El Despertar Del Valiente. Morgan Rice

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El Despertar Del Valiente - Morgan Rice Reyes y Hechiceros

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necesito. No a tus hermanos y ni siquiera a mis confiables soldados. Eres sólo , tú eres la única que puede ganar esta guerra.”

      Kyra se sintió confundida y abrumada; no podía entender completamente a lo que se refería. Abrió la boca para preguntarle cuando de repente sintió movimiento acercándose.

      Se volteó para mirar a Baylor, el maestro de caballos de su padre, acercándose con su característica sonrisa. Un hombre bajo y pesado con cejas espesas y cabello fibroso, acercándose con su habitual jactancia y le dio una sonrisa a ella, y entonces volteó hacia su padre como esperando su aprobación.

      Su padre asintió con la cabeza y Kyra se preguntó qué estaba pasando mientras Baylor volvía a voltear hacia ella.

      “Escuché que estarás realizando un viaje,” dijo Baylor con su voz nasal. “Para eso, necesitarás un caballo.”

      Kyra se encogió confundida.

      “Ya tengo un caballo,” respondió mirando al fino caballo que había cabalgado en su batalla contra los Hombres del Señor, atado al otro lado del patio.

      Baylor sonrió.

      “Eso no es un caballo,” dijo.

      Baylor miró a su padre y su padre asintió, y Kyra trató de entender qué estaba pasando.

      “Sígueme,” dijo él y, sin esperar, empezó a caminar hacia los establos.

      Kyra lo vio irse, confundida, y entonces miró hacia su padre. Este asintió.

      “Síguelo,” dijo. “No te arrepentirás.”

*

      Kyra cruzó el nevado patio junto con Baylor, y uniéndose Anvin, Arthfael y Vidar, dirigiéndose hacia los bajos establos de piedra en la distancia. Al caminar, Kyra se preguntaba a qué se había referido Baylor y qué clase de caballo tenía en mente. Para ella, en realidad no había mucha diferencia de un caballo a otro.

      Al acercarse al establo de piedra de una cien yardas de largo, Baylor volteó hacia ella abriendo los ojos en regocijo.

      “La hija de nuestro Señor necesitará un fino caballo para llevarla a donde sea que tenga que ir.”

      El corazón de Kyra latió con fuerza; Baylor nunca antes le había dado un caballo, honor que sólo se reservaba para los mejores guerreros. Siempre había soñado con tener uno cuando tuviera la edad y cuando lo mereciera. Era un honor que ni siquiera sus hermanos mayores tenían.

      Anvin asintió orgulloso.

      “Te lo has ganado,” dijo.

      “Si puedes manejar a un dragón,” Arthfael añadió sonriente, “seguramente puedes manejar un excelente caballo.”

      Al acercarse a los establos, una multitud empezó a juntarse siguiéndolos en su camino, con los hombres tomando un descanso después de recoger armas y claramente curiosos de ver a dónde la llevaban. Sus dos hermanos mayores, Brandon y Braxton, también se les unieron observando sin palabras a Kyra y con celos en los ojos. Rápidamente voltearon la mirada, demasiado orgullosos para reconocerla y mucho menos para honrarla. Tristemente, ella no esperaba nada más de ellos.

      Kyra escuchó pasos y volteó para ver con gusto a su amiga Dierdre uniéndose también.

      “Escuché que te vas,” dijo Dierdre poniéndose a su lado.

      Kyra caminó junto a su nueva amiga consolándose con su presencia. Pensó en su tiempo juntas en la celda del gobernador, el sufrimiento que habían soportado, en su escape, e instantáneamente sintió una conexión con ella. Dierdre había pasado por un infierno mucho peor que ella y, al verla, con anillos negros sobre los ojos y un aura de tristeza y sufrimiento aún sobre ella, se preguntó qué pasaría con ella. Se dio cuenta que no podía simplemente dejarla sola en esta fortaleza. Con el ejército dirigiéndose al sur, Dierdre se quedaría sola.

      “Podría utilizar a un compañero de viaje,” dijo Kyra formando una idea mientras decía las palabras.

      Dierdre la miró con sorpresa en los ojos y dejó escapar una gran sonrisa, dejando su pesada aura.

      “Esperaba que me lo pidieras,” respondió.

      Anvin, escuchando, frunció el ceño.

      “No sé si tu padre estará de acuerdo,” intercedió. “El trabajo que tienes es asunto serio.”

      “No estorbaré,” dijo Dierdre. “Debo cruzar Escalon de todos modos. Voy a regresar con mi padre. Preferiría no viajar sola.”

      Anvin se tomó la barba.

      “A tu padre no le gustará,” le dijo a Kyra. “Ella puede ser una carga.”

      Kyra puso una mano tranquilizadora en la muñeca de Anvin.

      “Dierdre es mi amiga,” dijo resolviendo el asunto. “No la abandonaré, tal y como tú no abandonarías a uno de tus hombres. ¿Qué es lo que siempre me has dicho? Nadie se queda atrás.”

      Kyra suspiró.

      “Puede que haya ayudado a salvar a Dierdre de esa celda,” añadió Kyra, “pero ella también ayudó a salvarme. Le estoy en deuda. Lo siento, pero lo que piense mi padre es inválido. Soy yo la que cruzaré Escalon sola, no él. Ella viene conmigo.”

      Dierdre sonrió. Se puso al lado de Kyra y cruzó su brazo con el de ella, con un nuevo orgullo en su paso. Kyra se sintió bien con la idea de tenerla en el viaje, y sabía que había tomado la decisión correcta sin importar lo que pasara.

      Kyra notó que sus hermanos caminaban cerca y no pudo evitar sentirse decepcionada de que no fueran más protectores, de que no se ofrecieran a acompañarla también; siempre estaban compitiendo con ella. Le entristecía que esa fuera la naturaleza de su relación, pero ella no podía cambiar a las personas. Se dio cuenta de que era mejor así. Siempre estaban haciéndose los valientes y seguramente harían algo que la metería en problemas.

      “Yo también quiero acompañarte,” dijo Anvin con su voz pesada de culpa. “La idea de que cruces Escalon no me agrada del todo.” Suspiró. “Pero tu padre me necesita más que nunca; me ha pedido que me le una en el sur.”

      “Y yo,” añadió Arthfael. “También quisiera acompañarte, pero me han asignado unirme a los hombres en el sur.”

      “Y a mí que me ocupe de cuidar Volis en su ausencia,” añadió Vidar.

      Kyra se consoló con su apoyo.

      “No se preocupen,” respondió. “Tengo una cabalgata de sólo tres días. Estaré bien.”

      “Lo estarás,” interrumpió Baylor acercándose. “Y tu nuevo caballo se encargará de eso.”

      Con eso, Baylor abrió de par en par las puertas del establo, y todos lo siguieron dentro del bajo edificio de piedra con un pesado olor a caballo.

      Los ojos de Kyra se ajustaron a la poca luz al entrar, sintiendo el establo húmedo y frío, lleno con el sonido de caballos excitados. Observó las caballerizas delante de ella y vio filas con los más hermosos caballos que jamás había visto; grandes, fuertes, hermosos caballos, negros y marrones, cada uno un campeón. Era un verdadero tesoro.

      “Los

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