Antes De Que Atrape . Блейк Пирс
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“Si es demasiado pronto, puedo—”
“No, no, quiero contárselo ahora,” dijo ella.
“¿Está su marido en casa?”
“Ha optado por quedarse en la sala de estar con el pastor. Vincent se lo tomó realmente mal. Se desmayó dos veces anoche y atraviesa estos momentos en que simplemente se niega a creer lo que ha pasado y—”
Como si llegara de la nada, un enorme sollozo se escapó de la garganta de Pam y se apoyó contra la pared. Detuvo su respiración y reprimió lo que Mackenzie podía asegurar era su pena que trataba de salir a la superficie.
“Señora Skinner… puedo volver más tarde.”
“No. Ahora, por favor. Me he tenido que mantener entera toda la noche para Vincent. Puedo arreglármelas para hacerlo unos cuantos minutos más para usted. Pero… venga a la cocina.”
Mackenzie siguió a Pam Skinner por el pasillo hasta la cocina, donde Mackenzie empezó a reconocer el aroma que había percibido antes. Por lo visto, Pam había metido unos bollos de canela al horno, quizá en un intento de seguir posponiendo su sufrimiento por su marido. Pam los echó un vistazo con pocas ganas mientras Mackenzie se sentaba en un taburete junto a la barra de la cocina.
“Hablé con la doctora Haggerty por la mañana,” dijo Mackenzie. “Ha estado presionando para que derriben el Puente de Miller Moon. El nombre de su hijo surgió en la conversación, Dijo que le parece muy difícil de creer que Kenny se hubiera quitado la vida.”
Pam asintió con firmeza. “Y tiene toda la razón. Kenny nunca se hubiera quitado la vida. La idea es absolutamente ridícula.”
“¿Tiene alguna razón válida y contundente para sospechar que alguien quisiera hacerle daño a su hijo?”
Pam sacudió la cabeza, tan furiosamente como había asentido hacía unos instantes. “He pensado en ello toda la noche. Y me trajo a la mente algunas verdades desagradables sobre Kenny, por supuesto. Hay unos cuantos chicos que no le aprecian demasiado porque Kenny solía quitarles la novias a muchos de ellos. Pero nunca llegó a nada serio.”
“Y las últimas semanas, ¿no le ha oído decir algo a Kenny o quizá le ha visto actuar de cierta manera que pudiera indicar que estaba teniendo pensamientos de hacerse daño?”
“No. Nada de eso. Incluso cuando Kenny estaba de mal humor, se las arreglaba para iluminar una habitación. Rara vez se enfadaba por nada. No era un chico perfecto, pero por Dios santo, no creo que hubiera ni una onza de odio o de ira dentro de él. Simplemente me resulta más allá de lo comprensible pensar que se haya quitado la vida.”
Se le escapó otro sollozo de la garganta entre las palabras quitado y la vida.
“¿Sabe si tenía algún tipo de vínculo con ese puente?” preguntó Mackenzie.
“No más que otros adolescentes y adultos jóvenes del pueblo. Estoy segura de que en ocasiones bebió o flirteó allá abajo, pero nada fuera de lo normal.”
Mackenzie podía percibir cómo el dique estaba a punto de romperse dentro de Pam Skinner. Un minuto o dos más y ella se derrumbaría.
“Una pregunta más, y por favor sepa que he de hacerla. ¿Cómo de segura está de que conocía bien a su hijo? ¿Cree que pueda haber alguna clase de secretos de una vida oculta que estuviera manteniendo a escondidas de usted y de su marido?”
Se quedó pensativa por un instante mientras le corrían las lágrimas por las mejillas. Lentamente, dijo: “Supongo que todo es posible, pero si Kenny estaba escondiendo una segunda vida de nosotros, lo estaba haciendo con la pericia de un espía. Y aunque era un gran chico, no se comprometía mucho con las cosas. Que hubiera escondido algo como esto…”
“La entiendo,” dijo Mackenzie. “Le voy a dejar para que procese esto ahora, pero por favor, si se le ocurre cualquier otra cosa en los próximos días, llámeme de inmediato.”
Dicho eso, Mackenzie se puso en pie y colocó su tarjeta de visita sobre el mostrador. “Lamento muchísimo su pérdida, señora Skinner.”
Mackenzie salió deprisa pero no de manera grosera. Podía sentir el peso de la pérdida familiar hasta que estuvo afuera, con la puerta cerrada detrás suyo. Incluso entonces, de camino al coche, podía escuchar los sonidos de Pam Skinner finalmente entregándose a su pesar. Era increíblemente abrumador y le rompió un poco el corazón a Mackenzie.
Hasta cuando ya estaba en la salida a la carretera, el ruido de los sollozos de Pam Skinner le recorría la mente como una brisa de otoño azotando las hojas muertas en una calle abandonada.
CAPÍTULO OCHO
No había un solo forense en todo el condado. Lo que es más, la oficina del examinador médico se encontraba a una hora y media de Kingsville, en Arlington. En vez de conducir de regreso a DC para probablemente acabar regresando a Kingsville, Mackenzie volvió a su habitación de motel y realizó una serie de llamadas. Diez minutos más tarde, estaba llamando para comenzar una sesión en Skype con el forense que había supervisado los cadáveres de Malory Thomas y Kenny Skinner. El cadáver de Kenny Skinner todavía no estaba completamente preparado y listo para ser evaluado lo cual dificultaba las cosas todavía más. Aun así, Mackenzie comenzó la llamada y esperó a la respuesta. El hombre que le respondió era alguien con quien Mackenzie había trabajado unas pocas veces en otros casos, un hombre de mediana edad con pelo canoso enervado llamado Barry Burke. Era agradable ver un rostro familiar después de la mañana que había pasado. Todavía no se había quitado del todo de encima los sonidos de la pérdida que habían salido de Pam Skinner mientras ella dejaba la casa.
“Hola, agente White,” dijo Burke.
“Hola. Me dicen que todavía no hay gran cosa que podamos decir del cadáver de Kenny Skinner, ¿no es cierto?”
“Me temo que sí. A riesgo de sonar algo bestia, es algo realmente horrible. Si me dices lo que estás buscando lo puedo poner a la cabeza de la lista de prioridades.”
“Cualquier arañazo o moratón reciente. Cualquier signo de que pudiera haberse metido en una pelea.”
“Muy bien, lo haré. Y entonces… entiendo que necesitas saber lo mismo sobre Malory Thomas, ¿verdad?”
“Así es. ¿Tienes alguna cosa?”
“Pues mira por donde, puede que sí. Odio decirlo, pero cuando recibimos un cadáver qué obviamente es de alguien que se ha suicidado, hay ciertas cosas que al instante van al fondo de nuestra lista de prioridades. Y sí… encontramos algo en Malory Thomas que, honestamente, podría no tratarse de nada, pero si estás buscando arañazos…”
“¿Qué es lo que tienes?”
“Dame un segundo y te envío una foto,” le dijo. Él pulsó unas cuantas veces y entonces surgió el icono del sujetapapeles en la ventana de Skype.
Mackenzie hizo clic en él y se abrió un JPEG en su pantalla. Estaba mirando la parte inferior de la mano derecha de Malory Thomas.
Mackenzie amplió la foto y al instante vio a lo que se refería Burke. Entre el primero y el segundo nudillo de 3 de sus dedos había cortes y laceraciones muy claras. Los cortes eran de aspecto desigual y aunque no estaban ensangrentados resultaban espeluznantes y crudos. Había dos