Condenada . Морган Райс
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Kyle salió volando de cabeza por el parabrisas, y aterrizó en la carretera, rodó y rodó mientras el coche se volcaba y rodaba de lado, también. Un coche que se acercaba a Kyle aplicó los frenos, pero no a tiempo, y Kyle sintió como el coche aplastaba su pecho.
El coche paró en seco mientras Kyle estaba allí, respirando con dificultad; una mujer de unos treinta años salió, gritando, llorando, mientras corría hacia Kyle, que yacía de espaldas.
"Oh, Dios mío, ¿está bien?" Ella dijo en un apuro. "Traté de parar a tiempo. Dios mío. ¡He matado a un hombre! ¡Dios mío!”
La mujer estaba histérica, de rodillas sobre él, lloraba.
De repente, Kyle abrió sus ojos, se sentó y miró a la mujer.
Su llanto se detuvo cuando ella le devolvió la mirada en shock, tenía los ojos muy abiertos frente a los faros.
Kyle sonrió, se inclinó, y, en éxtasis, hundió sus hermosos colmillos que crecían y crecían en su garganta.
Fue la mejor sensación de su vida.
La mujer gritaba mientras él bebía su sangre; él se atiborró hasta que ella cayó inerte en sus brazos.
Kyle se puso de pie, satisfecho, y se volvió y contempló la carretera vacía.
Enderezó el cuello, alisó su camisa, y dio el primer paso. Tenía mucho que cobrarle a esta ciudad camino y todo iba a empezar con Scarlet.
CAPÍTULO TRES
Sage volaba cortando el aire hacia el amanecer, los primeros rayos de sol iluminaban una lágrima en su mejilla, que rápidamente él se secó. Estaba agotado, con mucho sueño después de volar toda la noche buscando a Scarlet. Durante la noche, creyó verla muchas veces, sólo para darse cuenta de que había llegado con una chica desconocida que se sorprendía al verlo aterrizar y despegar de nuevo. Estaba empezando a preguntarse si alguna vez la encontraría.
Scarlet no estaba por ninguna parte, y Sage no podía entenderlo. La conexión entre los dos era tan fuerte, que estaba seguro que podría sentirla, que ella lo llevaría a donde estaba. No podía entender lo que había pasado. ¿Ella había muerto?
Sage creía que quizás estaba en tal estado emocional, que todos sus sentidos estaban bloqueados, y eso no le permitía rastrearla; o tal vez había caído en un sueño profundo, como sabía que le sucedía a los vampiros después de alimentarse de un humano por primera vez. Eso podía llegar a ser mortal para algunos, él lo sabía, y le dolía el corazón pensar que ella estaba por ahí, quien sabía dónde, completamente sola. ¿Alguna vez despertaría?
Sage voló bajo, muy rápidamente para no ser detectado, y pasó por todos los lugares a los que había ido con ella -su escuela, su casa, todos los lugares en que podía pensar- usando su visión láser la buscó por los árboles y las calles.
A medida que el sol se elevaba y pasaba hora tras hora, Sage, finalmente se dio cuenta de que no tenía sentido seguir buscando. Tendría que esperar hasta que ella saliera a la superficie, o él pudiera detectarla.
Sage estaba agotado como nunca antes. Podía sentir su fuerza vital empezando a decaer. Sabía que sólo quedaban unos días para que él mismo muriera, y cuando sintió otro dolor en el pecho y en los brazos y hombros, supo que se estaba muriendo por dentro. Pronto dejaría esta tierra, y lo había aceptado. Sólo quería pasar sus últimos días con Scarlet.
Cuando ya no le quedó ningún lugar donde buscar, Sage voló sobre la mansión de su familia en el Hudson, mirando hacia abajo mientras descendía. Dio una y otra vuelta, como un águila, preguntándose: ¿debería verlos una última vez? No sabía para qué. Todos lo odiaban ahora por no llevar a Scarlet; y tenía que admitirlo, él los odiaba también. La última vez que había estado allí, su hermana había muerto en sus brazos, y Lore había partido para tratar de matar a Scarlet. No quería enfrentarse a ellos de nuevo.
Y sin embargo, no tenía otro lugar a donde ir.
Mientras volaba, Sage escuchó un golpeteo, y miró hacia abajo y vio a varios de sus primos sosteniendo planchas de madera sobre las ventanas, y martilleando. Uno a uno, estaban sellando su mansión ancestral, y Sage vio a varias docenas de sus primos despegar en vuelo. Estaba intrigado. Era evidente que estaba pasando algo.
Sage tenía que averiguarlo. Una parte de él quería saber a dónde iban, qué sería de su familia, y una parte más grande de él quería saber si tenían alguna idea dónde estaba Scarlet. Tal vez uno de ellos había visto u oído algo. Quizás Lore la había capturado. Tenía que saber; era la única pista que tenía.
Sage se lanzó hacia la finca de su familia, aterrizando en el patio de mármol, ante la gran escalinata que conducía a la puerta de entrada trasera con antiguas puertas francesas.
Cuando se acercó, de repente las puertas se abrieron, y vio a su madre y su padre adelantándose; lo enfrentaron con una mirada de desaprobación.
"¿Qué estás haciendo aquí?" Su madre le preguntó como si él fuera un intruso.
"Ya nos mataste una vez", dijo su padre. "Nuestra gente pudo haber sobrevivido si no hubiera sido por ti. ¿Has venido a matarnos de nuevo?”
Sage frunció el ceño; estaba harto de la desaprobación de los padres.
“¿A dónde van?" exigió Sage.
“¿A dónde crees?" Su padre replicó. "Han convocado al Gran Consejo, por primera vez en mil años."
Sage lo miró con sorpresa.
“¿Al Castillo Boldt?"preguntó. “¿Van a las mil islas?"
Sus padres fruncieron el ceño de nuevo.
"¿Qué te importa?", dijo su madre.
Sage no podía creer lo que estaba escuchando. El Gran Consejo no se había reunido desde lo que parecía ser el principio de los tiempos, y que toda su raza se fuera a reunir en un solo lugar, no podía ser por algo bueno.
“¿Pero por qué?" preguntó. "¿Por qué convocarlos, si todos vamos a morir de todos modos?"
Su padre se adelantó y sonrió mientras levantaba un dedo y lo clavaba en el pecho de Sage.
"No somos como tú", gruñó. "No vamos darnos por vencidos sin luchar. El nuestro será el mayor ejército que jamás se haya conocido, es la primera vez que todos nos reuniremos en un mismo lugar. La humanidad va a pagar. Nos vengaremos."
“¿Vengarse de qué?” preguntó Sage. "La humanidad no te ha hecho nada. ¿Por qué vas a herir a personas inocentes?”
Su padre le devolvió la sonrisa.
“Eres tonto hasta el final", dijo. "¿Por qué no lo haríamos? ¿Qué tenemos para perder? ¿Qué van a hacer, matarnos?”
Su padre se rió, y su madre se le unió, mientras se tomaban del brazo y pasaban junto a él, chocando sus hombros y preparándose a despegar en vuelo.
Sage les gritó: "Recuerdo una vez cuando eran nobles", dijo. "Pero ahora, no son nada. Son menos que nada. ¿Esto es lo que hace la desesperación en