Antes de que Codicie . Блейк Пирс
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PRÓLOGO
Pam se sentó sobre el tronco caído que había al extremo del camping y encendió un cigarrillo, sintiéndose llena de energía tras el sexo. Detrás suyo, estaba plantada la tienda de Hunter con su forma de cúpula dentada. Podía escuchar cómo él roncaba suavemente desde adentro. Hasta aquí en el bosque, era lo de siempre: ahí estaba ella, despierta y con renovada vitalidad tras hacer el amor, mientras que él se había quedado dormido como un tronco. No obstante, aquí en el bosque, no le importaba demasiado.
Excavó un pequeño hueco en la tierra para echar las cenizas del cigarrillo, completamente consciente de que fumar en el bosque durante el que había sido un otoño sin lluvias era bastante arriesgado. Miró hacia las alturas, observando las estrellas. Era una noche bastante fresca porque el otoño ya había llegado a la Costa Este a hacer de las suyas, haciendo descender las temperaturas de manera significativa, y se abrazó los hombros para protegerse del frío. Le hubiera gustado que la tienda de Hunter tuviera uno de esos techos de redecilla para ver las estrellas, pero no hubo suerte. Aun así, había tenido algo de romántico, salir de casa, y pasar la noche a solas en el bosque. Era lo más parecido a vivir juntos que ella le iba a permitir hasta que el idiota de él le propusiera matrimonio. Considerando el cielo estrellado, el clima perfecto, y la increíble química que había entre ellos, había sido una de las noches más felices de su vida.
Pensó en regresar adentro, para entrar en calor junto a él, pero primero tenía que ir al servicio. Se dirigió hacia el bosque y se tomó un momento para percatarse de dónde estaba. Era difícil adivinar hacia dónde se dirigía en medio de la oscuridad; la luz de las estrellas y de la media luna daban algo de luz, pero no suficiente. Examinó la disposición del terreno a su alrededor y se sintió bastante segura de que solo necesitaba dirigirse hacia la izquierda en línea recta para encontrar el área de descanso.
Arrastró los pies unos cuantos metros más y caminó en esa dirección durante unos treinta segundos. Cuando se dio la vuelta, ya no podía ver la tienda.
“Maldita sea,” suspiró, empezando a entrar en pánico.
Cálmate, se dijo a sí misma mientras seguía caminando. La tienda está justo allí atrás y—
Su pie izquierdo se enganchó con algo, y antes de que pudiera entender lo que había pasado, se cayó al suelo. Consiguió extender las manos en el último instante, evitando así que su rostro diera con el pavimento. Dejó salir una respiración profunda y se empujó hacia arriba para levantarse, aturdida.
Volvió a mirar al tronco con el que había tropezado, enfadada con él de una manera casi infantil. En la oscuridad, la silueta parecía extraña y casi abstracta. Sin embargo, sabía algo con certeza. No se trataba de un tronco.
Debía de ser la noche que estaba jugándole una mala pasada. Tenía que tratarse de algún juego peculiar que hacían las sombras en la oscuridad.
A medida que un miedo frío le invadía de la cabeza a los pies, supo sin ninguna duda de qué trataba. No había manera de negarlo.
Una pierna humana.
Y por lo que ella podía ver, eso era todo lo que había. No parecía que hubiera un cuerpo con el que emparejarla. Yacía en el suelo, parcialmente oculta por el ramaje y otros residuos del bosque. El pie estaba cubierto con una playera deportiva y un calcetín empapado de sangre.
Pam soltó un grito. Y mientras se daba la vuelta y corría de regreso a la negrura de la noche, no dejó de gritar ni un momento.
CAPÍTULO UNO
Mackenzie iba sentada en el asiento del copiloto de un sedán del FBI con un Glock reglamentario en su mano—un arma que ya le resultaba tan familiar como la sensación de su propia piel. Hoy, sin embargo, parecía diferente. Después de hoy, todo sería diferente.
Solo la voz de Bryers consiguió sacarle de su mini-trance. Iba sentado en el asiento del conductor, mirándola de un modo que a Mackenzie le resultó similar a la mirada de un padre decepcionado.
“Sabes qué… no tienes por qué hacer esto,” dijo Bryers. “Nadie va a tenerte en menos consideración si te lo saltas.”
“Creo que tengo que hacerlo. Creo que me lo debo a mí misma.”
Bryers suspiró y miró a través del parabrisas. Delante suyo, había un amplio aparcamiento iluminado durante la noche por unas farolas decrépitas que estaban dispuestas a lo largo de su perímetro y su zona central. Además, había tres coches y Mackenzie podía divisar las siluetas de tres hombres, caminando ansiosamente de un lado para otro.
Mackenzie extendió la mano y abrió la puerta lateral del coche.
“No va a pasar nada,” dijo.
“Lo sé,” dijo Bryers. “Solo que… ten cuidado, te lo ruego. Si te pasa algo esta noche y se enteran las malas lenguas de que estaba aquí contigo—”
Ella no se entretuvo. Salió del coche y cerró la puerta. Sostenía el Glock bajo en la mano, caminando casualmente hacia el aparcamiento donde estaban parados los tres hombres junto a sus coches. Aunque sabía que no había razón para ponerse nerviosa, lo cierto es que lo estaba de todos modos. Hasta cuando vio el rostro de Harry Dougan entre ellos, todavía tenía los nervios de punta.
“¿Tenías que hacer que te trajera Bryers?” preguntó uno de los hombres.
“Está cuidando de mí,” dijo ella. “No siente un aprecio especial por ninguno de vosotros tres.”
Los tres hombres se echaron a reír y después miraron al coche del que Mackenzie acababa de bajarse. Saludaron a Bryers con las manos en perfecta sincronía. Como respuesta, Bryers les lanzó una sonrisa falsa y les mostró su dedo anular.
“Todavía no le caigo nada bien, ¿verdad?” preguntó Harry.
“No. Lo siento.”
Los otros dos hombres miraron a Harry y a Mackenzie con la misma resignación a la que se habían acostumbrado las últimas semanas. Aunque no eran una pareja de hecho, estaban juntos lo suficiente como para causar una mínima tensión entre sus compañeros. El más bajito de los tres era un chico llamado Shawn Roberts y el otro, un hombre gigantesco que medía más de dos metros, era Trent Cousins.
Cousins lanzó un gesto afirmativo al Glock en la mano de Mackenzie y después desenfundó el suyo de su cintura.
“¿Entonces