El plan de tu alma. Robert Schwartz
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Prólogo
El veinticinco de febrero de 1969, Christina, de veinte años de edad, auxiliar administrativa en el departamento de ciencias políticas de la universidad de Pomona, en Claremont, California, fue al buzón situado en el sótano del edificio para recoger la correspondencia de su jefe. En el momento en el que tocó un paquete que había en el buzón estalló una bomba que la lanzó al otro extremo de la habitación. El aire se llenó de polvo y hollín; trozos de madera de más de dos metros salieron disparados contra el muro de cemento a su espalda. Las llamas le quemaron el rostro y la dejaron temporalmente ciega. La explosión le mutiló dos dedos de la mano derecha y le rompió ambos tímpanos.
Christina había planeado esta experiencia antes de nacer.
Y ella sabe por qué.
Prefacio
En mayo de 2003 yo llevaba una vida carente de sentido como asesor de marketing y comunicaciones. Aunque una parte de mi trabajo no me disgustaba, tampoco me satisfacía profundamente. Con frecuencia pensaba que, si yo desapareciera de la faz de la Tierra, mis clientes ni siquiera se darían cuenta; pondrían sin más a otro en mi lugar. Y lo más importante, sentía que mi vida no era la expresión de mi alma. Como persona espiritual, aunque no religiosa, anhelaba hacer una contribución al mundo que fuera “únicamente mía”, pero no tenía ni idea de qué podría ser.
Había agotado las vías que generalmente se utilizan para encontrar un significado y un propósito. Estaba perdido y confuso. De pronto, me vino la idea: ¿por qué no consultar a un médium? Aunque mi creencia en Dios era sólida, nunca había tenido experiencias metafísicas, al menos hasta donde yo era consciente. No tenía nada que perder. Me informé sobre algunos médiums, y seleccioné a alguien con quien me sintiera cómodo.
Mi sesión con la médium tuvo lugar el día siete de mayo de 2003. Recuerdo la fecha exacta porque ese día cambió mi vida. A la médium le conté muy poco sobre mí mismo, describiendo mis circunstancias sólo en términos muy generales. Ella me explicó que cada uno de nosotros tenemos guías espirituales, seres con los que planeamos nuestras vidas antes de la encarnación. A través de ella pude hablar con los míos. Ellos lo sabían todo sobre mí... No sólo lo que había hecho, sino también lo que había pensado y sentido. Por ejemplo, se refirieron a una oración concreta que había elevado a Dios unos cinco años antes. En un momento especialmente difícil había rezado, “Dios, no puedo hacer esto solo. Por favor, envíame ayuda”. Mis guías me contaron que se me había proporcionado asistencia adicional. “Tu oración fue respondida”, me dijeron. Me quedé atónito.
Ansioso por comprender el sufrimiento que había experimentado, pregunté a mis guías sobre los grandes obstáculos a los que me había tenido que enfrentar. Me explicaron que yo planeé esas dificultades antes de nacer. No con el propósito de sufrir, sino por el crecimiento que me aportarían. Esta información me conmocionó. Mi mente consciente no sabía nada de planificación prenatal, aunque yo, intuitivamente, sentí que sus palabras eran ciertas.
Aunque no me di cuenta en aquel momento, mi sesión con la médium desencadenó en mí un profundo despertar espiritual. Más tarde comprendería que ese despertar había sido en realidad un recordar, un recordar quién soy como alma eterna y, más concretamente, qué planeé hacer en la Tierra.
Durante las siguientes semanas seguí con mi vida como siempre, aunque la información recibida de mis guías estaba constantemente en mi mente. No sabía qué hacer con ella. Una tarde me tomé un descanso del trabajo, fui a dar un paseo y tuve una experiencia incluso más profunda que mi sesión con la médium. ¡De repente sentí un amor abrumador e incondicional por todas las personas que veía! No hay palabras que puedan adecuadamente expresar el poder de aquel amor. Fue de una intensidad y una profundidad que nunca antes había experimentado, y que ni sabía que se pudiera alcanzar. Sentí un amor puro e ilimitado hacia cada persona que veía (la madre que empujaba el carrito de su bebé, el taxista que esperaba un pago, el niño que jugaba en la esquina, el barbero que cortaba cabello tras la ventana de su barbería, etc.).
