Una Vez Enfriado . Блейк Пирс

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Una Vez Enfriado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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ojos todavía cerrados, Lucy pudo sentir la frialdad metódica del asesino.

      “Detuvo el auto en un sitio difícil de ver. Luego sacó una pala de su maletero”.

      Lucy se sintió confundida por un momento.

      Era de noche, así que ¿cómo había logrado el asesino adentrarse en el bosque?

      No sería fácil llevar una linterna, una pala y un cadáver.

      “¿Fue una noche de luna?”, preguntó Lucy.

      “Sí”, dijo la agente Paige.

      Lucy se sintió alentada.

      “Cogió la pala con una mano y arrojó el cuerpo sobre su hombro con la otra. Caminó hacia el bosque. Siguió su camino hasta encontrar un lugar lejano”.

      “¿Un lugar lejano?”, preguntó la Agente Paige, interrumpiendo el ensueño de Lucy.

      “Definitivamente”, dijo Lucy.

      “Abre tus ojos”.

      Lucy lo hizo. La agente Paige estaba guardando todo en su maletín para irse.

      Ella dijo: “En realidad, el asesino llevó el cuerpo al bosque que quedaba al otro lado de la carretera. Solo adentró el cuerpo de Tilda unos pocos pies en el matorral. Fácilmente pudo haber visto las luces de los autos de la carretera, y probablemente utilizó la luz de un poste de luz para enterrar a Tilda. Y no la enterró muy bien, más bien la cubrió con más rocas que tierra. Un ciclista notó el hedor unos días más tarde y llamó a la policía. El cuerpo fue fácil de encontrar”.

      Lucy estaba boquiabierta.

      “¿Por qué no se esforzó más en ocultar el asesinato?”, preguntó. “No entiendo”.

      Cerrando su maletín, la agente Paige frunció el ceño con pesar.

      “Yo tampoco”, dijo. “Nadie lo entiende”.

      La agente Paige cogió su maletín y salió de la sala de conferencias.

      Lucy detectó amargura y decepción en su caminar.

      Aunque la agente Paige siempre emanaba aires de indiferencia, este caso enfriado definitivamente seguía atormentándola.

      CAPÍTULO DOS

      Durante la cena de esa noche, Riley Paige no pudo sacarse al ‘Asesino de la caja de fósforos’ de su mente. Había usado ese caso enfriado como un ejemplo para su clase porque pronto recibiría una llamada respecto a él.

      Riley trató de concentrarse en el delicioso estofado guatemalteco que Gabriela había preparado para ellos. Su ama de llaves y ayudante general era una cocinera maravillosa. Riley esperaba que Gabriela no se diera cuenta de que le estaba costando disfrutar de la cena de esta noche. Pero las chicas sí se dieron cuenta, obviamente.

      “¿Qué pasa, mamá?”, preguntó April, la hija de quince años de Riley.

      “¿Te pasó algo?”, preguntó Jilly, la niña de trece años que Riley tenía la esperanza de adoptar.

      Desde su asiento al otro lado de la mesa, Gabriela también contemplaba a Riley con preocupación.

      Riley no sabía qué decir. La verdad era que sabía que sería recordada del ‘Asesino de la caja de fósforos mañana’, que recibiría la misma llamada que recibía todos los años. No tenía sentido tratar de sacarlo de su mente.

      Pero a ella no le gustaba llevar su trabajo a casa. A veces, a pesar de todos sus esfuerzos, incluso había puesto a sus seres queridos en peligro.

      “No es nada”, dijo ella.

      Las cuatro comieron en silencio durante unos momentos.

      April finalmente dijo: “Es papá, ¿verdad? Te molesta que no está en casa de nuevo esta tarde”.

      La pregunta sorprendió a Riley. Las ausencias recientes de su esposo habían estado preocupándola últimamente. Ella y Ryan se habían esforzado mucho para tratar de reconciliarse, incluso después de un divorcio doloroso. Ahora su progreso parecía estar desmoronándose, y Ryan había estado pasando más y más tiempo en su propia casa.

      Pero la verdad era que no había estado pensando en él en este momento.

      ¿Qué decía eso de ella?

      ¿Ya se sentía indiferente a su relación casi fallida?

      ¿Se había dado por vencida?

      Sus tres compañeras todavía la estaban mirando, esperando que dijera algo.

      “Es un caso”, dijo Riley. “Siempre me molesta durante esta época del año”.

      Los ojos de Jilly se abrieron con entusiasmo.

      “¡Cuéntanos sobre él!”, dijo.

      Riley se preguntó cuánto le debía decir a las niñas. No quería describirle los detalles del asesinato a su familia.

      “Es un caso sin resolver”, dijo. “Una serie de asesinatos que ni la policía local ni el FBI fueron capaces de resolver. Llevo años tratando de resolverlo”.

      Jilly estaba que saltaba de su silla.

      “¿Cómo lo vas a resolver?”.

      La pregunta hirió a Riley un poco.

      Obviamente no era la intención de Jilly ser hiriente, sino todo lo contrario. La chica estaba orgullosa de que su madre fuera una agente de la ley. Y todavía pensaba que Riley era una especie de superhéroe que jamás podría fallar.

      Riley sofocó un suspiro.

      “Quizás es hora de decirle que no siempre atrapo a los malos”, pensó.

      En vez, Riley simplemente dijo: “No sé”.

      Esa era la verdad.

      Pero había una cosa que Riley sí sabía.

      El vigésimo quinto aniversario de la muerte de Tilda Steen era mañana, y no sería capaz de sacarlo de su mente en el corto plazo.

      Riley se sintió aliviada cuando comenzaron a conversar de la cena deliciosa que Gabriela les había preparado. La mujer guatemalteca y las chicas empezaron a hablar en español, y a Riley le costó seguir la conversación.

      Pero eso estaba bien. April y Jilly estaban estudiando español, y April estaba comenzando a dominarlo. A Jilly todavía le costaba el idioma, pero Gabriela y April la estaban ayudando.

      Riley sonrió mientras observaba y escuchaba.

      “Jilly se ve bien”, pensó.

      Ella era una niña flaca de piel oscura, pero ya no quedaban rastros de esa niña abandonada

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