EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA. Sergey Baksheev
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Читать онлайн книгу EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA - Sergey Baksheev страница 17
– Un suceso trágico. Su madre murió. Y arrestaron a Konstantín como sospechoso de asesinato. —
– Acusan a Danin de homicidio? – Zadanovsky arrugó el rostro, como si le hubieran clavado una aguja. Vishnevskaia, ahora podía contemplar su altivo perfil, pero no vio ninguna expresión en sus ojos.
– Tonterías. No. Danin es un debilucho. Bueno… hace tiempo no lo veo. —
– Cuando fue la última vez que se encontraron? —
– Ya le dije: hace tiempo! —
– Si? Usted vive muy cerca de su casa. —
– Bueno, una vez nos tropezamos… No recuerdo cuando. Inclusive hablamos de algo. —
– Sobre qué? —
– Que importa? Del tiempo, seguramente. Su vida no me interesa! – Zdanovsky la miró. – Pero usted, realmente, a que vino? —
– Acusan a Konstantín, injustamente, de un crimen muy feo. Pero él, por supuesto, no es culpable. Nosotros: usted y yo, y todos los que lo conocen, debemos declarar eso a la policía. Danin es un científico excepcional y sólo piensa en matemáticas. Nuestra ciencia no debe perderlo.
– Nuestra ciencia, – Zdanovsky tuvo una mueca de desprecio y de repente explotó. – No tenemos ninguna ciencia y desde hace tiempo! – Sólo hay intrigantes y burócratas metidos en cubículos académicos. De que ciencia habla usted? Ahora el pensamiento científico solo late en occidente. Aquí, hace tiempo lo enterraron. Mire cuantos premios Nobel de Estados Unidos y Europa Occidental, y aquí cuantos? Una sexta parte de la población compuesta de funcionarios deshonestos, una masa de inteligencia gris sin personalidad y una gran cantidad de borrachos y prostitutas. Solo un puñado de valientes, que antes llamaron disidentes, es capaz de informar sobre esto. Y algunos inconformes, que actúan como jesuitas de la patria podrida, alegóricamente hablando, y se creen los nuevos La Fontaine, son todo el desenfreno de mentes en este país enorme. Y usted me viene a hablar de ciencia. —
En el proceso de su discurso tempestuoso Zdanovsky se levantó, anduvo por la habitación y movía las manos. Parecía que Vishnevskaia se afincaba en su callo más doloroso. Este era uno de esos labriegos científicos que eternamente se golpean en el mismo sitio, sueñan con una inalcanzable tesis doctoral y convencidos que alrededor todo está mal.
Inesperadamente Efim Arkadevich se inclinó hacia Valentina Ippolitovna y le susurró:
– Sólo en la FSB queda gente inteligente. Ellos dirigen el país. Si a ellos antes se le ocurrían “prohibiciones” para la prensa, ahora apoyan la apariencia de la pluralidad de partidos y permiten la publicación de artículos críticos para que los trabajadores piensen que viven en un país libre. Eso es lo que comemos y usted dice: Ciencia! Dónde está? Aquí todo el mundo se olvidó de ella. La ciencia se fue a occidente! – Zdanovsky se sentó pesadamente y con rabia movió la cabeza. – Lástima que no me fui a tiempo. Estaría dando clases en una tranquila universidad norteamericana. Y por las noches me sentaría frente a la chimenea con una taza de té, razonando profundamente acerca de las ventajas del sistema fiscal de los republicanos contra el de los demócratas. O lo contrario, dependiendo de quién estaría en el poder en ese momento. Y cada ocho años cambiarían de lugar. Democracia! —
– No son todos. Danin es un matemático de Dios. —
– Y que hizo él? Todos sus trabajos son en coautoría. Es un advenedizo! Cuando vino a nosotros, robó mi idea, pregonó acerca de ella y Basilievich adornó un articulito. Varios años trabajé en el tema y se robó mis resultados! —
– Konstantín no pudo haber actuado así. Él tiene sus ideas, y son más que suficientes. —
– Claro. Apenas cambió para la imagen, para que yo no le pusiera la mano encima. —
Zdanovsky calló. De nuevo sufriendo por una viejo reconcomio. Pasó varios años tratando de resolver un problema complicado, lo cual hubiera sido un trampolín para su carrera científica. Pero el recién egresado de la universidad Danin, jugando, lo resolvió. De este golpe, Efim Arkadevich, como matemático, no se recuperó. En cualquier problema matemático que él se metiera, le parecía, que en la recta final algún juguetón le quitaría su victoria. Y el trabajo no caminaba. Entonces Efim Zdanovsky decidió que tenía el derecho moral de robar los resultados de su investigación al descuidado Danin. Tomó de su mesa papeles con cálculos, y aquel, parecía, que ni se daba cuenta.
Seis meses después Zdanovsky intervino con una exposición en un seminario. Ya estaba preparado para recibir las felicitaciones de sus colegas cuando se levantó Danin. Zdanovsky lo miró con una mirada helada e incisiva. Estaba preparado para resistir decisivamente cualquier acusación de plagio. Sin embargo Danin ni siquiera pensó en eso. El joven matemático informó que ese problema podía resolverse mucho más fácilmente. Y enseguida en el pizarrón delineo la solución efectiva. Los matemáticos se lanzaron a discutir el método nuevo. Todos olvidaron a Zdanovsky, y este debió abandonar el auditórium con la cabeza baja.
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