Aunque nunca antes había oído hablar de una experiencia así, intuitivamente supe lo que estaba ocurriendo: estaba en comunión con mi alma. De hecho, mi alma estaba diciéndome, “Tú eres este amor”. Ahora creo que mi alma me regaló esa experiencia para facilitarme el trabajo que pronto comenzaría.
Me obsesioné con las lecturas sobre espiritualidad y metafísica. Mientras leía, pensaba con frecuencia sobre la planificación prenatal. Durante toda mi vida había visto mis retos sólo como sufrimientos sin sentido, y su ocurrencia como algo aleatorio y arbitrario. De haber sabido que yo mismo había planeado aquellas dificultades, las habría visto con un propósito. Tan sólo ese conocimiento ya habría aliviado en gran parte mi sufrimiento. Si además hubiera sabido por qué las planeé, habría aprendido conscientemente las lecciones que me ofrecían. Los sentimientos de miedo, ira, resentimiento, culpa, y autocompasión habrían sido reemplazados por un enfoque en el crecimiento. Quizá incluso me habría sentido agradecido por tales problemas.
Durante aquel periodo de intenso estudio y exploración interior, conocí a una mujer que era capaz de canalizar su alma, y que me permitió hablar con ella sobre la planificación prenatal. Yo no sabía nada sobre canalización, por lo que cuando ella entró en trance y otra consciencia, claramente distinta a la suya, comenzó a hablar a través de ella, me cogió totalmente desprevenido. En el trascurso de cinco sesiones hablé con su alma durante quince horas.
Estas conversaciones fueron emocionantes. Confirmaron y complementaron mis lecturas y mi estudio. Su alma me habló con detalle sobre su propia planificación prenatal, las distintas vivencias que habían sido consideradas, y las razones por las que algunas de ellas se seleccionaron. Entonces tuve una confirmación concreta y directa de un fenómeno del que muy poca gente es consciente. El dolor experimentado en mi vida me había hecho extremadamente sensible al sufrimiento de los demás, y hacía que me sintiese plenamente motivado a aliviarlo. Me entusiasmaba la posibilidad del potencial alivio que el hecho de tomar conciencia de la planificación prenatal podía brindar a la humanidad. Sabía que la información que había descubierto podía aliviar el sufrimiento, y dar a las dificultades de la vida un propósito y un significado nuevos. Como resultado, decidí escribir un libro sobre este asunto para poder compartir su importancia con los demás.
Sin embargo, la incertidumbre de dejar atrás el pasado empañó mi entusiasmo por mi nuevo camino. Aunque insatisfactorio, al menos era cómodo y conocido. No obstante, seguí adelante (de hecho, me sentí obligado a hacerlo) por la oportunidad de expresarme sirviendo de ayuda al mundo, y por la seguridad del conocimiento adquirido al experimentar directamente la conexión con mi alma.
Al principio pensé que la idea del libro se había originado en esta vida. Sin embargo, la verdad es que sólo había recordado mi propia planificación prenatal. Trabajando con varios médiums y canalizadores de gran talento, descubrí que no sólo había planeado escribir un libro sobre este tema, sino que también planeé entrevistar al menos a una de las personas cuya historia aparece en estas páginas. En total, tuve docenas de sesiones con médiums y canalizadores, en las cuales hablé con muchos seres espirituales sabios sobre mis vivencias, y sobre la planificación prenatal en general. En este libro, te ofrezco lo que ellos me enseñaron.
Ahora comprendo por qué planeé ciertos obstáculos para mí: quise hacer el viaje que muchos de los que leerán este libro podrían igualmente haber hecho. También yo, a veces me sentí una victima del universo y culpé a los demás de las cosas “malas”