Crimen, locura y subjetividad. Héctor Gallo

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Crimen, locura y subjetividad - Héctor Gallo

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el común de las gentes adopten posiciones emocionales y presionen decisiones judiciales que impongan “castigos ejemplarizantes”.

      Pastor Acevedo

      Abogado, exprofesor de criminología de la Universidad de Antioquia

      1 Michel Foucault, “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método”, Magazine Literario, n.o 101 (1975): s. p.

      2 Michel Foucault, “La angustia de juzgar. Debate sobre la pena de muerte”, en Saber y Verdad (Madrid: Las Ediciones de la Piqueta, 1977), 125.

      3 Fernando Velásquez, Derecho penal (Bogotá: Comlibros, 2009), 35-36.

      4 Foucault, “La angustia de juzgar”, 122.

      5 Ley 599 de 2000, Diario Oficial, n.o 44097, artículo 33, 38, acceso 15 de junio de 2018, http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley_0599_2000.html

      6 Foucault, “La angustia de juzgar”, 123 (la cursiva no es del original).

      Introducción

      La investigación sobre el crimen no ha existido desde

      Desde esta lógica supersticiosa y mágica, la desgracia o la muerte supone un castigo para la víctima, proveniente de alguna divinidad, cuestión que estimula la indagación sobre los motivos, las causas y las acciones a seguir. En nuestra época, ya no se trata del castigo como expiación, sino del castigo promovido por el derecho. Su finalidad es hacer justicia y con ello preservar el lazo social.

      En consecuencia, la perspectiva que nos orienta en este libro no será el análisis de casos que toman como referencia explicativa el derecho, sino un análisis en donde el móvil del crimen no logra ser establecido claramente por este discurso, cuestión que obliga a evocar la pregunta por la psiquis del criminal, en busca de los móviles subjetivos que lo indujeron al acto. Desde esta lógica, de principio a fin, abordamos el análisis del caso de José Aníbal Palacio Pabón (J. A.), el llamado “Degollador de San Javier” (acusado de asesinar, en Medellín, Colombia, a varias mujeres a finales del siglo pasado). En este mismo contexto, se hace alusión a otros casos de los denominados “asesinos seriales”, nombrados antes de la introducción de este término en el mundo criminológico como “asesinos múltiples”, entre los que también se encuentra, en el siglo xv, Gilles de Rais. Que desde esta época tengamos noticia de criminales en serie nos indica que dicho asesino ya existía desde antes de la industrialización y de la entrada en vigencia del capitalismo.

      Otro crimen del que nos ocupamos en el texto, a partir de las memorias de su autor, es el cometido por el reconocido filósofo Louis Althusser. De acuerdo con los dictámenes forenses, ocurrió mientras se encontraba en estado de demencia; la víctima fue su mujer, compañera inseparable y por la que experimentaba un profundo amor. También nos han servido de orientación, en el examen del problema del que nos ocupamos en este libro, el análisis de crímenes de la mitología griega como el de Edipo, y de la literatura como Hamlet y Raskólnikov, que han sido de gran inspiración, más la evocación de otros criminales clasificados por la psiquiatría entre psicópatas, perversos y antisociales.

      Otro aspecto que hace parte del debate de este libro, que toma como modelo a J. A., es el de las clasificaciones clínicas. El caso de este hombre ilustra de manera patética el empuje a las clasificaciones que nos vuelve a todos clasificables. A J. A. los distintos peritos le atribuyen un “trastorno de personalidad” con diversas connotaciones patológicas, pero siempre evitaron comprometerse con ningún juicio que le hiciera pensar al juez de conocimiento que se trataba de un “demente”, pues el objetivo era imputarlo a como diera lugar, debido a que se le consideraba sumamente peligroso para la sociedad, y sobre todo para las mujeres, ya que solo ellas eran el objeto de su violencia.

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