Una Vez Enfriado . Блейк Пирс

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Una Vez Enfriado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTESÉIS

       CAPÍTULO VEINTESIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTA Y UNO

       CAPÍTULO TREINTA Y DOS

       CAPÍTULO TREINTA Y TRES

       CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

       CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

       CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

       CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

       CAPITULO TREINTA Y OCHO

       CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

       CAPÍTULO CUARENTA

       CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

      PRÓLOGO

      El hombre entró en el Bar Patom y se encontró rodeado por una espesa nube de humo de cigarrillo. Todo estaba tenue, una vieja canción de heavy metal sonaba por los altavoces y ya se estaba sintiendo impaciente.

      El lugar estaba demasiado caliente, demasiado abarrotado de gente. Se estremeció cuando oyó una risita a su lado. Se dio la vuelta para ver un juego de dardos que estaba siendo jugado por cinco borrachos. Junto a ellos unas personas estaban jugando billar americano. Entre más pronto saliera de allí, mejor.

      Miró alrededor de la sala por solo unos segundos antes de que sus ojos se iluminaron ante una mujer joven sentada en el bar.

      Tenía un rostro lindo y llevaba el pelo corto. Estaba demasiado bien vestida para ese tipo de lugar.

      “Es perfecta”, pensó el hombre.

      Se acercó al bar, se sentó en el taburete junto a ella y sonrió.

      “¿Cuál es tu nombre?”, preguntó.

      Se dio cuenta de que no podía oír su propia voz por encima del ruido general.

      Ella lo miró, le devolvió la sonrisa, señaló a sus oídos y negó con la cabeza.

      Repitió la pregunta más fuerte, moviendo los labios de una manera exagerada.

      Ella se inclinó hacia él. Casi gritando, dijo: “Tilda. ¿Cuál es el tuyo?”.

      “Michael”, dijo no tan alto.

      Obviamente no era su verdadero nombre, pero eso ni siquiera importaba. Dudaba de que podía escucharlo. No parecía importarle.

      Miró su bebida, que estaba casi vacía. Parecía una margarita. Miró el vaso y dijo en una voz muy alta: “¿Quieres otra?”.

      Sin dejar de sonreír, la mujer llamada Tilda negó con la cabeza.

      Pero ella no estaba tratando de sacárselo de encima. Estaba seguro de ello. ¿Era el momento para un movimiento audaz?

      Alcanzó una servilleta de papel y sacó un bolígrafo del bolsillo de su camisa.

      Escribió sobre la servilleta de papel...

      “¿Quieres ir a otro lugar?”.

      La mujer miró el mensaje y su sonrisa se ensanchó. Vaciló por un momento, pero él se dio cuenta de que ella estaba buscando un buen rato. Y parecía estar satisfecha de haberlo encontrado.

      Para su deleite, ella asintió.

      Antes de irse, cogió

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