La Adivinadora del Circo. Barbara Cartland

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La Adivinadora del Circo - Barbara Cartland La Coleccion Eterna de Barbara Cartland

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que zarparían con él. Lo hizo con tal habilidad, que Odella apenas podía creer que lo escuchaba.

      Sin que el soldado se diera cuenta, supo hacer que éste le dijera todo cuanto ella deseaba saber. Al percatarse con horror de lo que sucedía, Odella pensó que no podía ser verdad.

      Durante toda la guerra se había hablado de espías que se introducían en Inglaterra con los contrabandistas. Hombres y mujeres habían sido sobornados para comunicar cuanto informe le podía ser útil a Napoleón.

      Su padre comentaba con frecuencia que era peligroso charlar con extraños, por inocentes que pudieran parecer.

      —Como vivimos cerca Portsmouth —decía—, tenemos que ser más cuidadosos que los demás. Una palabra dicha al azar podría alertar al enemigo de que un barco zarpa y esperarlo para atacarlo en cuanto se hace a la mar.

      Sin embargo, jamás se le había ocurrido a Odella pensar que hombres que habían jurado guardar un secreto fueran manipulados por mujeres como Madame Zosina.

      Sus descuidos al hablar habían dado como resultado que sus barcos fueran hundidos y muchas vidas se perdieran. Oyó cómo Madame Zosina entregaba un talismán al soldado y le aseguraba que sus mágicos poderes lo mantendría a salvo.

      Odella sintió deseos de gritar que aquella mujer era una espía peligrosa.

      Mas comprendió que debía ser cuidadosa y discreta respecto a lo que había escuchado.

      Estaba segura de que si Madame Zosina advertía que alguien sospechaba de ella, desaparecería de inmediato. O haría algo que podría ser en extremo desagradable para cualquiera que la denunciara.

      Cuando el soldado reapareció, Odella indicó a Emily que entrara.

      —Pero, señorita Odella, es su turno —protestó Emily.

      —Me duele la cabeza —se justificó Odella—. Pasa tú. Si sigo sintiéndome mal, podré regresar otro día.

      —Oh, cuánto lo siento, señorita Odella.

      Sin embargo, la doncella pasó con rapidez hacia donde Madame Zosina esperaba.

      Al escuchar lo que le decía, Odella se dio cuenta de que era algo muy diferente a lo que oyera con anterioridad.

      A Emily se le prometió que un hombre alto y apuesto se enamoraría de ella antes de que terminara el año.

      Pero tendría que ser cuidadosa con otro hombre que era muy desagradable y al que debía evitar, o le causaría problemas.

      —Recibirá un mensaje del otro lado del mar que le complacerá —continuó diciendo Madame Zosina.

      —Será de mi hermano —dijo con rapidez. Emily.

      —Creo que lo verá antes de lo que espera —terminó la adivinadora.

      —¡Esa sí que es una buena noticia! —exclamó Emily.

      Cuando salió, parecía muy entusiasmada. Pero, para su sorpresa, Odella la sacó con rapidez hacia la luz del sol.

      —Debo ir a casa —le dijo.

      —¿Le duele mucho la cabeza, señorita Odella? —preguntó Emily—. Tal vez Madame Zosina podría ayudarla. ¡Le aseguro que tiene magia!

      —Estoy segura de que así es —admitió Odella. Avanzaron sobre el césped hacia donde Thompson había estacionado el carruaje a la sombra de unos árboles. Mientras subían a él, Odella tomó una decisión.

      —Tengo que visitar al lord representante de la corona, el Conde de Portsmouth —dijo—. Pasaremos a verlo de camino a casa.

      —Muy bien, señorita Odella —replicó Thompson—, aunque tendremos que desviarnos cerca de dos millas.

      —No hay prisa —indicó Odella—. Y estoy segura de que su señoría no me entretendrá mucho.

      Thompson guió el carruaje hacia el camino.

      Mucha gente se dirigía ahora hacia la gran carpa del circo.

      —¡Oh, Señorita, nos perderemos el espectáculo —se lamentó Emily.

      —Tal vez podamos regresar otra vez antes del fin de semana. Lo siento Emily, pero no me siento con deseos de permanecer en un lugar caluroso y tan atiborrado de gente en este momento.

      —Lo comprendo, Señorita. Pero deseaba tanto ver a los payasos...

      —Procuraré que volvamos mañana o pasado mañana. Después de todo, ya consultaste a Madame Zosina,

      —¡Es una maga! No hay otra palabra para decirlo, Señorita.

      Odella permaneció en silencio.

      Pensaba en que la magia de Madame Zosina era peligrosa, muy peligrosa.

      Y cuanto antes hiciera algo al respecto, mejor.

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