El Escritor. Danilo Clementoni
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«Os echábamos de menos» replicó Petri mientras saltaba desde aquella especie de ascensor antes incluso de que tocase tierra, seguido inmediatamente después por su compañero de aventuras.
«Nos estábamos preocupando» dijo Elisa finalmente aliviada. «Hemos asistido a un extraño acontecimiento que ha ocurrido en la luna hace poco y temÃamos que os hubiese ocurrido algo malo.»
«Por desgracia, querida, algo malo ha sucedido realmente» dijo Azakis con aire desconsolado.
«¿Ves? ¡Lo sabÃa!» exclamó Elisa. «Una vocecita dentro de mà me lo decÃa. ¿Pero qué ha sucedido?»
«Ha ocurrido todo de repente.»
«¡Por el amor de Dios! ¿Quieres hablar? Venga, no nos tengas sobre ascuas. Cuéntalo todo, ahora.»
«Nuestra nave ha dejado de existir» anunció Azakis de un tirón.
Los dos terrestres se miraron asombrados. A continuación fue Jack el que tomó la palabra diciendo «¿Estáis bromeando? ¿Qué queréis decir con que ya no existe?»
«Quiere decir que, en este momento, el pedazo más grande de la Theos podrÃa estar tranquilamente sobre la yema de tu dedo Ãndice.»
«¿Cómo ha podido suceder? ¿Y el resto de la tripulación, dónde se encuentra? ¿Están todos bien?»
«SÃ, están bien, gracias. Ahora se encuentran sobre otras tres naves espaciales y dentro de un rato estarán aquà con nosotros. Si no os molesta, prepararemos aquà una estructura de emergencia e intentaremos arreglarnos de alguna manera.»
«Pues claro, ¿qué problema hay?» dijo Jack. «Os ayudaremos en lo posible. No hay ni que preguntar.»
«En definitiva» explotó Elisa que no conseguÃa frenar su curiosidad. «¿Nos podéis decir de una vez qué ha sucedido alli arriba?»
«Es una historia un poco larga» dijo Azakis sentándose sobre un cubo de lata tirado por el suelo. «Ponéos cómodos.»
Después de unos diez minutos, el alienÃgena les habÃa contado prácticamente toda la historia. Desde la pérdida del sistema de contol remoto a la tentativa de desactivación del mismo. Desde la imprudencia de haber renunciado a su recuperación hasta la repentina reactivación del instrumento que habÃa provocado después el comienzo del procedimiento de autodestrucción.
«Pero ¡es alucinante!» exclamó Elisa asombrada. «¿Quién ha podido provocar un desastre as�»
«Probablemente» dijo Azakis «alguien habrá encontrado aquel extraño objeto y se habrá puesto a estudiar sus caracterÃsticas. A continuación, habrá encontrado alguna información entre los millones de datos que hemos descargado sobre vuestros servidores y, de alguna manera, ha conseguido encenderlo, provocando de esta manera lo que sabemos.»
«¡Por todos los santos!» susurró el coronel desconcertado. «Parece una historia tan absurda... Y vosotros, sabiendo lo peligroso que era un artilugio de ese tipo, ¿no habéis hecho nada para recuperarlo?»
«La culpa fue mÃa» dijo Petri, metiéndose en la discusión. «CreÃa que lo habÃa desactivado completamente y pensaba que ningún terrestre, aunque lo hubiese encontrado, serÃa capaz de reactivarlo.»
«Y en cambio, ha sucedido» añadió Jack. «¿Tenéis una idea de dónde se extravió?»
«Sinceramente, pensábamos que lo habÃamos perdido durante la recuperación del cristal de Zenio pero, lo más probable, es que haya acabado en cualquier otra parte del mundo mucho más poblada. Allà abajo no habÃa nadie.»
«Zak, se me ha ocurrido una idea» exclamó Petri poniéndose en pié. «Creo que, si trabajamos un poco, quizás podrÃa determinar el momento en que el control remoto se ha desenganchado de tu cinturón.»
«No es que tenga ahora mucha importancia pero debo decir que tengo un poco de curiosidad.»
«Bien. Entonces, empecemos por informar a los Ancianos de nuestra situación y apenas nos hayamos acomodado intentaré recuperar esta información.»
«Elisa» dijo entonces Azakis. «Por desgracia el único H^COM que tenÃamos se destruyó al mismo tiempo que la Theos. ¿PodrÃas, por favor, prestarnos el que te habÃamos dejado antes de irnos?»
«¿Te refieres al casco? Pues claro. Lo cojo enseguida.»
«Por desgracia la situación es grave» susurró Azakis volviéndose hacia el coronel, en el momento en que Elisa estuvo bastante lejos para no poder oirles. «Aunque consiguiésemos contactar con los Ancianos, las posibilidades que tenemos de volver a nuestro planeta son ahora ya prácticamente nulas.»
«¿Pero no pueden mandar a alguien a recogeros? Zaneki tiene una nave como la vuestra, ¿o me equivoco?»
«Lamentablemente los motores instalados sobre su nave son mucho menos potentes de los que tenÃamos en la nuestra. Es esa la razón por la que tuvo que irse inmediatamente después de la transición de Kodon. Si no lo hubiese hecho no habrÃa conseguido alcanzar Nibiru, que se estaba alejando rápidamente. Nosotros hemos podido permanecer aquà mucho más debido a nuestros motores experimentales. Por desgracia, la Theos era la única de nuestra flota que los tenÃa. La producción e instalación de otros dos nuevos podrÃa llevarnos un montón de tiempo. Un montón de "nuestro" tiempo.»
«¿Queréis decir que deberÃas quedar aquà hasta la próxima transición de Nibiru?»
«Aquà está» exclamó Elisa mientra volvÃa rápidamente hacia ellos.
«Me temo que sÃ, Jack» dijo Azakis en voz baja, mientras se levantaba para coger el casco H^COM que la arqueóloga le estaba entregando. «Gracias Elisa» dijo el alienÃgena mientras se lo ponÃa. «Veamos si funciona.»
«A decir verdad, hemos probado también nosotros pero no hemos conseguido hablar con nadie.»
«Asà trabaja mi amigo» comentó Azakis mirando hacia Petri. «Jamás funciona nada de lo que hace.»
«Muy simpático, como siempre» replicó con aire muy serio Petri. «Lo recordaré cuando me pidas que ponga a punto tu baño.»
«El baño» exclamó Elisa sonriendo. «Me acuerdo perfectamente cómo funcionan vuestros baños. Una experiencia realmente inolvidable.»
Los cuatro soltaron una sonora risotada al término de la cual Petri sacó de las manos de Azakis el casco y dijo «Espera, viejo gruñón. Primero debo cambiar una configuración. El sistema está programado para que llamemos sobre la pobre Theos y no creo que