El Lapso. Ruthy Garcia
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El Lapso - Ruthy Garcia страница 2
â¿Trata de burlarse? DÃgame, ¿cuánto costaron esos horrendos zapatos de segunda mano? ¿Y qué me dice de ese estúpido bolso? Mi madre era diferente, tenÃa porte, elegancia y clase.
âNo me he burlado, más bien me he sorprendido con lo que me ha dicho, es todo. Le siento⦠algo agrio conmigo.
Ella trata de encantar al hombre. Sabe que, aunque es áspero, lleva ventajas respecto a lo que piensa de ella y de la forma en que la ve, asà que usa sus encantos para aparentar cierta inocencia inexistente. Y vaya que tiene efecto Instantáneo. El poder de ser quien no eres es a veces un misterio interesante.
âBueno, si, no puedo ocultarlo más, estoy mal y es usted la culpable. La semana pasada escuché la conversación que tuvo en la puerta con su amanteâ¦
â¡No puede ser!
âSÃ, escuché claramente cuando le dijo: â¡Maldito millonario de pacotilla! ¡Es un malnacido! Cuando reúna cinco mil euros me largo y no vuelvo más. Nos iremos al Caribe juntosâ. ParecÃa estar feliz al decirle esto a su inadecuado, indelicado y torpe compañero de cama.
Ella guardó silencio durante unos segundos.
âSÃ, lo recuerdo, pero fue un arranque, lo siento âdijo asustada, mientras respiraba forzadamente.
No esperaba esta información, fue repentino. Por un momento sintió que estaba en peligro.
â¿Segura que fue solo un arranque? Porque si no quiere seguir viniendo, lo entenderé y la dejaré ir. Solo tiene que decÃrmelo. Lo menos que querrÃa es estropear su ilusa relación con un hombre que no sabe valorar qué clase de mujer tiene.
Ella se siente otra vez en las nubes, la irrealidad es hermosa, trascendental episodio de su transparente vida.
âNo, no, no, nada de eso. No tome en cuenta lo que escuchó, fue una estupidez. De todo corazón, estoy arrepentida. Perdóneme, señor Paradize.
Lara Nova cruzó con esfuerzo sus piernas. Ãl la miró con cierta desesperación. Es evidente que le atraÃa bastante.
âEstá bien, entonces lo olvido y usted no lo repite âdice Paradize.
âDe acuerdo. Ahora cuénteme más. Nos quedamos en la glamorosa señora Paradize.
âSÃ, sà ârió como un niñoâ. Era bellaâ¦
En ese momento la puerta recibe varios golpes con extremada delicadeza.
âSeñor Paradize, su té está listo.
âEs Margaret, la mucama âsusurró al tiempo que miraba su reloj.
â¿Quiere que lo traiga aquà o más bien desean pasar a la terraza? âdijo desde fuera de la habitación.
âTráigalo aquÃ, pero dentro de media hora, ahora estamos ocupados. A no ser que usted, señorita Nova, quiera tomarlo en este momento.
âNo, nada de eso, lo tomaremos juntos dentro de media hora. Quiero seguir escuchando.
âPuede retirarse, Margaret.
âComo guste, señor Paradize.
âLe decÃa que mi madre fue una mujer espectacular. Mi padre la conoció en una fiesta en ParÃs, en casa de unos amigos. TenÃan diecisiete años. El flechazo fue instantáneo. Construyeron juntos el emporio Paradize, usted sabe⦠Ya conoce a mi familia y el poder que encierra mi apellido. Sabe los detalles de mi fortuna, no es ningún secreto en toda Europa que soy un hombre realmente poderoso.
âNo cabe duda, es ciertoâ¦
âSoy hijo único. También debe recordar el inmencionable suceso de cuando la vida de mi hermosa madre es trastocada y lamentablemente muere, cuando yo tenÃa apenas catorce años.
âUn hecho que desafortunadamente marca a cualquiera. Lo siento mucho, señor Paradize.
âSÃ, más por el desconsiderado de mi padre.
â¿El señor Arthur Paradize padre? Hábleme de él.
âNo se atreva a mencionar que ese ser tan despreciable lleva mi nombre âdijo poniéndose de pie repentinamente y acercando su cara a la de Lara de una manera intimidante.
Sus miradas se enfrentaron y se produjo un momento muy tenso entre la presión del impulsivo hombre y el temor de ella.
De repente, la puerta se abrió.
âHe traÃdo su té, señor Paradize.
El hombre vuelve a su asiento.
âDéjelo en la mesa y retÃrese, Margaret.
âSÃ, recuerde que está caliente, como le gusta. Si lo deja enfriar no sabrá igual.
â¡Lárguese ya, señora Margaret! ¿No ha entendido? âdijo Arthur de una manera irritante.
Margaret se va. Lara mira con ojos de pena a la mujer, mientras esta se va algo desconcertada. La puerta se cierra lentamente, ambas mujeres se miran intensamente. A las dos les aqueja la misma pena.
âPerdón, señor Paradize, no quise... âdijo Lara.
âNo quise, blablablá. Pues no quiera más y que no se repita. No me agrada hablar de él.
âPero, aunque no mencionemos su nombre, podrÃamos llamarle de alguna forma, qué sé yo⦠un sinónimo⦠Sabe que necesito detalles de todas sus cosas.
âSÃ, lo creo justo. ¿Cómo se le ocurre que podrÃamos llamarle?
â¿Qué le parece el Innombrable?
Unos segundos de silencio hicieron que ella se preocupara de no haber elegido el nombre correcto.
âMe parece perfecto. ¡¡El Innombrable!! Bien, hasta me siento cómodo llamándole asÃ. âRio, de inmediato tomó asiento y gritó a vocesâ: ¡¡Ya basta!! ¡Cállate, maldito Innombrable, me estás sacando de mis casillas!
âSeñor Paradize, ¿qué le sucede?
â¿No lo escucha? Es él otra vez, por eso le tengo encerrado desde hace tanto tiempo. Cada vez es más desesperante. No aprende a guardar silencio ni un solo instante. Es un malnacido, le odio.
â¿Y por qué le ha encerrado? No creo que nadie se merezca eso.
â¿Le parece poco haber causado la muerte de mi santa madre?