E-Pack Bianca abril 2 2020. Varias Autoras

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a punto de hacerlo con un chico con el que salí en mi adolescencia. Cuando me vio las cicatrices se echó atrás y me hizo sentir fatal con las cosas que me dijo. Desde entonces he rehuido las relaciones íntimas.

      Logan contrajo el rostro. Exhaló un suspiro, tomó su mano entre las suyas y se la apretó suavemente, haciendo que se le llenaran los ojos de lágrimas.

      –Siento que pasaras por una experiencia tan horrible. Ese chico fue un canalla… Eres preciosa y muy sexy, y mereces que te traten con respeto –le dijo–. Pero… ¿no te das cuenta de que con lo que acaba de ocurrir soy yo el que se siente como un canalla? Te he hecho daño; he sido un bruto porque no tenía ni idea de que…

      –Perdóname –lo interrumpió ella–. Es que me daba vergüenza; eso es todo. En fin, ¿qué chica llega virgen hoy en día a los veintiséis años? Me sentía como un bicho raro.

      Logan le apretó la mano de nuevo.

      –Un día encontrarás lo que buscas: a alguien que pueda ofrecerte la estabilidad y el compromiso que enriquecen una relación física –le dijo, levantándose de la cama.

      –¿Y si no es eso lo que estoy buscando ahora mismo? –le preguntó ella al verlo darse la vuelta y encaminarse a la puerta de la habitación–. ¿Y si solo quiero un romance para adquirir algo de experiencia? ¿Tendría algo de malo que fueses tú quien me la diese?

      Logan se detuvo y se giró para mirarla, cerrando y aflojando los puños, como si estuviese reprimiendo el impulso de volver junto a ella y tomarla entre sus brazos.

      –Estoy intentando hacer lo correcto con respecto a ti, Layla, igual que con mi hermano, pero parece que no hago más que meter la pata.

      –Siento no haberte dicho…

      Logan volvió sobre sus pasos y le acarició la mejilla con una expresión melancólica.

      –Nada de esto es culpa tuya, preciosa. Nada de nada.

      Layla lo asió por la muñeca y le besó la palma de la mano.

      –Me alegra que mi primera vez haya sido contigo.

      Los ojos de Logan volvieron a arder de pasión por un momento. Entrelazó sus dedos con los de ella y murmuró:

      –Sí que ha sido increíble, ¿verdad?

      Layla tragó saliva.

      –¿Significa eso que vas a modificar las reglas de nuestro trato?

      Una sombra cruzó por la mirada de Logan, que dejó escapar un suspiro y soltó su mano.

      –No nos precipitemos –respondió, pero suavizó sus palabras con una media sonrisa–. Si decidiéramos cambiar las reglas, hay consecuencias que habría que sopesar.

      –Lo sé –dijo ella–, pero estoy dispuesta a aceptar las consecuencias si tú también lo estás.

      Logan trazó el arco de su labio inferior con el índice y volvió a ponerse serio.

      –La curioso es… que me asusta lo poco que me importan ahora mismo las consecuencias, y por eso me voy a mi habitación. Los dos necesitamos un poco de espacio para pensar con claridad.

      Cuando se hubo marchado, Layla se dejó caer de nuevo sobre los almohadones. Ella no necesitaba espacio; lo necesitaba a él.

      Logan renunció a cualquier esperanza de conciliar el sueño en lo que quedaba de noche y se puso a pasear arriba y abajo por su habitación. Estaba hecho un lío. No podía perdonarse por no haberse percatado de la falta de experiencia de Layla.

      ¿Cómo podía haber estado tan ciego? Echando la vista atrás, ahora se daba cuenta de que todas las pistas habían estado ahí, delante de sus narices. Nunca la había oído mencionar a ningún novio, ni había llevado a ningún hombre a Bellbrae.

      Cierto que no sabía demasiado de su vida en Edimburgo, pero sus ambiguos y equívocos comentarios acerca de su vida amorosa le habían hecho creer que sí tenía experiencia.

      No, si lo había creído había sido sobre todo porque había estado buscando una excusa para acostarse con ella. Eso era lo que hacía que le remordiese la conciencia. Había incumplido sus propias reglas, las reglas que había propuesto para protegerla y que no acabara con el corazón roto. Se había saltado las reglas y había hecho el amor con ella. ¿Cómo podía no haber imaginado que era virgen? «¿En qué estabas pensando? Le has hecho daño…».

      El viaje de vuelta a Escocia fue terriblemente silencioso. Layla intentó una o dos veces entablar conversación con Logan durante el vuelo, pero él se limitaba a contestar con monosílabos, y parecía absorto en sus pensamientos. De hecho, parecía estar rehuyendo su mirada. ¿Seguiría sintiendo remordimientos por haber hecho el amor con ella?

      Se había mostrado tan tierno y tan considerado, que en su pecho había germinado la esperanza de que pudiera estar de acuerdo en profundizar en su relación. ¿Habría sopesado las posibles consecuencias y decidido que no merecía la pena?, ¿que ella no merecía la pena?

      Durante el trayecto del aeropuerto de Inverness a Bellbrae, Logan condujo con la mandíbula apretada y el ceño fruncido, lo que no alentaba demasiado esa pequeña esperanza que albergaba en su corazón.

      –¿Sabes?, no vamos a resultar muy convincentes como pareja si de cuando en cuando no cruzamos siquiera unas palabras por cortesía –dijo Layla.

      Logan le lanzó una mirada.

      –Perdona, ¿has dicho algo?

      Layla se rio con aspereza.

      –Llevo intentando entablar conversación contigo desde que salimos de Honolulu. Apenas me has dicho cuatro o cinco palabras. Supongo que significa que ahora sí que se ha acabado la luna de miel, ¿no?

      Logan contrajo el rostro al oírle decir «luna de miel».

      –No sabes cuánto lamento lo que pasó. Me odio por haberte hecho daño.

      –¿Quieres dejar de darle tanta importancia? Tuvimos relaciones, sí, ¿y qué? Hay quien lo hace hasta con extraños. Además, estoy perfectamente.

      Logan le lanzó otra mirada.

      –¿Seguro?

      –Pues claro –se apresuró a insistir ella.

      Pero apretó las piernas, disfrutando en secreto de las ligeras agujetas que sentía en la parte más íntima de su cuerpo. Había revivido en su mente una y otra vez la noche pasada, recordando cada caricia y cada beso que habían hecho que su cuerpo estallara en llamas. Ansiaba volver a experimentar esas sensaciones mágicas.

      Durante lo que quedaba de trayecto los dos permanecieron en silencio, pero cuando estaban subiendo el camino de asfalto que subía hasta el castillo, Logan soltó una palabrota.

      –¿Qué pasa? –inquirió ella.

      –Ese que hay ahí es el coche nuevo de Robbie –contestó él, señalando un llamativo deportivo de color rojo que acababa de cruzar la verja de entrada–. Solo Dios sabe cómo lo estará pagando. Ese coche cuesta por lo menos quinientos

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