Morrigan. Laura Merlin
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LA LLEGADA A NAOSTUR
â¿No deberÃas despertarla, ahora?â
âEs tan dulce verla dormirâ
â¿Has enloquecido? No hablarás en serio, Saraâ.
SentÃa la voz de dos chicas.
¿Quiénes eran?
¿Qué querÃan?
Deseaba que se fueran y me dejaran dormir.
¡Para siempre!
No querÃa despertar, estaba muy bien donde me encontraba.
â¡Basta ya!â. Ordenó una voz dulce y al mismo tiempo autoritaria. Era un muchacho y por su timbre de voz debÃa de ser de mi edad o un poco mayor. No lo pensé demasiado. Mi cerebro reclamaba a cada intento de hacerlo funcionar.
â¡Por fin has llegado!â, dijo la primera muchacha, la que parecÃa más decidida e inflexible.
âVáyanse, déjenme solo con la nueva arribadaâ.
âClaro, Jefeâ, respondieron las muchachas, a coro, sonriendo.
Sentà pasos que se alejaban, alguna palabra susurrada y la puerta que se cerraba con un rechinar fastidioso.
Por fin me quedé sola.
¿O estaba equivocada?
Algo caliente se acercó a mi rostro. Se olÃa como el aire de la montaña.
En un determinado momento esta cosa, se acercó a mis labios, y en ellos se posó.
Fue entonces cuando entendà que aquello era un beso.
El beso más intenso que habÃa recibido hasta ese momento. Mis labios se movieron de manera involuntaria. Se abrÃan y se cerraban siguiendo a sus labios. Era como oxÃgeno. Buscaba ávidamente aquella boca, como si de ella pudiera tomar fuerza.
Como si pudiera volver a la vida.
Un ligero sacudón eléctrico recorrió cada centÃmetro de mi cuerpo, poniendo en movimiento los engranajes.
Los labios misteriosos se separaron de los mÃos. Sacudà los ojos, y me senté de golpe, bostezando.
â¡Estate un poco atenta!â
âD-disculpaâ, balbuceé. Me habÃa levantado tan rápido que casi le golpeé la cara. Se encontraba a pocos centÃmetros de mà y era el chico más hermoso que jamás hubiera visto. Sus ojos eran negros como la noche, los cabellos rizados, despeinados y negros, parecÃan tan suaves que hubiera querido acariciarlos.
Me di cuenta que no podÃa parar de mirarlo, con la boca abierta, y traté de disimular mi vergüenza lo mejor que pude.
âDebo aclararte las cosas rápidamenteâ, dijo con seriedad, â¡Estás muerta! Ahora te encuentras en el Otro Mundo. Te desperté con un beso yâ¦â
âPara, para, para. Una información a la vezâ. Lo frené alzando la mano. âComencemos desde el inicio. Antes que nada no creo estar muerta, dado que estamos hablando y te estoy mirando a los ojos. En segundo lugar, ¿quién eres tú? Y ¿qué es esta historiaâ¦bueh, del beso?â.
Notó que las mejillas se me habÃan enrojecido e hizo una sonrisa que me erizó la piel. ParecÃa un terrible cazador que gozaba al ver a su presa enjaulada, sin ninguna puerta de salida.
âSÃ, está bien, tienes razónâ. Se aclaró la garganta. âMe llamo Gabriel, y soy el ángel de la muerte. Por cuanto pueda parecerte absurdo te besé, porque tengo la mala fortuna de hacer morir a la gente, y, en casos raros, de revivirlaâ
â¿Ãngel de la muerte? Esta sà que es buenaâ. Me largué a reÃr. âAún estoy soñando, debo, sin lugar a dudas, despertarmeâ
Comencé a pellizcarme el brazo, pero el efecto que obtuve no fue el esperado. No me desperté en mi cama, como cuando habÃa tenido aquella terrible pesadilla, la noche anterior.
¿Entonces lo que me habÃa dicho era verdad?
¿Aquello era el más allá?
Si estaba muerta, ¿por qué el pellizco me habÃa hecho daño?
Miré a mi alrededor, despistada. La habitación estaba toda recubierta en madera. Una banderola estaba tapada por cortinas azules, haciendo juego con las sábanas y las alfombras.
Enarqué una ceja y pensé que en cuanto a decoración les faltaba, definitivamente, mucha fantasÃa.
Junto a la cama, a mi izquierda, habÃa un enorme espejo, y en aquel preciso momento pude ver mi reflejo. El rostro pálido, los cabellos más largos y más negros. Usaba aún la remera blanca con la mariposa rosada y los pantalones cortos y negros.
Y mis All Star.
âLo siento, sé que es difÃcil de aceptar, pero estás muerta de verdadâ, y con un gesto automático de circunstancia, me posó una mano en el brazo como si quisiera consolarme. Sentà un escalofrÃo a lo largo de la espalda, una mezcla de miedo, horror y atracción.
Era como si pudiera tener algunas informaciones, en forma de sensaciones, sobre mi vida. Hubiera podido jurar que sintió también él esa especie de sacudón porque me miró bombardeándome por una fracción de segundo los ojos negros, casi irritados, y retiró, rápidamente, la mano.
âOk, escuchaâ, dijo él retomando su discurso anterior, âte encuentras en un lugar llamado Naostur. Deberás comportarte en cierta forma de ahora en más. Este no es el mundo en el que estás habituada a vivir, aunque se asemeje bastanteâ.
â¿Estoy en el paraÃso?â
Gabriel comenzó a reÃr âSofÃa ¿qué dices? Estás solamente en otra dimensión. Naostur es una especie de mundo paralelo. La única diferencia es que aquà el sol ilumina solo una parte de las tierras, el Reino de Elos. En la otra parte, el Reino de Tenot, es siempre de noche.â
Bien, tendrÃa que aprender a convivir con un sol que nunca se pondrÃa. La idea no me gustaba demasiado.
Mis pensamientos cambiaron de improviso, una campana de alarma se encendió en mi estómago.
âEspera, ¿cómo sabes mi nombre? Nunca te dije cómo me llamabaâ
âTodos saben quién eres, SofÃa. ¿O prefieres que te llama Neman?â
¿Neman?