El Escritor. Danilo Clementoni

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El Escritor - Danilo Clementoni

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para colmo, ahora la hemos destruída» comentó Petri desconsolado.

      Â«Nuestros amigos no dejan jamás de sorprendernos, ¿eh?»

      Â«Cierto... Bueno, nos hemos dado un paseíto. Yo diría que, por el momento, lo dejásemos correr. Tenemos cosas más importantes que hacer ahora. ¿Qué dices, jefe?»

      Â«Digo que tienes toda la razón. Dado que de la Theos no ha quedado nada que podamos reutilizar pienso que podríamos irnos de aquí.»

      Â«Â¿En ruta hacia la tierra?»

      Â«Volvamos al campamento de Elisa e intentemos utilizar su H^COM para contactar con Nibiru.»

      Â«Â¿Y nuestros compañeros de viaje? No podemos dejarlos de ninguna manera aquí arriba» dijo Petri.

      Â«Debemos organizar una base de apoyo en la tierra. Podremos instalar una especie de campamento cerca del de nuestros amigos.»

      Â«Me parece una genial idea. ¿Advierto al resto de la tripulación?»

      Â«Sí. Dales las coordenadas del campamento de la excavación y pídeles que organicen la preparación de una estructura de emergencia. Nosotros descenderemos primero y nos ocuparemos de contactar con los Ancianos.»

      Â«Vamos» exclamó Petri alegremente. «Y pensar que hasta hace poco me preocupaba qué podría hacer para superar el aburramiento del viaje de regreso.»

      En el mismo momento, a una distancia de, aproximadamente, 500 U.A.2 de nuestro sol, un extraño objeto de forma oval apareció prácticamente de la nada, precedido de un rayo azulado que rasgó el negro absoluto del espacio. Se movió en línea recta durante casi cien mil kilómetros a una velocidad increíble antes de desaparecer de nuevo, engullido por una especie de enorme vórtice plateado con reflejos dorados. Toda la acción duró sólo unos pocos segundos tras lo cual, como si nada hubiese sucedido, aquel lugar tan remoto y desolado del espacio profundo entró de nuevo en la quietud total en la cual había estado inmerso hasta ese momento.

      Tell-elMukayyar – Contacto con Nibiru

      Â«Sí, coronel» dijo, en un tono muy claro, una voz al otro lado de la línea. «Nos han informado desde distintos puntos de observación de la tierra de un resplandor inusual emitido probablemente desde la luna.»

      Â«Pero la luna no emite "resplandores"» replicó Jack contrariado.

      Â«Con respecto a esto, tiene razón, señor. Puedo decirle que nuestros científicos están todavía analizando los datos recibidos con el fin de identificar quién o qué cosa lo ha provocado.»

      Â«En definitiva, no habéis entendido nada.»

      Â«Bueno, yo no lo habría dicho justo de esta manera pero creo que la suya puede ser considerada una dedución muy justa.»

      Â«Pero cómo habla este» dijo Jack volviéndose a Elisa que, mientras tanto, había llegado hasta él, al tiempo que con la mano cubría el micrófono de su teléfono móvil. «Muy bien. Gracias por la información» prosiguió. «Le ruego que, en el momento en que tenga más noticias, contacte conmigo inmediatamente.»

      Â«Será mi prioridad, señor. Hasta luego, que tenga un buen día» y cortó la conversación.

      Â«Â¿Qué te han dicho?» preguntó la doctora.

      Â«Beh, parece que, efectivamente, ha ocurrido algo extraño allí arriba pero nadie ha encontrado todavía una explicación coherente.»

      Â«Cada vez estoy más convencida de que les ha ocurrido algo a nuestros amigos.»

      Â«Venga, no pienses eso. Con su fantástica astronave quién sabe dónde estarán ahora.»

      Â«Espero, de corazón, que estés en lo cierto pero continuo teniendo un extraño presentimiento.»

      Â«Escucha, para salir de dudas, ¿por qué no usamos el artilugio que nos han dejado e intentamos contactar con ellos?»

      Â«Bueno, no sé... Decían que sólo podríamos utilizarlo cuando estuvieran en su planeta... No creo que...»

      Â«Vete a cogerlo y basta» la interrumpió el coronel. A continuacióhn, percatándose de que había sido muy brusco, añadió un «Por favor» seguido de una deslumbrante sonrisa.

      Â«Vale. En el peor de los casos, no funcionará» dijo Elisa mientras iba a recuperar el H^COM portátil. Regresó casi enseguida y, después de arreglar un poco sus largos cabellos, se puso aquella especie de extraño y engorroso casco.

      Â«Habían dicho que presionásemos ese interruptor» dijo Jack indicando el botón. «A continuación el sistema funcionaría solo.»

      Â«Â¿Qué hago, lo pulso?» preguntó Elisa dubitativa.

      Â«Venga, ¿qué puede suceder?»

      La arqueóloga pulsó el botón y, articulando quizás demasiado las palabras, dijo «¿Hola? ¿Me escucha alguien?»

      Permaneció a la espera pero no recibió ninguna respuesta. Esperó todavía algunos minutos y a continuación insistió «Hola... Hola... ¿Petri estás ahí? No escucho nada.»

      Elisa esperó un poco más, después abrió los brazos y se encogió de hombros.

      Â«Pulsa de nuevo el botón» sugirió el coronel.

      Intentaron repetir el procedimiento varias veces pero desde el sistema de comunicación no llegó a ellos ni siquiera un mísero crujido.

      Â«No hay nada que hacer. Quizás les ha sucedido realmente algo» susurró Elisa mientras se sacaba el H^COM de la cabeza.

      Â«O quizás no han llegado todavía al rango de acción de este artilugio.»

      El coronel no había terminado de decir la última frase cuando un extraño ruido proveniente del exterior llamó la atención de los dos.

      Â«Jack, mira» exclamó Elisa asombrada mientras se asomaba desde la tienda. «Las esferas... Se están reactivando.»

      Con el corazón en un puño corrieron los dos afuera y, realmente perplejos, observaron la pirámide virtual de aterrizaje que estaba de nuevo tomando forma. Sus amigos estaban volviendo.

      Â«Ves como no han explotado» dijo Jack tranquilo.

      Â«Quizás han olvidado algo.»

      Â«Lo importante es que están bien. Ahora intentemos mantener la calma. Dentro de nada descubriremos qué ha sucedido en realidad.»

      El

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