Esperando . Блейк Пирс

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Esperando  - Блейк Пирс Las Vivencias de Riley Paige

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cayó en cuenta: «Soy yo».

      El hombre sostenía un espejo frente a su cara. La cara horriblemente escandalosa que veía era la suya.

      Ver ese rostro retorcido y con lágrimas la hizo sentir un odio que jamás había sentido antes.

      «Tiene razón —pensó—. Todos me odian. Y yo soy mi peor enemiga.»

      Como si compartiera su disgusto, las criaturas debajo de su piel comenzaron a moverse como si fueran cucarachas que habían sido expuestas a la luz solar.

      El hombre bajó el espejo y volvió a pasar el cuchillo por el lado de su cara.

      —Van a dejarte atrás —repitió.

      Mientras el hombre pasaba el cuchillo por su garganta, Janet pensó: «Si él me corta, los insectos podrán escapar».

      Bueno, la hoja también la mataría. Pero ese parecía un pequeño muy bajo para poder librarse de los insectos y este terror.

      Ella dijo entre dientes: —Hazlo. Hazlo ya.

      De repente oyó una risa distorsionada, como si un millar de payasos estuvieran regodeándose por la situación en la que se encontraba.

      La risa hizo que su corazón latiera mucho más rápido. Janet sabía que su corazón no aguantaría mucho más.

      Y no quería que aguantara.

      Quería que todo esto parara lo antes posible.

      Se encontró tratando de contar sus latidos…

      Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…

      Pero sus latidos estaban empezando a ralentizarse.

      Se preguntó qué explotaría primero, si su corazón o su cerebro.

      Entonces finalmente oyó su último latido y el mundo se desvaneció…

      CAPÍTULO UNO

      Riley se echó a reír cuando Ryan le quitó la caja de libros.

      —¿Podrías dejarme cargar algo? —le preguntó.

      —Todo esto es demasiado pesado —dijo Ryan, llevando la caja hacia la estantería vacía—. No deberías estar levantando nada.

      —Por favor, Ryan. Estoy embarazada, no enferma.

      Ryan bajó la caja delante de la estantería, se sacudió las manos y dijo: —Puedes sacar los libros de la caja y ponerlos en la estantería.

      Riley se volvió a reír. Luego le dijo: —¿Quieres decir que me estás dando permiso para acomodar las cosas en nuestro nuevo apartamento?

      Ryan parecía avergonzado ahora. —Eso no es lo que quise decir —dijo—. Es solo que… Bueno, me preocupo.

      —Y ya te he dicho varias veces que no hay nada de qué preocuparse —dijo Riley—. Solo tengo seis semanas y me siento muy bien.

      No quería mencionar sus náuseas matutinas. Hasta el momento no habían sido tan molestosas.

      Ryan negó con la cabeza y le dijo: —Solo no te excedas, ¿de acuerdo?

      —Te lo prometo —dijo Riley.

      Ryan asintió con la cabeza y se dirigió de nuevo hacia el montón de cajas que aún tenían que desempacar.

      Riley abrió la caja de cartón delante de ella y comenzó a poner los libros en los estantes. Le complacía estar sentada haciendo una tarea sencilla. Cayó en cuenta de que su mente necesitaba el descanso más que su cuerpo.

      Los últimos días habían sido un torbellino.

      De hecho, las últimas dos semanas habían sido bastante agitadas.

      El día que había recibido su título de licenciada en psicología de la Universidad de Lanton había sido muy loco, un día que le había cambiado la vida. Inmediatamente después de la ceremonia, un agente del FBI la había reclutado para un programa de prácticas de diez semanas. Justo después de eso, Ryan le había pedido que se fuera a vivir con él en Washington, ya que había encontrado trabajo allí.

      Lo sorprendente de todo era que su programa de prácticas y el nuevo trabajo de Ryan quedaban en Washington, DC. Así que ella no había tenido que decidir nada.

      «Al menos no se alteró cuando le dije que estaba embarazada», pensó.

      De hecho, la noticia al parecer lo había dejado encantado. Se había puesto un poco más nervioso por el hecho de que tendrían un bebé en los días transcurridos desde la graduación, pero lo entendía ya que ella también estaba bastante nerviosa.

      Le resultaba difícil de comprender. Apenas iban empezando su vida juntos y pronto estarían compartiendo la mayor responsabilidad del mundo: criar a su propio hijo.

      «Más nos vale que estemos listos», pensó Riley.

      Entretanto, se sentía extraño estar poniendo sus viejos libros de texto de psicología en los estantes. Ryan había intentado convencerla de que los vendiera, y sabía que probablemente debió haberlo hecho…

      «Necesitamos el dinero», pensó.

      Aun así, tenía la sensación de que necesitaría estos libros en el futuro, aunque no estaba segura de por qué o para qué.

      La caja también contenía muchos libros de derecho de Ryan, los cuales ni siquiera había considerado vender. Probablemente los utilizaría en su nuevo trabajo como abogado de nivel inicial en el bufete de abogados Parsons y Rittenhouse.

      A lo que vació la caja y terminó de poner todos los libros en los estantes, Riley se sentó en el piso y se quedó mirando a Ryan, quien se encontraba empujando y reposicionando los muebles como si estuviera tratando de encontrar el lugar perfecto para todo.

      Riley contuvo un suspiro y pensó: «Pobre Ryan».

      Sabía que no estaba muy contento de haberse mudado a este apartamento de sótano. Había tenido un apartamento más bonito en Lanton, con los mismos muebles que habían traído aquí: una colección gratamente bohemia de artículos de segunda mano.

      A ella le parecía que las cosas de Ryan se veían muy bien aquí. Y el apartamento pequeño no le molestaba en absoluto. Se había acostumbrado a vivir en una residencia en Lanton, por lo que este lugar parecía muy lujoso, a pesar de los tubos descubiertos que colgaban sobre el dormitorio y la cocina.

      Aunque los apartamentos de los pisos de arriba eran mucho mejores, este era el único que había estado disponible. Cuando Ryan lo visitó por primera vez, no quiso alquilarlo. Pero la verdad era que esto era lo único que podían pagar. No estaban bien financieramente. Ryan había sobregirado su tarjeta de crédito con los gastos de la mudanza, el depósito del apartamento y todo lo demás que habían necesitado para este cambio trascendental en sus vidas.

      Ryan finalmente miró a Riley y le dijo: —¿Qué te parece si tomamos un descanso?

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