Historia y arte de la Baja California. María Teresa Uriarte Castañeda
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Existen distintas versiones en torno al origen y significado de California. Miguel del Barco, un misionero jesuita que por tres décadas –de 1738 a 1768– se dedicó a la evangelización de los habitantes de la península, apuntó que en realidad el nombre correspondía a la formación similar a una bóveda cercana al cabo, conocida hoy en día como el Arco:
[…] a tal bóveda o arco llaman los latinos fórnix. A aquellas cortas entradas, que el mar hace dentro de la tierra, los españoles antiguos llamaron cala, y aun ahora no es desusado este nombre. Estando Cortés en este pequeño puerto o cala, y observando el arco de la roca, es muy verosímil que a aquel paraje le diera el nombre de Califórnix, como si dijera: cala y arco, o cala donde hay un arco. Y corrompido por el vulgo de sus soldados o marineros (como es ordinario en tales casos), dijeron Californias, o California, en lugar de Califórnix.2
Don Miguel León-Portilla tuvo la enorme deferencia de escribirme un relato breve sobre el nombre de la Antigua California y lo transcribiré haciendo constar que no es un documento publicado, sino que él lo escribió para ahorrarme más disertaciones al respecto.
En su tercera carta de Relación a Carlos V, informó Hernán Cortés que un enviado suyo había llegado en 1523 a la mar del Sur, es decir al océano Pacífico. Ahí le dijeron los nativos que más al poniente existía una gran isla poblada de mujeres, rica en oro y perlas. Tal noticia obtenida en la provincia que llamaban Cihuatán, "lugar de mujeres", no sólo interesó al conquistador sino que despertó en él un afán de descubrir y penetrar dicha isla.
Curiosamente entre los hombres de Cortés había algunos que habían leído el libro titulado Las sergas de Esplandián por Garcí Ordóñez de Montalvo, según el cual "a la mano diestra de las Indias hubo una isla llamada California, la cual fue poblada de mujeres […] y sus armas eran todas de oro que en toda la isla no había otro metal alguno".
De ese relato que parecía coincidir con lo que su enviado le había informado, a la larga se derivó el nombre que le dio a la península. El relato y lo escrito en Las sergas de Esplandián serían el aliciente que determinó a Cortés a marchar en pos de esa isla. Así se iniciaron sus varias expediciones a California.
La primera con Diego Hurtado de Mendoza al frente, zarpó con rumbo a esa isla en 1532. Perdida su embarcación, Cortés envió otra expedición con Diego Becerra y Hernando de Grijalva en 1533. En tanto que el primero descubrió las islas llamadas hoy de Revillagigedo, Grijalva que comandaba la otra nave, moría asesinado por su piloto Fortún Jiménez. Éste continuó el viaje y arribó al extremo sur de la península donde perdió la vida con la mayoría de sus hombres al ser atacado por los indios.
Fue en 1535 cuando el mismo Hernán Cortés emprendió en persona una nueva expedición. Llegó así al puerto de La Paz el 3 de mayo de 1535, por lo cual llamó a ese lugar Tierra de Santa Cruz en razón de la fiesta celebrada ese día.
Hasta aquí el texto de Don Miguel escrito en Ciudad Universitaria en enero de 2013.
Después de este texto quiero agregar que Clavijero en su obra quiso aclarar, "algunos geógrafos se han tomado la libertad de comprender bajo esta denominación el Nuevo México, el país de los apaches y otras regiones septentrionales y muy distantes de la verdadera California".3 La Historia de la Antigua o Baja California fue publicada en 1789, muerto ya el historiador y dos décadas después de su expulsión de México junto con sus correligionarios jesuitas. En primera instancia, la labor de evangelización fue encomendada a misioneros franciscanos y poco después a dominicos. De entre ellos, Luis Sales redactó en tres cartas sus Noticias de la provincia de California, publicadas cerca del fin del siglo a partir de sus experiencias de 20 años en la península. "La grande extensión de esta Provincia –escribió– ha movido al Superior Gobierno á dividirla en dos partes: la una […], desde el grado 32 hasta el 38 […] se llama California nueva; la otra […] se llama California Antigua".4
Su opinión luego de dos décadas de servicio en ese territorio es por demás elocuente: "Soy de parecer, que en el mundo tal vez no habrá Naciones tan pobres, tan infelices y tan faltas de especies intelectuales como estas".5 Y es que, relataba, sus habitantes no "han probado el pan" antes de ser bautizados, pues se alimentaban de yerbas, frutas silvestres o animales del monte, vagabundeando sin "establecerse en parages fixos", sin "gobierno" ni "Rey". Agregó: "A la gula dan toda la libertad posible […]. Todos andan desnudos, aunque las mugeres suelen cubrir su naturaleza con unos delantalillos" y, para colmo, "todos usan de embixes ó pinturas en su cuerpo, pero las más ridículas".6
No muy distinta es la versión de otros historiadores o cronistas. Por ejemplo, Clavijero quien a pesar de no haber estado nunca en la península escribió:
El aspecto de la California es, generalmente hablando, desagradable y hórrido, y su terreno quebrado, árido, sobre manera pedregoso y arenoso, falto de agua y cubierto de plantas espinosas donde es capaz de producir vegetales, y donde no, de inmensos montones de piedras y de arena. El aire es caliente y seco, y en los dos mares pernicioso a los navegantes […]. Los torbellinos que a veces se forman son tan furiosos, que desarraigan los árboles y arrebatan consigo las cabañas. Las lluvias son tan raras, que si en el año caen dos o tres aguaceros, se tienen por felices los californios. Las fuentes son pocas y muy escasas.7
También es similar el punto de vista del misionero Wenceslao Link, quien llegó a California en 1761 y realizó varias expediciones con objeto de explorar el territorio en busca de sitios donde establecer nuevas misiones. En un texto de 1778, escrito como introducción de la versión en alemán de la obra del sacerdote Benno Franz Ducrue sobre la salida de los jesuitas y su viaje a Europa, refirió que no había en aquella tierra "ni un campo productivo ni un bosque; nada, excepto el mar para dar soporte a la vida humana. Nada hay a la vista excepto rocas, farallones, montañas escarpadas y desiertos arenosos, cuya monotonía sólo es interrumpida por cumbres de piedra".8
De acuerdo con Ernest J. Burrus, estudioso de los escritos que dejaron los jesuitas sobre aquel territorio, éstos van de las cuentas alegres en los relativamente buenos tiempos al franco pesimismo durante los periodos difíciles, por ejemplo largos años de sequía, como el que refiere el propio Wenceslao Link, de una década de duración.9 En el primer caso destaca sin duda la versión de Francisco María Piccolo en su Informe del estado de la nueva cristianidad de California que rindió en 1702 a la Real Audiencia de Guadalajara por órdenes del rey Felipe V:10
La calidad de la tierra, parece que al influjo de la Nueva Estrella María, que apareció en su Santa Imagen de Loreto, se ha mudado en otra mejor de la que era antes: porque en los cinco años todos hemos vivido sanos, y solo dos personas han muerto, y la una que fue una mujer española, murió por un desorden de bañarle estando en cinta, y muy próxima al parto.
A continuación, agregaba:
En las Playas en tiempo de Verano es recio el calor, y llueve poco; pero adentro el temperamento es benigno y templado: ay calor a su tiempo, que no es excesivo,