Noli me tángere. Jose Rizal

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Noli me tángere - Jose  Rizal

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el joven franciscano, que vimos hace poco inmóvil y silencioso en medio de la animación de la sala, no dormía, velaba. Con el codo sobre el antepecho de la ventana de su celda, el pálido y enflaquecido rostro apoyado en la palma de su mano, miraba silencioso á lo lejos una estrella que brillaba en el obscuro cielo. La estrella palideció y se eclipsó, la luna perdió sus pocos fulgores de luna menguante; pero el fraile no se movió de su sitio: miraba al lejano horizonte que se perdía en la bruma de la mañana, hacia el campo de Bagumbayan, hacia el mar que dormía aún.

      VI

       Índice

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      ¡Hágase tu voluntad en la tierra!

      Mientras nuestros personajes duermen ó se desayunan, vamos á ocuparnos de capitán Tiago. No hemos sido jamás convidado suyo; no tenemos, pues, el derecho ni el deber de despreciarle haciendo caso omiso de él, aun en circunstancias importantes.

      Que estaba en paz con Dios, era indudable, casi dogmático: motivos no había para estar mal con el buen Dios cuando se está bien en la tierra, cuando no se ha comunicado con Él jamás, ni se Le ha prestado dinero. Nunca se había dirigido á Él en sus oraciones, ni aún en sus más grandes apuros: era rico y su oro oraba por él: para misas y rogativas Dios había criado poderosos y altivos sacerdotes; para novenas y rosarios, Dios en su infinita bondad había criado pobres para bien de los ricos, pobres que por un peso son capaces de rezar dieciséis misterios y leer todos los libros santos, hasta la Biblia hebraica si aumentan el pago; y si alguna vez en un grande apuro necesitaba auxilios celestiales y no encontraba á mano ni una vela roja de chino, dirigíase á los santos y santas de su devoción, prometiéndoles muchas cosas para obligarlos y acabarlos de convencer de la bondad de sus deseos. Pero á quien más prometía y cumplía su promesa, era á la Virgen de Antipolo, Nuestra Señora de la Paz y de Buenviaje, pues con ciertos santos pequeños no andaba el hombre ni muy puntual ni decente: á veces, conseguido lo que deseaba, no volvía á acordarse de ellos, verdad es que tampoco los volvía á molestar, si se le presentaba ocasión: capitán Tiago sabía que en el calendario había muchos santos desocupados, que acaso no tienen qué hacer allá en el cielo. A la Virgen de Antipolo, además, atribuía mayor poder y eficacia que á todas las otras Vírgenes, ya lleven bastones de plata, ya Niños Jesús desnudos ó vestidos, ya escapularios, rosarios ó correas; quizás se debe esto á la fama de ser aquélla una señora muy severa, muy cuidadosa de su nombre, enemiga de la fotografía, según el Sacristán mayor de Antipolo, y que, cuando se enfada, se pone negra como el ébano, y á que las otras Vírgenes son más blandas de corazón, más indulgentes: sabido es que ciertas almas aman más á un rey absoluto que á uno constitucional; díganlo Luis XIV y Luis XVI, Felipe II y Amadeo I. Por esta razón acaso se debe el verse también, en el famoso santuario andar de rodillas á moros infieles y hasta españoles; sólo que no se explica el por qué se escapan los curas con el dinero de la terrible Imagen, se van á América y allá se casan.

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