Del Estado al parque: el gobierno del crimen en las ciudades contemporáneas. Fernando León Tamayo Arboleda

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Del Estado al parque: el gobierno del crimen en las ciudades contemporáneas - Fernando León Tamayo Arboleda Derecho y sociedad

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del final de la ceremonia de inducción sucedió algo completamente diferente a lo que había pasado en mis experiencias anteriores en otras instituciones. Luego de los procedimientos tradicionales para conocer la historia, el prestigio, los servicios y reglamentos de la institución, se dio espacio al jefe de seguridad privada de la universidad, quien debía explicar diversas reglas que servirían para tener un camino sin riesgos durante la realización de nuestros estudios. La participación del jefe de seguridad no carecía de sentido si se consideran dos situaciones, en primer lugar, que más del 30 % de los estudiantes de pregrado no son bogotanos1, es decir que resulta posible suponer que gran parte de estos no conocen la cartografía de la ciudad con la misma precisión que quienes son procedentes de esta2. En segundo lugar, la localización de la universidad en el centro la ubica en uno de los espacios con mayores cifras de criminalidad en toda la capital3, lo que hacía que la “educación en seguridad” tuviera, cuando menos, algún sentido desde el punto de vista de la administración universitaria.

      La intervención del jefe de seguridad inició dando pequeños consejos tales como: “no dejen sus cosas de valor sobre las mesas de estudio”, “estén atentos a comportamientos sospechosos”, “conserven sus carnés universitarios lejos de la vista de extraños para que no conozcan sus datos”. Después de estas advertencias, que se ofrecían como parte de un sentido común4 de autocuidado, se comenzó a hablar de situaciones que ya no eran evidentes —o mejor, no formaban parte de aquellas conductas que, pretendidamente, cualquier persona razonable llevaría a cabo—, pues para conocerlas se necesitaba tener información que no estaba disponible para los estudiantes —asumiendo que, al parecer, sí disponían de elementos para identificar “comportamientos sospechosos”—.

      El orador comenzó a desplegar ante los “primíparos” una serie de fotografías y mapas sobre los alrededores de la universidad. En estos se detallaba la geografía que rodeaba la institución y, con colores y flechas, se señalaban los espacios que eran seguros para transitar. El jefe de seguridad afirmaba que el cordón de vigilancia construido por la seguridad privada de la institución, en colaboración con la Policía Nacional y otras universidades del centro de la ciudad, podía garantizar la protección de los estudiantes siempre que estos permanecieran en los corredores seguros, los cuales permitían movilizarse entre los diferentes ingresos a la Universidad y las zonas donde se podía tomar el transporte público o acceder a parqueaderos para los vehículos privados; mientras la opción contraria, abandonar los corredores seguros, podía derivar en la interacción con comportamientos indeseados, como la mendicidad, o delitos como la oferta de estupefacientes o, el que se mostraba más probable y amenazante, el hurto. Por eso, la administración universitaria invitaba a “no dar papaya” y a cuidarnos “entre todos”.

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      Figura 1. Corredores seguros Universidad de los Andes

      Fuente: Gerencia del Campus, Universidad de los Andes.

      Luego de cada una de las demostraciones cartográficas que señalaban alguna de las calles, esquinas o parques como peligrosos se enseñaron fotografías de dichos lugares para permitir a los estudiantes familiarizarse con los espacios. Cada espacio inseguro era no solo cartografiado, sino graficado y comparado con espacios seguros para permitir a los estudiantes acceder al conocimiento especial del que disponían los organismos de seguridad de la universidad sobre los lugares que debían usar si querían mantenerse a salvo, y construir un sentido común basado en dicha información. Por un lado, los espacios inseguros se mostraban como límites artificiales para el movimiento caracterizados por su soledad y abandono. Por otro lado, los espacios seguros se caracterizaban por la concurrencia de personas, la buena visibilidad y la presencia policial.

      Mientras escuchaba los consejos de seguridad pensaba en lo extraño de aquella situación, pues no recordaba que antes se me hubiera enseñado a identificar los espacios inseguros en esta forma. Pero también notaba que las imágenes de los sitios peligrosos alrededor de la universidad se parecían mucho a lugares que había evitado antes, o tal vez los había transitado en medio del nerviosismo o por la rebeldía que implicaba ocuparlos.

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      Figura 2. Fotografía callejones inseguros

      Fuente: Gerencia del Campus, Universidad de los Andes.

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      Figura 3. Patrullaje policial en frontera entre callejones seguros e inseguros

      Fuente: Gerencia del Campus, Universidad de los Andes.

      Pensé en la forma en que había obtenido los conocimientos sobre los espacios seguros e inseguros en los lugares que me eran más familiares y encontré que, al final, estos también los había construido a través de mapas e imágenes obtenidas a partir de mi experiencia personal y mis interacciones cotidianas. A través de los consejos de mis padres y de las conversaciones con amigos que habitaban en barrios distintos de la ciudad había desarrollado un conocimiento cartográfico de Medellín y una imaginación estética sobre la forma en que lucían los espacios peligrosos, sin detenerme a pensar en las razones que me llevaron a construir dicha visión, o por qué el mismo conocimiento que había obtenido en aquella ciudad, ahora me resultaba útil para leer los espacios bogotanos. Este conocimiento me permitía no solo moverme con facilidad —y seguridad— en los terrenos que mejor conocía, sino construir un sentido común que me resultaba extrapolable a otras situaciones.

      Si bien la exposición del conferencista tenía características similares al proceso por el cual yo mismo había conformado mis propios mapas para leer los espacios que frecuentaba, me resultaba completamente nuevo que fuera una institución universitaria la que brindara una información que antes había obtenido a través de relaciones cotidianas con amigos y familia. Por primera vez, el conocimiento para leer el espacio que antes derivaba de mis propias experiencias e interacciones con personas cercanas aparecía institucionalizado y acompañado de un “experto” en la cartografía local de la seguridad, con la intención de ayudarme a comprender una geografía desconocida.

      Sin anticiparlo en aquel momento, las preguntas que se me ocurrían serían las que moldearían mi propia investigación doctoral: ¿por qué la universidad me está dando esta información?, ¿qué haría para conocer el terreno si no se me hubiera dado dicha información?, ¿por qué identificaba los espacios solitarios con el peligro a partir de meras intuiciones?, ¿por qué tomaba medidas de precaución en mi vida cotidiana similares a las que recomendaba la administración universitaria?, entre otras cuestiones. Cuando comencé a investigar el tema me percaté de que mi experiencia en aquella inducción universitaria podía ser común en otros contextos donde la preocupación por los espacios seguros y el control del crimen parecían tener rasgos comunes, y lo que era un ejercicio de reflexión para comprender la forma en que yo había estado evitando ciertos espacios durante mi vida terminó por despertar un interés académico sobre la manera en que el crimen es gobernado y sobre los mecanismos institucionales utilizados para construir en los individuos un conjunto de recetas para leer cotidianamente la cartografía de la seguridad en las ciudades.

      El primer paso para comprender las técnicas que inconscientemente había venido utilizando para reducir las posibilidades de ser víctima de un crimen era construir un conocimiento que me permitiera reflexionar sobre ellas a un nivel teórico. En esta tarea, tal como el título del libro y el párrafo anterior sugieren, la idea de gobernar sería fundamental para dar forma a mis análisis5. Mis primeras aproximaciones a la idea de gobernar fueron los textos de Foucault en un curso sobre el tema que había tomado al iniciar mi carrera universitaria. Teniendo en cuenta que no comprendí muy bien el asunto —algo que posiblemente se hubiera solucionado si hubiera ido a las clases,

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