Ética y bienestar animal. Agustín Blasco

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Ética y bienestar animal -  Agustín Blasco Ciencia

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al ambiente que le rodea» (Broom y Fraser, 2007). Esta definición implica que el bienestar es un estado del animal, no algo que se le proporciona; por ejemplo, en el Institute National de la Recherche Agronomique de Rennes se ha llevado a cabo una selección de codornices por estrés[10] (Fauré y Mills, 1998), y, con el tiempo, la línea seleccionada por menor estrés ha mejorado el bienestar sin cambiar las instalaciones que se les proporciona. También se ha sugerido seleccionar contra la presencia de estereotipias –movimientos o acciones repetidas constantemente y sin objeto de los que hablaremos más adelante– para mejorar el bienestar, puesto que la presencia de estereotipias indica falta de adaptación al entorno (Hansen et al., 2010).

      El bienestar animal puede evaluarse y medirse de diversas formas. La más inmediata es observar el comportamiento del animal: si da muestras de dolor, si presenta comportamientos anormales que indiquen que está sometido a estrés. La medida en la que un animal siente dolor es un problema importante del que hablaremos en el capítulo 2; de momento nos basta con considerar que, efectivamente, los animales sufren dolor y éste es más semejante al que nosotros sentimos cuanto más cerca están de nosotros en la escala evolutiva. De poco servirían los experimentos con animales para estudiar el dolor humano si no tuviera nada que ver su sensación con la nuestra. Desde el punto de vista de procurar un bienestar adecuado, el problema reside en averiguar cuándo un animal siente, y cuánto dolor siente, puesto que en muchas ocasiones los animales no dan muestras externas de dolor; por ejemplo, en Australia es frecuente despellejar a las ovejas en un área de 15 centímetros de diámetro alrededor del ano –para evitar exceso de moscas en el área–, y las ovejas no dan signos de dolor cuando son despellejadas sin anestesia, pero producen altas cantidades de cortisol y endorfina beta tras la mutilación, lo que es signo inequívoco de dolor (Broom y Fraser, 2007). Hay que ser, pues, cuidadosos a la hora de evaluar el comportamiento.

      En cuanto al estrés, éste fue definido por el endocrinólogo Hans Seyle como un «síndrome general de adaptación» al observar que en experimentos con ratas sometidas a excesos de frío, de ejercicio, o bien operadas o sometidas a otros tratamientos, aparecían síntomas patológicos que no tenían que ver con los tratamientos a los que estaban sometidos los animales (Seyle, 1936). El estrés se puede medir de varias formas. Ciertos metabolitos –adrenalina, cortisol, corticosterona– pueden medir el estado de estrés del individuo durante periodos cortos de tiempo, por ejemplo durante el transporte. Para periodos más largos de tiempo el estrés está relacionado con aspectos más sencillos de medir como la condición corporal, sensibilidad a enfermedades, etc. Otros metabolitos –la hormona oxitocina, por ejemplo– están relacionados con situaciones de placer. Una forma de evaluar el estrés a través del comportamiento es observar si se presentan movimientos estereotipados. Las estereotipias pueden ser consistir en morder compulsivamente la jaula o las barras del alojamiento, movimientos repetitivos como dar vueltas sin parar, o mover la cabeza de derecha a izquierda constantemente, o cualquier otro comportamiento anormal repetitivo que no indique una función –lo que en humanos sería, por ejemplo, morderse las uñas– (Broom y Fraser, 2007).

      Otra forma de evaluar el bienestar mediante el comportamiento es hacer experimentos para medir el interés del animal en obtener ciertas ventajas. Por ejemplo, hay experimentos en los que se les ofrece a los animales una ventaja –por ejemplo, disponer de un nido para poner un huevo– y deben realizar algún trabajo para obtenerla. Si no realizan el trabajo, se considera que son indiferentes a esta ventaja. Otras veces se les priva de lo que se considera algún enriquecimiento de su instalación –por ejemplo, una plataforma en una jaula de conejos, o una barra en una jaula de gallinas– y se observa si, al volver a disponer del enriquecimiento, se apresuran a utilizarlo o no. En la tabla 2 figura un resumen de los principales métodos que se usan para medir el bienestar.

      TABLA 2

      Medidas del bienestar

      Indicadores fisiológicos de placer

      Indicadores de comportamiento para placer

      Comportamientos que indican fuertes preferencias

      Comportamientos normales que están ausentes

      Grado en el que los procesos fisiológicos normales son posibles

      Grado en el que el desarrollo anatómico normal es posible

      Grado en el que se manifiestan comportamientos de aversión

      Intentos fisiológicos y de comportamiento para ajustarse al ambiente

      Inmunosupresión

      Prevalencia de enfermedades

      Cambios cerebrales; por ejemplo, los que indican autosedación

      Daños corporales permanentes

      Comportamientos patológicos; por ejemplo, estereotipias

      Capacidad disminuida de crecer o de reproducirse

      Esperanza de vida reducida

      Fuente: Broom y Fraser (2007).

      La interpretación de los resultados de las medidas de bienestar no es necesariamente inmediata. Por ejemplo, una forma de observar si el estado de bienestar de un animal no es el adecuado es, como hemos dicho, observar si presenta estereotipias. Al añadir «juguetes» a la jaula de conejos –palos de madera, latas vacías de refresco o algún objeto que puedan morder–, pasan a morder el objeto en lugar de los barrotes de la jaula. ¿Ha resuelto esto el problema del comportamiento estereotipado? Al añadir una rueda a la jaula de un hámster, observamos los interminables paseos por la rueda. ¿Son otra forma de estereotipia? Por otro lado, ciertas medidas para mejorar el bienestar pueden empeorarlo en otros aspectos; por ejemplo, a las jaulas de las conejas se les puede añadir una plataforma para que dispongan de más espacio y de una zona de reposo, pero al probarlas se vio que disminuían notoriamente la higiene, puesto que la coneja arroja desde la plataforma orina y heces sobre la progenie (Mirabito et al., 2004). En cuanto a la evaluación del estrés mediante metabolitos en sangre, pondré el mismo ejemplo que en su curso de Cambridge pone el profesor de Ética David Morton. Este profesor visitó un animalario que mantenía perros en jaulas durante varios años para experimentos científicos. Al sacar al perro de la jaula para limpiarla, éstos no corrían por la sala o andaban de un lado a otro, sino que esperaban pacientemente a que su jaula estuviera lista de nuevo. Midiendo cualquier parámetro de estrés, estos perros sufren menos estrés que el que corre por el campo, pero no está claro que su vida tenga una mejor calidad. Aunque parezca paradójico, una cierta dosis de estrés puede contribuir a mejorar la calidad de la vida.

      Hay varios textos técnicos que tratan sobre el bienestar animal, su medición y la forma en la que puede mejorarse; el lector interesado puede encontrar información accesible en los textos de Broom y Fraser (2007), Webster (2005) y Benson y Rollin (2004); en estos dos últimos con consideraciones éticas sobre el bienestar. La lectura de estos libros es interesante no sólo porque se conoce mejor a quienes se pretende defender, sino porque puede apreciarse que inversiones asequibles pueden mejorar el bienestar animal notablemente, en contra de lo que es defendido por muchos productores o por muchos responsables del cuidado de animales.

      El problema en la actualidad

      El hombre no es un animal más la razón. Uno de los principales objetivos de esta investigación ha sido mostrar que, incluso dejando aparte la razón, hay tremendas diferencias entre el hombre y los animales superiores.

      Edward THORNDIKE, Animal Intelligence, 1911.

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