La urgencia de ser santos. José Rivera Ramírez

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La urgencia de ser santos - José Rivera Ramírez Espiritualidad

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13 de marzo de 1991, mientras se dirigía en autobús a predicar un retiro, sufrió un infarto y días después otro; el 25 de marzo falleció, a los sesenta y cinco años de edad. Unos meses antes de su muerte había ofrecido a Dios su vida por la vuelta al ministerio de otro sacerdote. Su cuerpo fue trasladado a la Facultad de Medicina de la Complutense de Madrid a la que había hecho donación del mismo. Allí permaneció hasta que, cuatro años después, fue enterrado en la capilla del Seminario Santa Leocadia de Toledo. En la lápida de su sepultura se lee: “Formador de sacerdotes, maestro de vida espiritual, padre de los pobres”. El 21 de noviembre de 1998 se abrió, en Toledo, el proceso de canonización de este Siervo de Dios y sabio sacerdote3.

      1 F. del Valle Carrasquilla, Apunte biográfico, en AAVV, José Rivera, sacerdote, testigo y profeta, BAC popular, Madrid 1996, 16. Para un primer acercamiento a la personalidad de José Rivera puede leerse esta biografía espiritual, obra de un equipo de personas que le conocieron de cerca.

      2 Sí escribió para uso personal un Diario, poesías, muchos estudios personales de obras sobre todo de teología, esquemas de charlas y retiros y otros materiales para la formación de seminaristas. Muchísimas charlas, retiros, conferencias y ejercicios espirituales de D. José han sido publicados, en folleto y en varios DVDs, por la Fundación de Toledo que lleva su nombre. Pueden descargarse gratis en la página: www.jose-rivera.org.

      3 Nota de la 2ª ed.: El proceso diocesano finalizó en octubre del año 2000 y pasó a la Congregación de las Causas de los Santos en Roma. El 1 de octubre de 2015 se publicó la declaración de José Rivera como Venerable.

      José Rivera en los años de la Universidad.

      Ejercicios Espirituales a los Seminaristas 1973

      Casa de Ejercicios de las Misioneras Cruzadas de

       la Iglesia en Zamora

      PRÓLOGO

      A pesar de la distancia temporal y los cambios tan profundos que se producen en nuestros días, estas predicaciones no han perdido actualidad. No sólo en lo que tienen de teología espiritual perenne, sino incluso en muchas aplicaciones prácticas a la pastoral, porque seguimos con los mismos males que él denunciaba y, en muchos casos, bastante peor: muchas iglesias locales, no sólo en España, siguen derrumbándose, los presbiterios diocesanos –a nosotros está dirigido este retiro– no acabamos de entrar en un proceso de verdadera renovación en la espiritualidad, la comunión, la radicalidad evangélica; en algunos presbiterios, la situación de deterioro y desangramiento no ha tocado fondo, más bien la hemorragia sigue abierta. Consecuentemente, tampoco la pastoral da los frutos que cabría esperar.

      D. José no buscaba agradar a nadie ni recabar las alabanzas de nadie ni tampoco temía las críticas o comentarios negativos sobre su vida y enseñanzas. Por eso, no tenía pelos en la lengua y hablaba con plena libertad: a lo largo de estas predicaciones aparecen juicios sobre las situaciones y prácticas pastorales, la sociedad española de aquellos años, la Iglesia en general, los presbiterios, los obispos... con los cuales, por supuesto, no juzgaba a personas concretas, sino que veía más allá y más radicalmente los males y la situación real de la Iglesia de lo que otros lo hacían. Desgraciadamente sus “profecías” se han cumplido con creces. Cuando ahora leo declaraciones de algunos obispos españoles alarmados por la secularización y el laicismo de España me digo “esto ya lo decía D. José hace treinta años y les parecía un exagerado”.

      Los temas que trata D. José son básicamente los que él consideraba más esenciales y necesarios en la vida de los presbíteros. Con diversas variaciones, encontramos estos mismos temas en las otras tandas de ejercicios o retiros que predicó a los sacerdotes en los últimos años de su vida. Después de una introducción sobre las disposiciones adecuadas para entrar en el retiro, pasa a presentar el llamado a la santidad y las cualidades con que ha de vivirse: radicalidad, interioridad, coherencia y totalidad, que son las del evangelio; a este tema dedicó tres charlas. Viene después el misterio del pecado y la actitud frente a él, se ocupó de ello en otras tres charlas realmente geniales; en la tercera habló también del Sacramento de la Penitencia. A continuación, otras meditaciones más centradas en Jesucristo: El conocimiento de Cristo y su transmisión, Cristo Mediador y su unión con el Padre. Continuó hablando de La oración, el estudio y el testimonio, La Caridad como amor al prójimo, su universalidad, el amor del pastor. De otras realidades de espiritualidad sacerdotal se ocupó en las siguientes meditaciones: la obediencia sacerdotal y El celibato, El sacrificio de Cristo y nuestra participación en él, la humildad, la humillación y la abnegación. Las últimas predicaciones fueron sobre María, virgen y madre, la maternidad de la Iglesia y dos sobre el Espíritu Santo: La acción del Espíritu Santo en nuestra vida y la unidad en el Espíritu Santo.

      D. José dice mucho. Estas meditaciones son para eso: para meditarlas detenidamente y saborearlas leyendo cada párrafo, releyéndolo, reflexionándolo, examinándose y, por supuesto, orando. Seguramente habrá expresiones e ideas sobre las que el lector no alcance una plena comprensión, especialmente si no ha tenido un contacto más abundante con sus charlas y escritos. También de ello D. José era consciente; por eso decía que

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