La vuelta al mundo en ochenta días. Julio Verne
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La vuelta al mundo en ochenta días - Julio Verne страница 5
De Londres a Suez por el Monte Cenis
y Brindisi, ferrocarril y vapores 7
De Suez a Bombay, vapores 18
De Bombay a Calcuta, ferrocarril 8
De Calcuta a Hong Kong (China), vapores 13
De Hong Kong a Yokohama (Japón), vapor 6
De Yokohama a San Francisco, vapor 22
De San Francisco a Nueva York, ferrocarril 7
De Nueva York a Londres, vapor y ferrocarril . 9
TOTAL. 80
¡Sí, ochenta días! exclamó Andrés Stuart, quien por inadvertencia cortó una carta mayor . Pero eso sin tener en cuenta el mal tiempo, los vientos contrarios, los naufragios, los descarrilamientos, etc.
Contando con todo respondió Phileas Fogg siguiendo su juego, porque ya no respetaba la discusion el whist.
¡Pero si los indios o los indostanes quitan las vías! Exclamó Andrés Stuart ; ¡si detienen los trenes, saquean los furgones y hacen tajadas a los viajeros!
Contando con todo respondió Phileas Fogg, que tendiendo su juego, añadió : Dos triunfos mayores.
Andrés Stuart, a quien tocaba dar, recogió las cartas, diciendo:
Teóricamente tenéis razón, señor Fogg; pero en la práctica…
En la práctica también, señor Stuart.
Quisiera verlo.
Sólo depende de vos. Partamos juntos.
¡Libreme Dios! Pero bien, apostaría cuatro mil libras a que semejante viaje, hecho con esas condiciones, es imposible.
Muy posible, por el contrario respondió Fogg.
Pues bien, hacedio.
¿La vuelta al mundo en ochenta días?
Sí.
No hay inconveniente.
¿Cuándo?
En seguida. Os prevengo solamente que lo haré a vuestra costa.
¡Es una locura! Exclamó Andrés Stuart, que empezaba a resentirse por la insistencia de su compañero de juego . Más vale que sigamos jugando.
Entonces, volved a dar, porque lo habéis hecho mal.
Andrés Stuart recogió otra vez las cartas con mano febril, y de repente, dejándolas sobre la mesa, dijo:
Pues bien, sí, míster Fogg, apuesto cuatro mil libras…
Mi querido Stuart dijo Fallentin , calmaos. Esto no es formal.
Cuando dije que apuesto respondió Stuart : es en formalidad.
Aceptado dijo Fogg: y luego, volviéndose hacia sus compañeros, añadió : Tengo veinte mil libras depositadas en casa de Baring hermanos. De buena gana las arriesgaría.
¡Veinte mil libras! Exclamó John Suilivan . ¡Veinte mil libras, que cualquier tardanza imprevista os puede hacer perder!
No existe lo imprevisto respondió sencillamente Phileas Fogg.
¡Pero, Míster Fogg, ese transcurso de ochenta días sólo está calculado como mínimo!
Un mínimo bien empleado basta para todo.
¡Pero a fin de aprovecharlo, es necesario saltar matemáticamente de los ferrocarriles a los vapores y de los vapores a los ferrocarriles!
Saltaré matemáticamente.
¡Es una broma!
Un buen inglés no se chancea nunca cuando se trata de una cosa tan formal como una apuesta respondió Phileas Fogg . Apuesto veinte mil libras contra quien quiera a que yo doy la vuelta al mundo en ochenta días, o menos, sean mil novecientas veinte horas, o ciento quince mil doscientos minutos. ¿aceptáis?
Aceptamos respondieron los señores Stuart, Falletín, Sullivan, Fianagan y Ralph después de haberse puesto de acuerdo.
Bien dijo Fogg. El tren de Douvres sale a las ocho y cuarenta y cinco. Lo tomaré.
¿Esta misma noche? preguntó Stuart.
Esta misma noche respondió Phileas Fogg . Por consiguiente añadió consultando un calendario del bolsillo : puesto que hoy es miércoles 2 de octubre deberé estar de vuelta en Londres, en este mismo salón del Reform Club, el sábado 21 de diciembre a las ocho y cuarenta y cinco minutos de la tarde, sin lo cual las veinte mil libras depositadas actualmente en la casa de Baring Hermanos os pertenecen de hecho y de derecho, señores. He aquí un cheque por esa suma.
Se levantó acta de la apuesta, firmando los seis interesados. Phileas Fogg había permanecido sereno. No había ciertamente apostado para ganar, y no había comprometido las veinte mil libras mitad de su fortuna sino porque preveía que tendría que gastar la otra mitad para llevar a buen fin ese difícil, por no decir inejecutable proyecto. En cuanto a sus adversarios, parecían conmovidos, no por el valor de la apuesta, sino porque tenían reparo en luchar con ventaja.
Daban entonces las siete. Se ofreció a míster Fogg la suspensión del juego para que pudiera hacer sus preparativos de marcha.
¡Yo siempre estoy preparado! Respondió el impasible caballero; y dando las cartas, exclamó : Vuelvo oros. A vos os toca salir, señor Stuart.
IV
A las siete y veinticinco, Phileas Fogg, después de habei ganado unas veinte guineas al whist, se despidió de sus honorables colegas y abandonó el ReformClub. A las siete y cincuenta abría la puerta de su casa y entraba.
Picaporte, que había empezado a estudiar concienzudamente su programa, quedó sorprendido al ver a míster Fogg culpable de inexactitud acudir a tan inusitada hora, pues, según la nota, el inquilino de Saville Row no debía volver sino a medianoche.
Phileas Fogg había subido primero a su cuarto y luego llamó.
Picaporte no respondió, porque no creyó que pudieran llamarlo. No era la hora.
Picaporte repuso míster Fogg sin gritar más que antes.
Picaporté apareció.
Es la segunda vez que os llamo dijo el señor Fogg.
Pero no son las doce respondió Picaporte sacando el reloj.