Un Rastro de Asesinato . Блейк Пирс

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Un Rastro de Asesinato  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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y él avanzó un paso. Keri observó que sus puños se cerraban sin querer. Ella no retrocedió.

      —¿Quién diablos eres? —preguntó—¿De qué se trata esto?

      —Solo estoy conversando, Coy. ¿Por qué te pones rudo tan de repente?

      —No te conozco—dijo, ahora abiertamente hostil—. ¿Quién te envió, su marido? ¿Eres alguna especie de investigadora?

      —¿Qué hay si lo fuera? ¿Habría algo que investigar? ¿Hay algo que quieras sacarte del pecho, Coy?

      Él avanzó otro paso hacia ella. Sus rostros estaban ahora separados por unos pocos centímetros. En lugar de encogerse, Keri enderezó sus hombros y levantó su barbilla de manera desafiante.

      —Creo que ha cometido un terrible error viniendo hasta aquí, señora—gruñó Coy—. Le daba la espalda a la patrulla, que lentamente había rodado detrás de él y permanecía ahora a unos seis metros de distancia.

      Por el rabillo del ojo, Keri vio al Sargento Covey caminar cautelosamente desde el almacén, teniendo al mismo tiempo cuidado de permanecer a espaldas de Coy. Sintió ella una súbita urgencia de hacerles señas pero se contuvo.

      Es ahora o nunca.

      —¿Qué le hiciste a Kendra, Coy? —preguntó, ahora sin rastro de gracia en su voz.Le contempló con dureza, acariciando de nuevo con la mano la cacha de su pistola, lista para lo que fuera.

      Ante la pregunta, los ojos de él pasaron del enfado a la sorpresa. Podía asegurar que él no tenía idea de qué le estaban hablando. Retrocedió un paso.

      —¿Qué?

      Sintió de inmediato que él no era el sujeto, pero siguió presionando por si acaso.

      —Kendra Burlingame ha desaparecido y escuché que tú eres su acosador personal. Así que si le has hecho algo, ahora mismo podría ser el momento de confesar. Si cooperas, puedo ayudarte. Si no, esto podría resultar muy malo para ti.

      Coy la contemplaba pero no parecía comprender del todo lo que ella había dicho. No se había dado cuenta de que el Sargento Covey se había estado acercando y estaba a unos pocos pasos detrás de él. La mano del veterano oficial descansaba sobre la cadera, junto a la pistola. No parecía un gatillo alegre, solo era precavido.

      —¿Kendra está desaparecida? —preguntó Coy, sonando como un chico que acaba de enterarse que su perro ha sido puesto a dormir.

      —¿Cuándo fue la última vez que la viste, Coy?

      —En la reunión… le dije que la buscaría acá en Los Ángeles. Pero podría asegurar que ella no quería ni un poco de mí. Se veía avergonzada a causa de mí. No quería ver de nuevo esa mirada en su rostro, así que renuncié.

      —¿No querías castigar a la mujer que te hizo sentir así?

      —Ella no me hizo sentir de esa manera. Siento vergüenza por esta cosa en la que me he convertido sin que ella haya tenido algo que ver. Pude ver qué tan bajo había caído desde su punto de vista… ¿sabe?, eso realmente me abrió los ojos. Hace tiempo que me he estado engañando a mí mismo acerca de ser un tipo genial, rudo. Con Kendra delante de mí, me vi como el perdedor que realmente soy.

      La miró con desesperación, con la esperanza de hallar alguna clase de conexión. Pero Keri no estaba inclinada a explorar los demonios internos de este sujeto. Tenía suficiente vergüenza a cuestas como para querer tratar con la de otra persona.

      —¿Puedes dar cuenta de tu paradero en el día de ayer, Coy? —preguntó ella, cambiando el tema. Él, dándose cuenta de que no iba a conseguir simpatía alguna de parte de ella, asintió.

      —Estuve aquí todo el día. Estoy seguro de que mi jefe puede verificarlo.

      —Podemos chequear eso—dijo el Sargento Covey. Coy se sobresaltó ligeramente ante la inesperada voz a sus espaldas. Se volteó, sorprendido al ver a Covey a centímetros de él, y la patrulla, con Kuntsler y Rodríguez no mucho más lejos.

      —Así que, ¿entonces eres policía? —dijo Coy, con aspecto oprimido.

      —Lo soy… Departamento de Policía de Los Ángeles Personas Desaparecidas.

      —Espero que la encuentren. Kendra es una gran chica. El mundo es un lugar mejor gracias a ella y merece ser feliz. Siempre estuve enamorado de ella. Pero sabía que ella estaba fuera de mi alcance, así que nunca me ilusioné demasiado. Si hay alguna otra cosa que pueda hacer para ayudar, pídalo.

      —Detective Locke —intervino el Sargento Covey—, a menos que tenga preguntas adicionales, estaré feliz de chequear su coartada. Sé que tiene otras líneas de investigación que querrá explorar. Además, necesitamos hacer algo de papeleo para procesar al Sr. Brenner por despido. Mintió en su solicitud acerca de su libertad bajo palabra y eso es causa de terminación de contrato.

      Keri vio que el rostro de Brenner se hundió aún más. Era verdaderamente patético. Y ahora, encima de eso, estaba desempleado. Trató de sacudirse la sensación de que era en parte responsable de ello.

      —Aprecio eso, Sargento.Necesito regresar y esto luce como una calle ciega. Gracias por su ayuda.

      Mientras Covey y los oficiales se llevaban a Coy Brenner de vuelta al almacén para ser interrogado, Keri se subió a su auto y revisó el texto que había recibido antes.

      Era de Brody. Decía:

      LA GALA SIGUE EN PIE. GRAN OPORTUNIDAD PARA ENTREVISTAS. TE VEO ALLI. VÍSTETE SEXY.

      Brody continuaba asombrándola con su falta de perspicacia y profesionalismo. Aparte de ser un sexista impenitente, no parecía entender que una recaudación de fondos cuya anfitriona estaba desaparecida, no era el sitio ideal para que los amigos y colegas de ella desnudaran sus almas.

      Además, no tengo siquiera algo que ponerme.

      Por supuesto, no era esa la única razón. Si estaba siendo honesta consigo misma, Keri tenía que admitir que parte de su terror era debido a que este era exactamente el tipo de evento al que iba todo el tiempo cuando era una respetada profesora, esposa de un exitoso agente de talentos, y la madre de una adorable pequeña. Ir a esta cosa sería un brillante, luminoso, y doloroso recordatorio de su vida antes de perder a Evie.

      A veces odiaba su trabajo.

      CAPÍTULO OCHO

      El estómago de Keri, sentada en la sala de espera del bufete de Jackson Cave, era un agitado hoyo de ansiedades. Él ya la había hecho esperar por lo menos veinte minutos, tiempo suficiente para que pensara y repensara si esta era una buena decisión.

      Iba en el camino de vuelta desde San Pedro, calculando cuánto le llevaría llegar a la casa bote para ponerse un traje de noche, e ir entonces a Beverly Hills para la recaudación de fondos de Solo Sonrisas. Pero mientras se dirigía al norte, vio los rascacielos del centro de Los Ángeles en la distancia y una poderosa urgencia se adueñó de ella. Se encontró a sí misma conduciendo hasta la oficina de Cave, sin ningún tipo de plan de retirada.

      En el trayecto hasta allá, llamó a Brody para que pudieran informarse

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