La letra escarlata. Hawthorne Nathaniel

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La letra escarlata - Hawthorne Nathaniel

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todo el rigor de nuestras justas leyes. El castigo de esa ofensa es la pena de muerte. Pero movidos á piedad y llenos de misericordia, han condenado á Madama Ester á permanecer de pie en el tablado de la picota solamente tres horas, y después, y durante todo el tiempo de su vida natural, á llevar una señal de ignominia en el cuerpo de su vestido.

      – Una sentencia muy sabia, – observó el extranjero inclinando gravemente la cabeza. De este modo será una especie de sermón viviente contra el pecado, hasta que la letra ignominiosa se grabe en la losa de su sepulcro. Me duele, sin embargo, que el compañero de su iniquidad no estuviera, por lo menos, á su lado sobre ese cadalso. Pero ¡ya se sabrá quién es! ¡ya se sabrá quién es!

      Saludó cortésmente al comunicativo vecino, y diciendo en voz baja algunas cuantas palabras á su compañero el indio, se abrieron ambos paso por en medio de la multitud.

      Mientras esto pasaba, Ester había permanecido en su pedestal, con la mirada fija en el extranjero; tan fija era la mirada, que parecía que todos los otros objetos del mundo visible habían desaparecido, quedando tan solos él y ella. Esa entrevista solitaria quizás habría sido más terrible aun que verle, como sucedía ahora, con el ardiente sol del mediodía abrasándole á ella el rostro é iluminando su vergüenza; con la letra escarlata, como emblema de ignominia, en el pecho; con la niña, nacida en el pecado, en los brazos; con el pueblo entero, congregado allí como para una fiesta, fijando las miradas implacables en un rostro, que debía haberse contemplado solo al suave resplandor de la lumbre doméstica, á la sombra de un hogar feliz, ó bajo el velo de novia en la iglesia. Pero por terrible que fuera su situación, sabía, con todo, que la presencia misma de aquellos millares de testigos era para ella una especie de amparo y abrigo. Preferible era estar así, con tantos y tantos seres mediando entre él y ella, que no verse faz á faz y á solas. Puede decirse que buscó un refugio en su misma exposición á la vergüenza pública, y que temía el momento en que esa protección le faltara. Embargada por tales ideas, apenas oyó una voz que resonaba detrás de ella y que repitió su nombre varias veces con acento tan vigoroso y solemne, que fué oído por toda la multitud.

      – ¡Óyeme, Ester Prynne! dijo la voz.

      Como se ha dicho, directamente encima del tablado en que estaba de pie Ester, había una especie de balconcillo ó galería abierta, que era el lugar donde se proclamaban los bandos y órdenes con todo el ceremonial y pompa que en ocasiones tales se usaban en aquellos días. Aquí, como testigos de la escena que estamos describiendo, se encontraba el Gobernador Bellingham, con cuatro maceros junto á su silla, armados de sendas alabardas, que constituían su guardia de honor. Una pluma de obscuro color adornaba su sombrero, su capa tenía las orillas bordadas, y bajo de ella llevaba un traje de terciopelo verde. Era un caballero ya entrado en años, con arrugado rostro que revelaba mucha y muy amarga experiencia de la vida. Era hombre á propósito para hallarse al frente de una comunidad que debe su origen y progreso, y su actual desarrollo, no á los impulsos de la juventud, sino á la severa y templada energía de la edad viril y á la sombría sagacidad de la vejez; habiendo realizado tanto, precisamente porque imaginó y esperó tan poco. Las otras eminentes personas que rodeaban al Gobernador se distinguían por cierta dignidad de porte, propia de un período en que las formas de autoridad parecían revestidas de lo sagrado de una institución divina. Eran indudablemente hombres buenos, justos y cuerdos; pero difícilmente habría sido posible escoger, entre toda la familia humana, igual número de hombres sabios y virtuosos, y al mismo tiempo menos capaces de comprender el corazón de una mujer extraviada, y separar en él lo bueno de lo malo, que aquellas personas cuerdas de severo continente á quienes Ester volvía ahora el rostro. Puede decirse que la infeliz tenía la conciencia de que si había alguna compasión hacia ella, debía de esperarla más bien de la multitud, pues al dirigir las miradas al balconcillo, toda tembló y palideció.

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      1

      El autor se refiere al bosquejo así titulado que sirve de introducción á uno de sus primeros libros: Musgos de una Antigua Mansión, donde entra en ciertos pormenores autobiográficos. – N. del T.

      2

      De las letras U. S., iniciales y abreviación del nombre inglés United States, ó sea los Estados Unidos, se ha formado Uncle Sam, el Tío Samuel, apodo ó mote que se dá vulgarmente á dicha nación. – N. del T.

      3

      La última guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos fué en 1812-'14.

      4

      Hawthorne se refiere á los Musgos de una Antigua Mansión, que ya antes se ha mencionado. – N. del T.

      5

      Hawthorne alude al famoso proceso, ó mejor dicho, persecución de las brujas ó individuos acusados de sostener tratos con el diablo, que costó la vida á unas veinte personas en el verano de 1692. Este acontecimiento es célebre en los anales de la Nueva Inglaterra. – N. del T.

      6

      Hawthorne alude á la famosa "Asociación literaria del Brook Farm (Finca del Riachuelo) para la Educación y la Agricultura," fundada por el crítico y literato americano Jorge Ripley y Sofía Ripley en 1841, a unas diez millas de Boston. El objeto de esa asociación unitaria, comunística y humanitaria era crear las condiciones necesarias para producir el adelanto intelectual y una civilización ideal, reduciendo á su mínimum el trabajo material, simplificando la maquinaria social, y consiguiendo de este modo el máximum de tiempo para el desenvolvimiento y educación moral y espiritual. Tomaron parte en el proyecto muchas personas de ambos sexos que después brillaron en la literatura, el periodismo, etc. Hawthorne permaneció en la asociación muy poco tiempo. La empresa, como es de suponerse, fracasó al cabo de cuatro ó cinco años. – N. del T.

      7

      Los nombres que cita el autor son de los más distinguidos de la literatura de los Estados Unidos. R. Waldo Emerson, poeta, filósofo eminente y educacionista, talento original, autor de gran valer, nacido en 1803, falleció en 1882. Guillermo Ellery Channing, teólogo, filántropo, y autor de nota, nació en 1780 y murió en 1842. Enrique D. Thoreau, filósofo, naturalista, y autor, también muy original, nació en 1817 y murió en 1862. Jorge S. Hillard (1803-1879) fué un abogado muy distinguido, un orador notable, y autor no común; por último Enrique W. Longfellow es uno de los pocos poetas americanos que goza de reputación universal y cuyas obras están traducidas á casi todos los idiomas europeos. Nació en

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