Antes de que Codicie . Блейк Пирс

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Antes de que Codicie  - Блейк Пирс Un Misterio con Mackenzie White

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podía dejarlo sin más?

      “Sí que hablo en serio,” dijo Colby. “No me he sentido realmente motivada al respecto durante las últimas tres semanas más o menos. Algunos días me iba a casa y lloraba en soledad porque me sentía atrapada. Es que ya no quiero hacerlo.”

      Mackenzie se había quedado de piedra; apenas sabía qué decir.

      “En fin, el día de la graduación es un día muy apropiado para tomar esta decisión.”

      Colby se encogió de hombros y volvió a mirar a través de la ventana. Parecía abatida. Derrotada.

      “Colby…no puedes dejarlo. No lo hagas.” Lo que tenía en la punta de la lengua pero no le dijo era: Si lo dejas ahora, estas últimas veinte semanas no significan nada. También te convierte en una de esas personas que abandonan.

      “Ah, pero no lo voy a dejar realmente,” dijo Colby. “Iré a la graduación hoy. Tengo que hacerlo, la verdad. Mis padres han venido de Florida así que tengo que ir. Pero después de hoy, se acabó.”

      Cuando Mackenzie había empezado en la academia, los instructores le habían advertido de que la tasa de abandono entre los agentes potenciales durante la sesión de clases de veinte semanas era de un veinte por ciento—y que había alcanzado hasta el treinta por ciento en el pasado. Pero pensar que Colby iba a formar parte de esos números no tenía ningún sentido.

      Colby era demasiado fuerte—demasiado decidida. ¿Cómo diablos podía estar tomando una decisión como esta con tanta facilidad?

      “¿Qué vas a hacer?” preguntó Mackenzie. “Si de veras dejas todo esto, ¿qué piensas hacer para ganarte la vida?”

      “No lo sé,” dijo ella. “Quizá algo relativo a la prevención de la trata de blancas. Investigación y recursos o algo parecido. Quiero decir, no tengo por qué ser una agente, ¿verdad? Hay muchas otras opciones. Solo sé que no quiero ser una agente.”

      “Realmente lo dices en serio,” dijo Mackenzie con sequedad.

      “Sí. Solo quería decírtelo ahora porque después de la graduación, mis padres estarán babeando conmigo.”

      Oh, pobre de ti, pensó Mackenzie, sarcásticamente. Eso debe de ser terrible.

      “No lo entiendo,” dijo Mackenzie.

      “No espero que lo hagas. A ti se te da genial todo esto. Te encanta. Creo que fuiste hecha para ello, ¿sabes? Pero yo… no lo sé. Supongo que me he quemado.”

      “Dios, Colby… lo siento.”

      “No tienes por qué,” dijo ella. “Cuando envíe de vuelta a mis padres a Florida, se habrá terminado la presión. Les diré que no estaba a la altura de la tarea de mierda que me iban a asignar para empezar. Y después haré lo que yo quiera, supongo.

      “En fin… buena suerte, supongo” dijo Mackenzie.

      “Nada de eso, por favor,” dijo Colby. “Hoy te vas a graduar dentro del mejor cinco por ciento. Ni se te ocurra dejar que mi drama te desaliente. Has sido una buena amiga, Mac. Quería que escucharas esto de mí ahora en vez de caer en la cuenta de que ya no andaba por aquí en unas cuantas semanas.”

      Mackenzie no trató de ocultar su decepción. Odiaba sentir que estaba utilizando tácticas infantiles, pero guardó silencio por un momento, tomando sorbitos a su café.

      “¿Qué hay de ti?” preguntó Colby. “¿Tienes familiares o amigos que vayan a venir?”

      “Nadie,” dijo Mackenzie.

      “Oh,” dijo Colby, un tanto avergonzada. “Lo siento. No lo sabía—”

      “No hay por qué disculparse,” dijo Mackenzie. Ahora le tocaba a ella mirar al vacío a través de la ventana cuando añadió: “Lo cierto es que me gusta que sea así.”

      ***

      Mackenzie se sentía muy poco impresionada con la graduación. Lo cierto es que no se trataba más que de una versión formalizada de su graduación de la secundaria y no era tan elegante y formal como su graduación de la universidad. Mientras esperaba a que dijeran su nombre, tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre aquellas graduaciones y sobre cómo su familia parecía haberse ido desvaneciendo a un segundo plano poco a poco con cada una de ellas.

      Podía recordar cómo casi había llorado mientras subía al escenario en la graduación de secundaria, entristecida por el hecho de que su padre no la vería crecer. Había sido consciente de ello durante sus años adolescentes pero era una verdad que le golpeaba como una piedra entre los ojos mientras ascendía al escenario a recibir su diploma. No fue algo que le revolviera tanto en la universidad. Cuando ascendió al pódium durante la graduación de la universidad, lo hizo sin ningún familiar entre la multitud. Ese fue, cayó en la cuenta durante la ceremonia en la academia, el momento crítico en su vida en que decidió de una vez por todas que prefería estar sola en la mayoría de los asuntos de la vida. Si su familia no tenía interés por ella, entonces ella no sentía interés por ellos.

      La ceremonia terminó sin muchos bríos y cuando concluyó, divisó a Colby haciéndose fotos con su madre y su padre al otro lado de la amplia recepción que los graduados y sus invitados pasaron a llenar a continuación. Por lo que Mackenzie podía ver, Colby estaba consiguiendo esconder su disgusto de sus padres a la perfección. Y mientras tanto, sus padres resplandecían de orgullo.

      Sintiéndose como un bicho raro y sin nada que hacer, Mackenzie empezó a preguntarse cuando sería lo más pronto que podría salir de la reunión, ir a casa y quitarse las ropas de graduación, y abrir la primera de las que acabarían siendo unas cuantas cervezas esa tarde. Cuando empezó a caminar hacia las puertas, escuchó una voz familiar detrás de ella, pronunciando su nombre.

      “Hola, Mackenzie,” dijo la voz masculina. Supo de quién se trataba de inmediato—no solo por la voz, sino porque había poca gente que le llamara Mackenzie en este entorno en vez de simplemente White.

      Era Ellington. Llevaba puesto un traje y parecía tan incómodo como Mackenzie se sentía. Aun así, la sonrisa que él le lanzó parecía demasiado cómoda. Aunque en ese preciso momento, no le importaba.

      “Hola, Agente Ellington.”

      “Creo que en una situación como esta, puedes llamarme Jared.”

      “Prefiero llamarte Ellington,” dijo ella con su propia sonrisa fugaz.

      “¿Cómo te sientes?” preguntó él.

      Ella se encogió de hombros, cayendo en la cuenta de las muchas ganas que tenía de largarse de allí. Podía contarse a sí misma todas las mentiras que quisiera, pero el hecho de que no tuviera familia, amigos, o seres queridos presentes en la ceremonia estaba empezando a resultarle pesado.

      “¿Solo eso?” preguntó Ellington.

      “En fin, ¿y cómo debería sentirme?”

      “Satisfecha. Orgullosa. Emocionada. Por decir unas pocas cosas.”

      “Y siento todas esas cosas,” dijo ella. “Es solo que… no sé. Todo el aspecto ceremonioso del asunto me resulta demasiado.”

      “Puedo

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