Un Rastro de Vicio . Блейк Пирс

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Un Rastro de Vicio  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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está usando el doble sentido ahora, Miss Bianca? —preguntó él, sonriendo.

      Keri vio que el rostro de él se oscurecía y se dio cuenta que no había hecho un buen trabajo ocultando su nerviosismo a causa del Coleccionista. Él la conocía demasiado bien.

      —¿Qué pasa? —preguntó de inmediato.

      —Nada —dijo ella, mientras pasaba rozándolo para inclinarse y tomar su ensalada. A diferencia de él, ella no tenía problemas al moverse en espacios estrechos. Aunque no fuese tan pequeña como el nombre de la ratoncita ficticia podía sugerir, comparado con Ray, su cuerpo de uno sesenta y siete y cincuenta y nueve kilos era liliputiense .

      Podía sentir sus ojos sobre ella pero simuló que no lo notaba. No quería discutir lo que cargaba en su mente por un par de razones. Ante todo, si le decía del correo-e del Coleccionista, él querría analizarlo en detalle con ella. Y ello socavaría sus esfuerzos para mantenerse cuerda dejando de pensar en eso.

      Pero había otra razón. Keri estaba bajo vigilancia por parte de un turbio abogado llamado Jackson Cave, notable por representar a pedófilos y secuestradores de niños. Para obtener la información que la llevó a encontrar al Coleccionista, ella había irrumpido en su oficina y copiado el archivo oculto.

      La última vez que se habían visto, Cave había dado a entender que sabía lo que ella había hecho y dijo abiertamente que le tenía puesto el ojo. Estaba claro para ella lo que significaba. Desde entonces, había realizado de forma regular barridos de dispositivos de escucha, y tenido el cuidado de solo discutir con el Coleccionista en ambientes seguros.

      Si Cave sabía que ella andaba detrás del Coleccionista, podía avisarle. Entonces este último desaparecería y ella nunca encontraría a Evie. Así que no había manera de que ella fuera a mencionar nada al respecto a Ray y allí .

      Pero él no sabía nada de eso, así que la presionó.

      —Puedo asegurar que hay algo —dijo.

      Antes de que Keri pudiera, diplomáticamente, callarlo, el jefe de ambos entró de repente. El teniente Cole Hillman, su supervisor inmediato, tenía cincuenta, pero se veía mucho más viejo, con su rostro profundamente arrugado, su despeinado cabello entrecano, y una creciente panza que no podía ocultar con sus holgadas camisas de vestir. Como de costumbre, tenía puestas una chaqueta y una corbata, pero la primera no le quedaba y la segunda estaba ridículamente floja.

      —Bien. Me alegra que ambos estén aquí —dijo, saltándose cualquier clase de saludo—. Vengan conmigo. Tienen un caso.

      Lo siguieron de regreso a su oficina y ambos tomaron asiento en el gastado sofá de dos plazas junto a la pared. Sabiendo que probablemente no tendría chance de comer más tarde, Keri devoró su ensalada mientras Hillman los ponía en antecedentes. Notó que antes de que se sentaran, Ray ya había terminado el sándwich que se había robado. Hillman fue al grano.

      —Su posible víctima es una chica de dieciséis años de Westchester, Sarah Caldwell. No ha sido vista desde el almuerzo. Los padres la han llamado muchas veces, y dicen que no han podido contactarla.

      —¿Entraron en pánico porque su hija adolescente no les ha devuelto la llamada? —preguntó Ray escéptico— Suena como el caso de toda familia en América.

      Keri no replicó nada a pesar de su inclinación natural a estar en desacuerdo. Ella y Ray habían discutido sobre este punto muchas veces. Pensó que él era demasiado lento para involucrarse en casos como estos. Él, por su parte, sentía que la experiencia personal de ella la inclinaba demasiado a actuar en los mismos de forma prematura. Era una constante fuente de fricción y ella no tenía ganas de entrar en ello en ese momento. Pero Hillman aparentemente estaba dispuesto.

      —Lo pensé también al principio —dijo Hillman—, pero ellos fueron muy convincentes en cuanto a que su hija no se ausentaría por tanto tiempo sin reportarse. Intentaron también verificar su localización usando el GPS de su teléfono inteligente. Estaba apagado.

      —Eso es un poco extraño, pero aun así —insistió Ray.

      —Escuchen, puede que no sea nada. Pero ellos fueron muy insistentes, y habían entrado en pánico incluso. Y ellos hicieron notar que la política de estar desaparecido por veinticuatro horas antes de emprender una búsqueda no se aplica a los menores. Ustedes dos no tienen casos urgentes en este momento, así que les ordeno que vayan allá y les tomen la declaración. Diablos, la chica puede haber regresado a casa cuando ustedes lleguen. Pero no estará de más. Y esto les cubrirá las espaldas en el caso improbable de que haya algo.

      —Suena como un plan para mí —dijo Keri, incorporándose, la boca llena con el último resto de la ensalada.

      —Por supuesto que me suena bien —musitó Ray, mientras copiaba la dirección que le daba Hillman—. Otra persecución de ganso salvaje a la que arrastrarme.

      —Sabes que te encanta —dijo Keri saliendo antes que él.

      —¿Podrían ambos ser un poco más profesionales cuando vean a los Caldwells? —gritó tras ellos Hillman a través de la puerta abierta— Me gustaría que ellos pensaran que al menos simulamos que los tomamos en serio.

      Keri echó su contenedor de ensalada en la basura y se encaminó hacia el estacionamiento. Ray tuvo que trotar para alcanzarla. Cuando llegaron a la salida, él se inclinó y le susurró.

      —No creas que te has librado sea lo que sea ese secreto que me ocultas. Puedes decírmelo ahora o puedes decírmelo después. Pero sé que algo pasa contigo.

      Keri intentó no reaccionar de manera visible. Algo estaba pasando. Y ella planeaba enterarlo cuando fuera seguro hacerlo. Pero necesitaba conseguir una locación más segura para contarle a su pareja, su mejor amigo, su potencial novio, que ella estaba a punto de finalmente atrapar al secuestrador de su hija.

      CAPÍTULO DOS

      En cuanto se detuvieron delante de la casa de los Caldwells, Keri sintió una punzada en el estómago.

      Sin importar con cuánta frecuencia se reuniera con la familia de un niño posiblemente secuestrado, siempre se dejaba transportar hasta esa primera vez cuando vio cómo su propia pequeña, de solo ocho años, era llevada a través del brillante verdor del césped de un parque por un malévolo extraño con gorra de béisbol, calada de tal manera que le ocultaba el rostro.

      Sintió ahora cómo subía por su garganta el mismo y familiar pánico que experimentó al perseguir al hombre por el estacionamiento de grava y verle arrojar a Evie al interior de su van de color blanco como si fuera una muñeca de trapo. Revivió el horror de ver cómo el adolescente que intentó detener al hombre era apuñalado hasta morir.

      Hizo un gesto ante el recuerdo del dolor que sintió al correr con los pies descalzos sobre la grava, ignorando los fragmentos afilados de roca que se enterraban en sus pies, mientras trataba de darle alcance a la van que estaba acelerando y ya se alejaba. Recordó la sensación de impotencia que la arropó al darse cuenta que la van no tenía placas y que prácticamente no tenía ninguna descripción que darle a la policía.

      Ray estaba familiarizado con lo mucho que siempre la afectaba este momento y guardó silencio en el asiento de conductor, mientras ella recorría y trabajaba todo el ciclo de emociones y se rehacía para lo estaba por venir.

      —¿Estás

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