Noli me tángere. Jose Rizal

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Noli me tángere - Jose  Rizal

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esto se estremecían los cabellos-de-ángel,—las plantas aéreas, los pescados secos y las lámparas de China. El ruido del saguan1, que removía las turbias aguas del río, el paso de los coches y carros por el puente de Binondo llegaban distintamente hasta ellos, pero no lo que murmuraba la tía.

      —Mejor, allí estaréis vigilados por todo el vecindario,—decía ésta.

      Al principio no se dijeron más que tonterías, esas dulces tonterías que se parecen mucho á las jactancias de las naciones en Europa: gustan y saben á miel para los nacionales, pero hacen reir ó fruncir las cejas á los extranjeros.

      Ella, como hermana de Caín, es celosa y por esto pregunta á su novio:

      —¿Has pensado siempre en mí? ¿no me has olvidado en tantos viajes? ¡Tantas grandes ciudades con tantas mujeres hermosas!...

      El también, otro hermano de Caín, sabe eludir las preguntas y es un poco mentiroso, y por eso:

      Ibarra se sonrió de felicidad, abrió su cartera y sacó un papel, dentro del cual había envueltas unas hojas negruzcas, secas y aromáticas.

      —¡Tus hojas de salvia!—contestó él á su mirada;—esto es todo lo que me has dado.

      Ella á su vez sacó rápidamente de su seno una bolsita de raso blanco.

      —¡Psh!—dijo ella dándole una palmada en la mano;—no se permite tocar; es una carta de despedida.

      —¿Es la que te escribí antes de partir?

      —¿Me ha escrito usted otra, señor mío?

      —Y ¿qué te decía yo entonces?

      —¡Muchos embustes, excusas de mal pagador!—contestó ella sonriendo, dando á entender cuán

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