Paul Thomas Anderson. José Francisco Montero MartÃnez
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A pesar de esto último, el Valle de San Fernando tiene particular trascendencia como factor contextual en la segunda película de Anderson, Boogie Nights, centrada en el mundo del porno. Este lugar es el centro de la producción pornográfica de Estados Unidos, lo cual sin duda potenció la fascinación que desde muy joven sentía Anderson por este tipo de cine, que casi formaba parte de su vida cotidiana, aunque siempre como algo oculto, prohibido. De este modo, es comprensible que para Anderson, en este caso, el tema de la película y el escenario en que tiene lugar sean indisociables. Anderson ha afirmado que en Boogie Nights vio «el Valle como David Lean vio el desierto en Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962)»[3], lo que apunta a los contornos épicos que Anderson quiso imprimir a esta ambiciosa y conmovedora crónica del mundo del cine porno entre finales de los setenta y principios de los ochenta.
Por otro lado, en Magnolia su intención era hacer, según escribió en la edición del guión, «una verdadera-película-sobre-Los Ángeles. Y, en particular, La-Madre-de-todas-las-películas sobre el Valle de San Fernando […]. En el sentido más honesto, traté de escribir una gran película. No me avergüenza decirlo»[4]. Ciertamente, Magnolia es una película de dimensiones épicas –aún en mayor medida que Boogie Nights– que, por supuesto, va mucho más allá de ser una película sobre Los Ángeles, pero en ella algunos tipos y ambientes propios de esta ciudad, aunque sea en segundo plano, tienen un ineludible peso sobre la narración –véase, por ejemplo, la importancia que adquiere el mundo del espectáculo–.
En Embriagado de amor, el Valle de San Fernando aparece, en mayor medida que en sus filmes previos, como un espacio triste, solitario, incluso alienante, asumiendo rasgos de angustioso decorado expresionista más que de retrato naturalista del mismo, hasta tal punto que parece un lugar absolutamente diferente al plasmado en sus dos películas previas.
Pozos de ambición, por último, se sale de los límites del Valle de San Fernando aunque no de los de California. Ampliando el marco geográfico y temporal, con esta película Anderson quiso retratar a las gentes que trabajaron en las explotaciones petrolíferas en la California de principios de siglo XX –aunque finalmente la película se tuviera que rodar en Texas–.
Ernie Anderson y el mundo del espectáculo
Una figura fundamental en los inicios de la carrera del cineasta ha sido su padre, Ernie Anderson. Habida cuenta de la frecuencia con que la obra de Paul Thomas Anderson retrata relaciones paterno-filiales conflictivas, cuando no traumáticas, es lógico preguntarse por una posible procedencia vital de esta recurrencia, adentrándonos así en el resbaladizo terreno, cuando no simplemente estéril, de la interpretación psicoanalítica, o al menos en clave autobiográfica. Sin embargo, al parecer la relación del autor de Magnolia y su padre, más allá de los inevitables y eventuales conflictos, estuvo marcada por una gran admiración mutua.
Ernie Anderson, nacido en 1923 en Lynn (Massachusetts) y muerto en febrero de 1997 en Los Ángeles, antes de estrenarse la segunda película de su hijo, adquirió a lo largo de su carrera un sólido prestigio por su trabajo en la radio y por ser la voice-over en muchas producciones televisivas, además de ocasionales trabajos como actor. En los años 60 se hizo muy popular en Cleveland gracias a un programa emitido en una televisión local, en el cual creó un curioso personaje, Goulhardi –nombre luego utilizado por Paul Thomas Anderson para bautizar su compañía–, que hacía de presentador y de extravagante animador de películas de terror de serie B, acompañando, además, la proyección de las mismas con comentarios sarcásticos acerca de algún aspecto particularmente jocoso de estas películas.
