E-Pack Bianca abril 2 2020. Varias Autoras

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de… la boda? –le preguntó Layla.

      –Le mandé un e-mail. Me di por vencido después de ver que no devolvía las llamadas ni los mensajes de texto –le explicó él en un tono de hartazgo–. Le escribí diciéndole que habíamos iniciado una relación hace un tiempo y que habíamos decidido casarnos.

      Layla sintió como los nervios le atenazaron el estómago. Sería difícil convencer a su hermano de que su matrimonio era auténtico si Logan se empeñaba en mantener las distancias con ella.

      –Pero habrá visto el testamento, ¿no? ¿No crees que habrá atado cabos al leerlo?

      –Lo que piense Robbie es irrelevante; el matrimonio es legal.

      Layla se mordió el labio.

      –Está bien; intentaré no fallarte.

      Logan esbozó una breve sonrisa, una sonrisa amarga.

      –Eso ya lo hago yo, fallarle a la gente –murmuró.

      Tras aparcar, salió del coche y ayudó a Layla a bajar. Le pasó un brazo por la cintura mientras su hermano se dirigía hacia ellos sin prisa, y Layla se abrazó a él. El olor de su champú hizo que le entraran ganas de hundir el rostro en sus sedosos cabellos castaños y aspirarlo, como cuando habían hecho el amor.

      Robbie los miró con las cejas enarcadas.

      –Vaya, vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí? Enhorabuena, Layla, has pescado un buen ejemplar. Para una simple limpiadora, quiero decir…

      Logan notó como Layla se tensaba. Si no fuera por su capacidad de autocontrol, le habría pegado un puñetazo a su hermano por ser un imbécil y un esnob. Apretó a Layla contra sí y le lanzó a Robbie una mirada de advertencia.

      –Si no tratas a mi esposa con respeto, no serás bienvenido aquí, Robert. ¿Estamos?

      –¿Tu esposa? –Robbie echó la cabeza hacia atrás y se rio–. ¿Esperas que crea que lo de vuestro matrimonio es de verdad?

      –Tenemos los documentos que lo prueban –dijo Logan–. Y ahora, si nos disculpas, Layla está cansada del viaje y…

      –Seguro que fuiste tú quien le metió en la cabeza al viejo la idea para que cambiara el testamento –le dijo Robbie a Layla con desdén–. Siempre estuviste coladita por Logan. Solo que él ni se habría dignado a mirarte si no se hubiera visto presionado. ¿Y qué mayor presión que encontrarse con que podría perder su adorado Bellbrae?

      Logan sintió vergüenza de sí mismo al oír a su hermano acusar a Layla como él había hecho.

      –Layla no tuvo nada que ver con ese cambio en el testamento. El abuelo lo hizo para empujarme a rehacer mi vida, porque veía que después de perder a Susannah no levantaba cabeza. Y me he dado cuenta de que tenía razón. ¿Por qué esperar, cuando Layla ama este lugar tanto como yo?

      –Personalmente, no sé qué le veis ninguno de los dos a este sitio –dijo Robbie lanzándole al castillo una mirada de desagrado–. Es viejo, y frío, y está demasiado lejos de cualquier lugar con un poco de acción. Os lo podéis quedar.

      Con las mejillas encendidas y la barbilla bien alta, Layla retó a su hermano con la mirada y le dijo:

      –Entiendo que haya sido toda una sorpresa para ti que nos hayamos casado, Robbie, pero Logan y yo siempre hemos sido amigos, y confío en que, con el tiempo, puedas alegrarte por nosotros.

      Robbie sonrió de un modo cínico.

      –He leído el testamento; sé de qué va esto: para mi hermano no es más que un matrimonio de conveniencia para asegurarse Bellbrae. Jamás te querrá, Layla. Es incapaz de amar a nadie.

      –Te equivocas –replicó Layla–. Es capaz de mucho más de lo que crees.

      –Creo que ya va siendo hora de que te vayas –le dijo Logan a su hermano–. Aún estamos en nuestra luna de miel, y tres son multitud.

      Robbie lanzó al aire las llaves de su coche y las atrapó con destreza antes de decirles burlón:

      –Os doy un año como mucho; no duraréis más.

      «Eso es lo único que necesito: un año», pensó Logan para sus adentros, y condujo a Layla al interior del castillo sin volver la vista atrás, mientras Robbie se subía a su deportivo para alejarse en él.

      CUANDO hubieron entrado en el castillo, Layla se volvió para mirar a Logan. Tenía la mandíbula apretada y una expresión furibunda.

      –¿Estás bien? –le preguntó.

      Él suspiró con pesadez, se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero del vestíbulo.

      –Siento lo que acaba de pasar. A veces mi hermano puede ser un auténtico canalla. O más bien la mayoría de las veces.

      –No pasa nada –respondió ella, desabrochándose el abrigo–. Es comprensible que no se haya tragado lo de que nos hemos casado por amor. En fin… ¿tú y yo juntos? ¿Quién se podría creer que un hombre como tú querría…?

      Logan la interrumpió poniéndole una mano en el hombro. Su expresión se había suavizado.

      –Deja de hacer eso –le reprochó–. Eres una mujer sexy y atractiva, y si las cosas fueran distintas, yo… –apretó los labios, como para contenerse y no decir lo que había estado a punto de decir.

      –¿Tú qué? –inquirió ella en un susurro.

      Los ojos de Logan se ensombrecieron y le puso la otra mano en el hombro opuesto. No sabría decir quién se movió primero, pero de pronto estaban a solo unos centímetros y el aire parecía haberse cargado de electricidad. Logan bajó la vista a sus labios y ella contuvo el aliento cuando lo vio inclinar lentamente la cabeza, casi como a cámara lenta…

      –¡Ay, perdón por la interrupción! –exclamó tía Elsie, apareciendo de repente por el pasillo–. ¿Qué tal vuestra luna de miel?

      Logan se apartó de Layla y contestó aturulladamente:

      –Corta pero maravillosa.

      La anciana sonrió.

      –Bueno, corta desde luego, y por eso voy a hacer yo también un viajecito para que podáis estar a solas, tortolitos.

      ¿Tortolitos? «Ja, ja…», se rio con ironía Layla para sus adentros. ¿Y su tía yéndose de viaje? ¡Eso sí que era una novedad!

      –¿Pero adónde te vas? No te has tomado unas vacaciones desde no recuerdo cuándo.

      –Y por eso voy a hacerlo ahora –dijo tía Elsie–. Me voy unos días a hacer un tour por las islas Hébridas, empezando por la isla de Harris. Tengo a una amiga por carta que vive allí. Su marido falleció hace poco y le vendrá bien algo de compañía. ¿Podréis haceros cargo de Flossie en mi ausencia?

      –Pues claro –asintió Logan–. No vamos a movernos de aquí.

      Layla

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