos, finalizada sin acuerdo alguno que constatar. Las dificultades militares habían aumentado enormemente y las arcas de la Generalidad –muy alcanzadas ya por lo gastado y la escasa recaudación por efecto de la guerra– apenas cubrían sus gastos corrientes. Aún así, el 11 de diciembre, con los portales de la ciudad cerrados y bajo custodia por el temor a su toma por los rebeldes,83 los electos de contrafuero enviaron una certificatoria solicitando más dinero para hacer frente a sus gastos, pues los fondos de los que disponían, entregados en 1703 ya se habían acabado. Al día siguiente se produjo una nueva reunión con los electos en la que, tras constatar el paso del regimiento de Nebot a los sublevados apoderándose de las villas de Orihuela y Gandia, acordaron enviar una embajada al monarca. Representaría la imposibilidad de hacer frente a la sublevación con sus únicas fuerzas –«…les forzes del present regne, no són bastants ni a propòsit per a les dites occurrències»– sin evitar el reproche hacia la dejadez con que se había contemplado el conflicto en Valencia

      … y trobant-se este regne sens aquella defensa que requereix de detenir les invasions que amenasen los enemichs, no sols en les poblacions circunvehines a dites viles, sinó les més apartades, y encara esta capital, que seria el major infortuni, que es podía sentir, per totes les quals rahons, y per que havent inviat diferents representacions per medi de expressos a Sa Magestat no han tengut aquells effectes, que demanava la urgència …

      La elección recayó en el conde de Carlet, Felipe Lino de Castellví, por «… molt més de les dos parts de les tres dels vots…». A continuación acordaron proveer con 2.000 libras la subvención de 200 hombres de las compañías del reino durante un mes.84 En la reunión de 14 de diciembre, ante la certeza del ataque enemigo, escondieron toda la plata inventariada en la sacristía de la catedral para garantizar su custodia. También entregaron 100 fusiles al colegio de notarios de Valencia, para la defensa de la ciudad y el servicio de Su Majestad.85 Ese mismo día se juntaron con los electos para suspender la embajada del conde de Carlet, acordada días antes, por encontrarse cerrados los pasos de Castilla. Ante este contratiempo despacharon de forma urgente un correo al monarca indicándole la precaria posición en que se encontraban… La premura con que se sucedían los acontecimientos obligó a los diputados y electos a reunirse de nuevo al día siguiente. Tras haber recibido la noticia de que los pasos de Castilla volvían a estar abiertos acordaron reemprender la embajada del conde de Carlet. Si atendemos a lo relatado por Ortí en su dietario, esta resolución fue problemática en tanto que la Generalidad la tomó sin el asenso de los electos –violentando los cauces forales en torno a los casos inopinados–

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