El mundo del espectáculo y de la cultura popular forma parte, pues, de la vida de Paul Thomas Anderson desde su niñez –aparte del trabajo de su padre, algunos de sus hermanos mayores pertenecieron a diversos grupos de rock–; no obstante, según Anderson, esta vinculación temprana con el show business proviene más de haber crecido en Los Ángeles que de la labor desarrollada por su padre, el cual, además, apenas se relacionaba con la gente del cine. Así, el mundo del espectáculo aparecerá retratado con frecuencia en sus filmes: el cine pornográfico en Boogie Nights o la televisión en Magnolia, incluso el mundo de los casinos –que no dejan de ser una forma de espectáculo– en Sydney o el de los predicadores carismáticos en Pozos de ambición, en cuya labor son trascendentales los efectos escénicos. En el cine de Anderson el show business y sus sucedáneos se constituyen en el escenario privilegiado a partir del cual introducir la dialéctica entre las apariencias y lo que hay detrás de ellas, entre la imagen y su objeto, entre la lucha por el éxito y los muchos fracasos que la acompañan, dialéctica que informa en buena medida su obra, como veremos más adelante.
«Supongo que podría decir que él me animó a que me convirtiera en cineasta»[5] ha afirmado sobre su padre, y de hecho éste ha estado relacionado, en la práctica y de diversas formas, con sus primeros trabajos: en 1988 se encargó de la voice-over de su primer cortometraje, The Dirk Diggler Story, rodado con una cámara de vídeo que, además, le regaló él; posteriormente contribuyó a financiar el primer cortometraje profesional de su hijo, Cigarettes and Coffee, un trabajo de algo menos de media hora interpretado por Kirk Baltz –quien también lo coprodujo–, Miguel Ferrer y Philip Baker Hall; además, en su primer largometraje, Sydney, aparece como figurante en la secuencia en que a John, uno de los protagonistas de la película, interpretado por John C. Reilly, se le prende una caja de cerillas en un bolsillo mientras hace cola para ver una película fantástica de serie B, del tipo de las que su padre presentaba en la televisión. Según el director californiano, sus películas están repletas de homenajes secretos como éste. Después del estreno de Magnolia, Paul Thomas Anderson decía: «Pienso que las tres películas que he hecho reflejaron veladamente su vida, de una forma pequeña, íntima, personal, que no querría revelar, pero pueden estar seguros de que hay un montón de cosas de mi padre en estas películas»[6].
Con la excepción de Embriagado de amor, en el argumento de todas sus películas las relaciones paterno-filiales devienen esenciales: así sucede tanto con las que unen a John Finnegan y Sydney, en su primer largometraje, como a Eddie Adams y a Jack Horner en Boogie Nights, ambas de carácter sustitutivo, así como con las conflictivas relaciones que mantienen Frank Mackey, Claudia Gator o Stanley con sus respectivos padres en Magnolia, una película sobre la que, no en vano, Anderson ha manifestado que, si la tuviera que resumir de alguna forma, diría que es una película sobre cómo debieran tratar los padres a sus hijos. Tras el paréntesis de Embriagado de amor, en Pozos de ambición la relación entre padre e hijo vuelve a ocupar un lugar destacado en la historia, en este caso compartido con la que mantienen Daniel Plainview y el predicador de la localidad, Eli Sunday.
Mencionaba algo más arriba que los padres de Anderson se separan en su infancia y a partir de entonces el futuro director apenas ha tenido trato con su madre, Edwina Gough, quien también trabajó como actriz en pequeños papeles para televisión. Esta circunstancia, al parecer, ejerció un fuerte impacto emocional en él. Al contrario que respecto a la relación con su padre, Anderson se ha negado repetidamente a hablar de la mantenida con su madre, de la que tan sólo se sabe que ambos están enemistados desde hace años. Como mucho, ha explicado ese silencio aduciendo que esta relación tal vez sea el centro de una película suya en el futuro. Dentro de su filmografía, es en la tempestuosa convivencia entre el protagonista de Boogie Nights y su madre donde existe una posible vinculación con esta relación, mientras que en Pozos de ambición y Magnolia los conflictos generacionales se relacionan más con el padre. No obstante, acerca de este último filme, en alguna ocasión Anderson ha manifestado que